Miles de migrantes principalmente centroamericanos y latinoamericanos pero también africanos y hasta asiáticos han estado caminado a lo largo de días sobre las carreteras de Oaxaca, sin embargo, ya sea a pie, en aventones y hasta en bicicleta se han trasladado por el estado tras el inesperado cierre del módulo migratorio que instaló el pasado 5 de agosto, el Instituto Nacional de Migración (INM) en el municipio istmeño de Tapanatepec, Oaxaca.
Sin embargo, los riesgos de un atropellamiento aumentan, pues en este vía de comunicación los tráileres y camiones pesados circulan a altas velocidades y durante todas las horas del día y la noche.
Esta situación se originó justo después de que ninguna de las personas migrantes pudo obtener su Formato Migratorio Múltiple (FMM), cuyo permiso para circular libremente por territorio oaxaqueño dejó de darse desde el pasado viernes, lo que afecto a cientos de migrantes.
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No obstante, a pesar de que se les puede ver a todas horas caminando sobre las autopistas, los autobuses no los levantan, y son pocos quienes les dan aventones, y quienes más padecen este largo y cansado trayecto son los menores.
Y son los más jóvenes y los que viajan solos los que por lo general piden aventones para avanzar más rápido y llegar primero a la capital de Oaxaca, después a la Ciudad de México y finalmente a la frontera norte.
No obstante, como lo mencionan los mismos migrantes caminar en caravana borra las nacionalidades, en el trayecto todos se ayudan, se comparten agua y algunas golosinas para aminorar el largo trayecto.
Este es el caso de Ricky y Saúl migrantes venezolanos que con el fin de avanzar un poco más rápido en su camino compraron una bicicleta en Niltepec, poblado vecino de Tapanatepec y así han podido avanzar de una manera mas rápida.
“Nosotros vamos a Atlanta, ya tenemos familiares que nos están esperando, por eso solo pedimos el permiso, no venimos a molestar a nadie, solo queremos pasar México y ya, pedimos que migración no nos detenga y nos deje pasar”, agregaron.
A su vez, Julieta y sus dos hijas de 9 y 1 año de edad respectivamente son nicaragüenses y las tres van con el sueño de llegar a Estados Unidos, en donde se reencontrarán con sus familiares.
Ellas tres junto con otros veinte nicaragüenses viajaron en lancha de un lugar de Chiapas, el cual no recuerdan pero qué duró cerca de 8 horas hasta llegar a la pesquería de Puerto Paloma, a 30 minutos de dónde estuvo instalado el campamento móvil.
“ Llegamos aventurados de que conseguiríamos un permiso, nos habían dicho que hasta el 15 de diciembre y era mentira, ya no encontramos nada y ahora vamos caminando, cansadas pero resistiendo... no nos queda más que pedir dinero, ayuda, la gente buena nos da, solo así avanzamos, no podemos retroceder, no podemos volver a nuestros países, acá nadie se raja, somos uno mismo” concluyó Julieta.