TUXTLA GUTIÉRREZ.- Jassiel tenía 40 meses de nacido cuando su madre lo dejó encargado en una aldea de Honduras, para buscar la forma de conseguir más dinero para mantenerlo, pues su esposo la abandonó; por ello, no le quedó más que emprender el “sueño americano”.
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Al paso del tiempo y tras laborar hasta horas extra como cocinera en un restaurante de Chiapas, la mujer pudo “jalar” a su hijo quien, ya con 18 años de edad, hizo que la barbería, oficio que aprendió en su tierra por “hobbie” y para verse bien, se convirtiera en su principal y fructífera fuente de ingresos.
Denilson Jassiel Simons Rodríguez, hoy de 23 años, cuenta a La Silla Rota cada detalle de su vida y, sobre todo, revela cómo el esfuerzo, tengas la edad que tengas, da buenos resultados. “Cuando cumplí los 18, mi mamá me llevó para donde estaba, pero por algunas cuestiones, pues fui prácticamente deportado en un primer intento de cruzar la frontera”.
VIVIÓ EL INFIERNO DE LA CÁRCEL DEL INM
Sin embargo, antes de ser devuelto a su aldea El Carril, del Departamento de Yoro, municipio de Olanchito, donde dejó a su abuela y unas tías que lo criaron desde bebé, Jassiel probó el terror de ser encerrado en la Estación Migratoria “Siglo XXI” de Tapachula.
Ahí no solo lo mantuvieron hacinado junto a un centenar de hondureños más, sino que dormía en colchonetas sucias y con olor a orín, alimentos a veces descompuestos y con un clima de 18 grados, sin una sola cobija.
“Es algo que ya no quiero recordar, fue un mes muy difícil, porque nunca había salido de mi país, mucho menos me habían arrestado, pero sé que te meten miedo para que ya no te atrevas a intentar migrar”, externa el joven empresario, quien agradece a Dios haber sido criado con bases morales.
Con el bachillerato en Mecánica Industrial, Jass, como lo llaman sus allegados, no se intimidó por ese suceso, sino que, en su segundo intento comenzó a trabajar en una herrería y, a los dos meses, dejó ese empleo porque una empresa constructora local lo contrató como peón de albañil para un proyecto hospitalario.
Pero vendrían mejores propuestas. Con su mayoría de edad cumplida, él ya percibía un ingreso mensual “decente”, aunque por falta de documentos oficiales, no pudo participar en un proyecto de construcción más ambicioso en el norte del país, donde ganaría al menos 25 mil pesos mensuales, más sus viáticos.
De hecho, el Instituto Nacional de Migración (hoy Inami) le negó la oportunidad de conseguir su visa humanitaria u otro documento oficial, por lo que se conformó con quedarse en Chiapas.
“A veces la misma autoridad persigue a quienes no debe de perseguir”, subraya quien, en todo momento, presume un cuerpo limpio de tatuajes y de no haber pertenecido a pandillas.
Ahora puede estar tranquilo en Chiapas, dice, porque su madre, quien desde hace 15 años está en Tuxtla, ya es residente. Sin embargo, confiesa que hace poco le dieron un permiso de un año: se sigue enfrentando al burocratismo de la autoridad migratoria.
SE VAN O SE QUEDAN
Con base en una encuesta efectuada el año pasado a cerca de tres mil migrantes, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) con sede en Tapachula, reveló que el 57 por ciento aceptó que se iría de Chiapas en un plazo de entre tres a 12 meses; el 30% dijo que esperaría hasta su resolución migratoria y el resto (13%) manifestó que se quedaría de por vida.
Jassiel no sabe si su futuro siga siendo en la geografía chiapaneca, sin embargo, augura que la barbería no se quede solo en atender y dejar satisfechos a sus clientes, sino que desea echar andar una academia, para enseñar a otras generaciones. “Lo que te puedo decir es que vivo mi ‘sueño americano’ en Chiapas”, confiesa sin titubeos.
Para alcanzar lo que ha hecho hasta hoy, Jassiel, quien también desea, en algún momento, concluir su Licenciatura en Administración de Empresas (que dejó trunca en una universidad chiapaneca), tuvo que pasar por un proceso complicado, e incluso hubo un momento en que la desesperación se apoderó de él.
A pesar de que desde hace un lustro está en Tuxtla, los primeros años fueron difíciles, pues trabajó en algunas peluquerías, pero no conseguía el dinero suficiente o al menos no lo que él necesitaba.
La suerte comenzó a cambiar cuando conoció a un mexicano que, sin dudarlo, lo apoyó con dinero para que pusiera su propio negocio; “pero antes, ayudé a levantar un establecimiento de una amiga, me dio la oportunidad, le metí mucha publicidad en redes sociales, los ‘tiktoks’, y pegó, pero ya después emprendí el vuelo, ya tenía bastante clientela”.
Lo mejor de todo, es que los frutos de su esfuerzo y dedicación han alcanzado a más personas que dependen de las dos barberías con las que ya cuenta en la capital tuxtleca, como el caso de su primo hermano y de un amigo, originario de Pijijiapan, en la Costa chiapaneca.
Incluso, presume, se da el lujo de mantener a su madre y a su media hermana, quien es mexicana. “Uno piensa que cuando alguien se va de migrante y llega a otro lado, ganan bien, que les va a todo dar, pero no es así, y eso lo vi con mi mamá, por eso ahora veo por ella, porque no me imagino el gran esfuerzo que hizo por muchos años, para conseguir un recurso extra, en propinas, y enviarlas a Honduras”.
MIGRANTES GENERAN RIQUEZAS
Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para Refugiados (ACNUR), entre los años 2016 y mayo de 2022, cerca de 21 mil 935 personas refugiadas y solicitantes de asilo fueron reubicadas dentro de México desde estados del sur, donde las oportunidades de integración y los servicios para las personas reconocidas como refugiadas son limitados, a 11 ciudades del centro y del norte del país. La mitad de estas reubicaciones se logró en los últimos diez meses.
De hecho, refiere que, junto a la Agencia de la OMNU para Refugiados, lograron esa reubicación e integración gracias a un innovador programa que los ha ayudado a reiniciar sus vidas en sus nuevas comunidades en México. Entre otros detalles, comentó que más del 70 por ciento de todas las solicitudes de asilo en la República Mexicana se presentan en Chiapas.
Por ello, especifica que el Programa de Reubicación e Integración Local ayuda a la población refugiada y solicitante de asilo a trasladarse voluntariamente e integrarse en ciudades del centro y norte del país, donde la oferta laboral y de vivienda, así como los sistemas de educación y salud, facilitan la integración efectiva.
En ese sentido, el ACNUR destaca que apoya a las personas que participan en el programa con alojamiento temporal, orientación cultural, formación profesional, matriculación escolar y colocación laboral.
Según un reciente estudio de Naciones Unidas, solo 10% de las personas refugiadas en el sur de México tenía empleo y 17% contaba con trabajos informales esporádicos.
Después de su reubicación, 92% ya poseía un empleo formal, con ingresos que eran, en promedio, 60% más altos que en el sur. En la actualidad, más de 250 empresas nacionales y multinacionales emplean a personas refugiadas como parte del programa.
Subraya que las personas participantes en el programa contribuyen anualmente con más de 117 millones de pesos mexicanos en impuestos y contribuciones estatales.
SUS EMPLEADOS, SUS “HERMANOS”
Jassiel sabe de la importancia de emplear a más chavos como él, sean de donde sean; incluso, la mayoría trabajó con él cuando también andaba en la búsqueda de mejores oportunidades, en sus primeros años en tierras chiapanecas, entre ellos dos chavas de Honduras y uno de El Salvador, a quienes les ha enseñado a mejorar las técnicas de cortes y dibujos en las cabelleras humanas que hacen las veces de lienzos.
Carlos Daniel Simons, su primo hermano, acepta que es una prueba de que las oportunidades hay que aprovecharlas, aunque éstas lleguen fuera del lugar que lo vio nacer.
Tras recordar que, en su caso, no sabía nada de barbería y que incluso cuando llegó a Chiapas incursionó en una peluquería como improvisado, confiesa que la suerte corrió con él.
“Estudié soldadura allá en Honduras, pero para mí era muy pesado, pues sufro de migrañas, entonces tenía que buscar algo que no implicara mucho esfuerzo, y fue por mi ‘hermano’ (Jass) que me aventé a cortar cabello”, rememora.
Sin embargo, Carlos Daniel sabe que, de haberse quedado en su tierra, quizá ya no estaría vivo, pues tenía amigos pandilleros, y vio cómo era el negocio del trasiego de drogas, e inclusive cómo muchos de sus “brothers” cayeron abatidos por las balas del crimen organizado.
Sin embargo, por Jass, él sabe que hoy tiene una oportunidad de oro y, por supuesto, no la ha desaprovechado, al grado que ya es un experto en los cortes. “Es increíble, pensé que esto no era lo mío, pero tenía mucha hambre, a mi familia, dos hermanitos pequeños”, dice el joven de 24 años.
Asimismo, dice que uno de sus sueños es también tener su propia barbería para emplear a más chavos migrantes, para que no caigan en manos de los vicios o de la misma delincuencia.
Moisés Arce, por su parte, tuvo la fortuna de conocer a Jass hace tres años en una barbería de Tuxtla, donde fueron compañeros; pero una vez que este último pudo echar andar su propio proyecto, no dudó en la propuesta de ser parte del mismo.
A sus 27 años y con solo la primaria terminada, el originario del municipio de Pijijiapan, Chiapas, sabe que hoy tiene una mejor oportunidad para sacar adelante a su esposa y a sus cuatro hijos, todos menores de edad (una recién nacida).
“Llevo como una década en esto, comencé en el oficio a los 16, con unos familiares que también le saben a esto, entre ellos mi hermano”, cuenta quien, de igual forma, ha trabajado como albañil o despachador de una tortillería.
Sin embargo, con Jass ha visto más avance pues, aunque antes, en otro establecimiento, le daban un sueldo, no le alcanzaba así como ahora que, incluso, lo que obtiene al día en “Barber Jass” es mucho más. Aunque, como Carlos Daniel, también piensa en crecer y tener su propio negocio.
Lo que puede asegurar Jassiel Simons, de nueva cuenta, es que no todos los migrantes son malos, y si salen de países como el de él, es porque se quieren superar, e incluso dejan las drogas y buscan de Dios.
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