TUXTLA GUTIÉRREZ.- Agustina tenía 13 años de edad cuando sus padres recibieron una “dote” (pago o regalo) para que fuera mujer de un indígena tseltal del municipio de Chilón, ocho años mayor que ella.
El hombre, dedicado a la siembra de maíz y frijol, se la llevó de San Cristóbal de Las Casas, de donde la niña era originaria, para que ambos empezaran una vida juntos en otra localidad de la selva chiapaneca, Ocosingo, donde con el paso del tiempo procrearon cuatro hijos.
Sin embargo, Agustina, mujer tsotsil, nunca imaginó que durante casi una década no solo viviría en pobreza, sino que sería violentada por quien la “compró”. Por ello, un día, cansada de los golpes recibidos por parte de su marido alcohólico y drogadicto, decidió tomar herbicida. La mujer fue hallada muerta en el patio de su vivienda.
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Lo peor de todo, cuenta su familia, es que el agresor consiguió al poco tiempo otra pareja y abandonó a sus pequeños. “Fueron las hermanas de Agustina quienes se encargaron de esas criaturas, algunas de las cuales hoy ya son profesionistas”, revela uno de los allegados a la víctima de suicidio, ocurrido en 2017.
UNA HERIDA QUE NO SANA
Vientos Culturales, una organización radicada en la región Altos de Chiapas y que, a través de la película llamada Kuxlejal (Vida) busca implementar una estrategia contra el suicidio, lanzó en su página de Facebook un triste, pero a la vez enérgico mensaje el pasado 20 de octubre: “Compartimos el dolor y la tristeza de las y los jóvenes del Telebachillerato de Zinacantán por la partida de su compañera María Isabel. Condenamos las causas”.
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Asimismo, en otro “post” agregó: “La violencia machista, los tratos humillantes, el matrimonio forzado, la limitación de la libertad personal, son causas del suicidio”, como el que vivió esa joven indígena.
En un documento emitido hace unos días, la Red por los Derechos de las Infancias y Adolescencias en Chiapas (Redias) puso en entredicho las cifras “oficiales” que ponen a Chiapas como uno de los estados por debajo de la media nacional en casos de suicidios, sobre todo de adolescentes y jóvenes, es decir de 4.4 por cada 100 mil habitantes.
Esa cifra, argumentó, “contrasta con lo que las organizaciones observan en su trabajo diario en campo en los diferentes municipios de los Altos de Chiapas”.
Por ello, desde inicios de este año, Vientos Culturales implementó la campaña antisuicidios para recorrer escuelas secundarias y preparatorias de esa zona de la geografía chiapaneca y así hablar a profundidad del tema.
La depresión, las autolesiones y el suicidio se han convertido en constantes entre la población de esos niveles educativos, aseveró. Incluso, puntualizó que en municipios indígenas como Chenalhó y San Andrés Larráizar detectó un grave problema de salud mental entre adolescentes y jóvenes.
Evidenció además que las y los adolescentes han externado su angustia ante la falta de espacios de participación, la criminalización y las estrictas normas comunitarias Relacionadas con el noviazgo-casamiento en la región.
PRESIÓN FAMILIAR Y ALCOHOLISMO
En entrevista, Esteban Girón Guzmán, antropólogo originario de Tenejapa, manifestó que, sin duda uno de los factores que llevan a los jóvenes a quitarse la vida, al menos en su municipio indígena, se debe a los malos tratos y presión familiar que padecen durante su vida.
“Hemos visto un incremento de los suicidios, sobre todo el mes pasado (octubre), y principalmente de chavos”, dijo, al tiempo de asegurar que también han visto otro fenómeno: muchachos o muchachas que, sin una causa bien definida, se colgaban.
Sin embargo, comentó que otro factor determinante es el consumo excesivo de bebidas alcohólicas, sobre todo en gente de 26 a 35 años de edad.
A nivel nacional, argumenta Redias con base en datos del Inegi, esta problemática representa la tercera causa de muerte entre población de 10 a 14 años y de 15 a 24 años. Desde el 2012, se ha dado un aumento progresivo en la tasa de muertes por presunto suicidio por lo que se ha pasado de 4.7 en 2012 a 6.6 por cada 100 mil habitantes para el 2021.
ENCUESTA REVELADORA
Vientos Culturales efectuó este mismo año una encuesta a 631 adolescentes de algunas comunidades indígenas de los Altos de Chiapas sobre la percepción de conductas de daño que hay en el lugar donde viven.
Según el estudio, el 50% de los entrevistados expresó que no le permiten opinar, 28% que hay amenazas, 48% que hay rechazo, 35% que se obliga a hacer cosas que no quieren; 21.5% que en su contexto se “tocan partes íntimas del cuerpo sin permiso”, es decir, hay abuso sexual; y 70% dice que “pasan cosas malas” en el lugar donde viven.
Además, al preguntarles sobre conductas autolesivas, reveló que el 23.5% percibe que en el lugar donde viven “han intentado matarse a sí mismos” y 30% percibe que “se lastiman o se cortan a sí mismos”.
“Estos datos expresan la percepción sobre el contexto sociocultural donde habitan; no es que les haya pasado a ellas y ellos, pero sí da cuenta de cómo se encuentra el entorno”.
No obstante, refirió que esos mismos adolescentes también perciben en su entorno aspectos positivos: 96% percibe que hay apoyo o ayuda, 85% cree que defienden a los que están en problemas, 87% valora que dan cariño y 88% que se escuchan.
“Estos resultados ponen en evidencia que no todos los contextos son completamente violentos o completamente positivos, y nos hace pensar que en los propios contextos existen elementos para contrarrestar las violencias y fomentar ambientes positivos”, subrayó.
Dentro de las propuestas identificadas por las y los jóvenes, se encuentran la necesidad de mejorar la comunicación en las familias entre padres-madres e hijas-hijos.
JUAN LIBRÓ LA MUERTE, DE MILAGRO
Juan es originario de Ocosingo y desde hace tres años se estableció en Tuxtla Gutiérrez, capital de Chiapas, porque en su comunidad indígena las oportunidades eran cada vez más escasas y tenía que mantener a tres hijas y a su esposa.
Con machete en mano y una bomba para fumigar, el varón de tez morena y estatura baja, comenzó a recorrer varias colonias para ofrecer sus servicios como podador de árboles o “para matar el zacate”.
Sin embargo, manifiesta en una plática con La Silla Rota, “me ponía mal porque no me daban mucho trabajo y tenía que alimentar a mi familia”.
Desesperado, confiesa, un día se quedó solo en casa, por ello colgó una cuerda en una viga de madera, luego la ató a su cuello y se dejó caer. Sin embargo, el “travesaño” no aguantó su peso y se desprendió.
“Estaba muy desesperado, porque también, de repente, sentía algo raro en mi cabeza, y me venía un desgano, y como que se me iba el avión un poco; tuve que ir con curanderos para que me ayudaran, y al parecer sí funcionó, porque desde hace como un año no me pasa ese pensamiento otra vez”.
Juan sabe que hay días difíciles, pero está consciente de que, si camina un poco más de lo normal, le dan empleo y, con lo que saca, puede llevar comida a sus hijas y a su mujer. “Ya no me pasa la idea de suicidarme, y eso le agradezco a Dios”, señala.
NARCO Y MIGRACIÓN
Para la socióloga Patricia Díaz, solo en San Juan Chamula, municipio de donde es originaria, ha visto cómo más jóvenes se quitan la vida, lo que atribuye a varios factores, pero principalmente a uno: la presencia cada vez más elevada del narcotráfico y, por ende, el consumo de drogas ilícitas entre esa población.
Otra posible causa de que este fenómeno se haya elevado, dijo, es la migración de cientos de padres o madres hacia otras entidades del país o incluso a Estados Unidos, pues dejan en el abandono a sus hijos, quienes caen en depresión.
Hace como 15 años, recordó, no escuchaban en San Juan Chamula sobre el narcotráfico, así como ya es común en la actualidad, “ni en las escuelas existía tanta drogadicción, pero todo esto ya es evidente, y lo peor es que nadie hace nada”.
Dejó en claro que en su localidad hay mucha gente que compra esos estupefacientes, pero también muchos que lo trafican, “y a eso se le suma que esos chavos quedan abandonados, o encargados con tíos, abuelos, u otros familiares; son descuidados”.
Por su parte, Marco Girón, antropólogo social, mencionó que otra situación que ha observado es la falta de oportunidades, lo que ha provocado mucha desestabilización y una violencia exacerbada.
Ejemplificó el caso de la zona Norte de San Cristóbal de Las Casas, con la presencia cada vez mayor de delincuentes, la mayoría jóvenes, “el narcotráfico o donde se consumen estupefacientes no entran en un espacio en donde hay oportunidades, al contrario, y ahí tenemos las consecuencias”.
Ante este panorama, Redias advirtió que es preocupante el abandono, la indiferencia y la falta de una política pública enfocada a las problemáticas de la población adolescente para escucharla, comprender y atender sus necesidades.
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