CD. VICTORIA.- "¡Coco, coco!", le grita la señora Lidia Loredo Gómez a su mascota desde el patio de su casa hacia la laguna que se encuentra justo a un lado. Ella vive en una vivienda del fraccionamiento Joyas de Miramapolis, en Ciudad Madero, Tamaulipas.
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Al poco tiempo del llamado (“¡Coco, coco!”) se observa que algo se comienza a mover en la vegetación acuática, de pronto asoma la cabeza un enorme cocodrilo de aproximadamente tres metros. Es su mascota.
“Coco” moviliza su gran cuerpo hacia un canal que atraviesa las viviendas de este conjunto habitacional. Se ve imponente por las dimensiones de su cuerpo y una gigantesca mandíbula. Y pese a lucir intimidante, su comportamiento siempre ha sido inofensivo.
El animal sale y se coloca justo debajo de la vivienda de doña Lidia, quien lo bautizó con el nombre de "Coco" y casi de forma diaria, lo alimenta, ya sea pollo, comida que ha quedado rezagada en su casa o cualquier cosa que se encuentre en el refrigerador. “Coco” siempre tiene hambre.
El caso ha sorprendido a los vecinos, quienes han intentado llamar al cocodrilo por su nombre, pero todos los intentos son fallidos, porque este cocodrilo solo obedece a Doña Lidia.
La señora cuenta que todo comenzó hace más de 10 años, cuando llegó a vivir a este fraccionamiento y veía al cocodrilo que salía a tomar sol cerca de su casa.
“Todos los días salía a gritarle y hasta chiflarle, pero nunca hizo caso. Con el paso del tiempo decidió ponerle nombre, pero (al saurio) parecía no importarle”. Después, sigue narrando Doña Lidia, comenzaba a voltear ante tanta insistencia y finalmente optó por caminar hacia ella, que fue el inicio de la interacción cocodrilo-humano.
VECINOS IMPIDEN QUE SE LLEVEN A “COCO”
Protección Civil acudió para tratar de llevarse a “Coco” hacia otro lugar, por temor a que pudiera ocurrir alguna situación de riesgo, pero los vecinos se juntaron e impidieron que se lo llevaran.
"Es parte de mi familia", dice orgullosa Lidia. Pero eso no es todo, también ha aprendido a convivir con las iguanas. También llega a una de las rejas que conectan a la laguna y al chiflar, comienzan a bajar iguanas de los árboles y se acercan para comer pan francés que ella les ofrece.
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