TUXTLA GUTIÉRREZ.- Bajo dos carpas improvisadas, y sin un lugar dónde sentarse ni dormir, permanecen alrededor de 60 familias indígenas tsotiles que, desde el pasado fin de semana, huyeron de la comunidad Santa Martha hacia la localidad Majomut, del mismo municipio de Chenalhó, Chiapas, debido a que un comando de su misma población quemó casas y asesinó, según los afectados, a cerca de 20 personas.
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Hace cuatro años, una controversia agraria le dio la razón a Santa Martha sobre la disputa de 22 hectáreas con el pueblo vecino de Chalchihuitán; sin embargo, los primeros se dividieron hace poco tiempo y comenzó otro problema que estalló el pasado 29 de septiembre por el control de esa extensión de tierra "recuperada".
Reynaldo Pérez, defensor de derechos humanos que acompaña a los más de 130 pobladores desplazados, de los cuales cerca de 80 son niños y niñas y hay al menos dos embarazadas, asevera que apenas este jueves les informaron que el agente de su localidad, Juan Luis Morales, fue descuartizado y sus restos metidos en una bolsa para sepultarlo y no dejar evidencias.
"Los agresores comenzaron a esconder los cadáveres y también las armas para que, cuando en su momento entre el operativo, no haya evidencias", asevera el entrevistado, quien refiere que la cifra de asesinados sería mayor, pues muchos se escondieron entre el monte, milpas o las montañas y no saben qué más ocurrió.
OPERATIVO FALLIDO
Este jueves, un convoy de elementos de la Guardia Nacional, de la Secretaría de la Defensa Nacional y de las policías estatal y de Chenalhó, no pudieron continuar hacia Santa Martha debido a que, advirtieron, se carecía de las condiciones de seguridad.
Incluso, le dejaron en claro al grupo de periodistas que lo seguía, entre éstos el corresponsal de La Silla Rota, que ellos no se responsabilizarían si les ocurría algo en caso de seguir. Por ello, dieron marcha atrás a la altura del camino del ejido Belisario Domínguez-San Antonio Caridad-crucero Santa Martha.
En la cabecera municipal de Chenalhó se respira una tensa calma, pues ahí se mantiene la presencia policiaco-militar, en espera de que haya "luz verde" para ingresar a Santa Martha, donde el peligro es latente.
Tras dejar en claro que el gobierno no ha hecho nada por implementar una acción de desarme, Jesús Jiménez Velasco, comisariado ejidal, comentó que los agresores utilizan, por lo regular, rifles R-15 para amedrentar. Inclusive, subraya que Santa Martha ya está tranquila, y que algunas familias regresaron a sus propiedades.
"Es falso que haya 30 personas muertas; solo hubo dos muertos, una persona que fue asesinada en el momento y otra en el hospital. Pero no sé otra información", menciona.
Para él, la molestia nació en un grupo de 60 pobladores cuando, por acuerdo comunitario, se prometió otorgarle un lote de 25 por 25 metros cuadrados a cada habitante o familia del total de 22 hectáreas ganadas a Chalchihuitán hace 4 años.
LA CRUDA REALIDAD
Mientras tanto, en el campamento de Majomut, los pequeños juegan entre el lodo, la neblina y sobre un montículo de material pétreo. Otros aprovechan el agua aún cristalina de un arroyo que, a su paso, también "acarrea" la grava que baja de un cerro que hace las veces de un banco de extracción de ese tipo de material.
Por un momento, el grupo de desplazados hace una oración en su lengua, el tsotsil y, entre lágrimas, solo pide el apoyo del Todopoderoso. "Estamos tristes, solos, y con miedo porque muchos de nuestros familiares se quedaron en Santa Martha, y no sabemos si aún viven", confiesa un hombre que, de paso, le solicita a este reportero que no revele su nombre porque él, además de ser testigo de varias ejecuciones, dejó a sus dos niños en ese lugar tras la huida que emprendieron el domingo pasado.
De nueva cuenta, Reynaldo "saca la cara" por los afectados y le exige al gobierno que no los olvide, pues hasta este momento no han recibido ningún tipo de ayuda como alimentos o atención médica, sobre todo para las mujeres en estado de gestación y para algunos enfermos.
Por su parte, otro padre de familia muestra su teléfono celular con algunas fotos, entre éstas una mujer muerta, y luego confía unos audios en su idioma que revelan el momento en que algunos comisariados ordenaban la ejecución del agente Juan Luis Morales.
"Ahí tenemos las pruebas suficientes, donde se advierte que él estaba en su cafetal y ahí lo iban a matar", asevera otro de los afectados.
Otro poblador desplazado, por su lado, cuenta cómo se agudizó el problema desde el jueves de la semana pasada. Para el sábado, agrega, hombres armados entraron a su casa y mataron a uno de sus vecinos que se había refugiado allí, y luego vio cómo fueron asesinados, con armas largas, otros cuatro más. "Yo escapé por milagro de Dios", confiesa.
Margarita Velasco no para de llorar solo de recordar que, en su propiedad, se quedaron sus animales, entre éstos sus gallinas. De milagro, revela, logró huir junto a su esposo y cuatro niños.
Ella también fue testigo de cómo los hombres armados incendiaron viviendas y carros, y mataron gentes, hasta que se pudieron esconder entre el monte. "También quemaron mi casita. Me caí, estoy lastimada", añade.
¿INJERENCIA DE LOS MACHETES?
Este miércoles, la Sociedad Civil de Las Abejas de Acteal, en Chenalhó, advirtió en un comunicado que, en estos hechos violentos ocurridos en Santa Martha, supuestamente habrían participado integrantes del grupo autodefensa del municipio de Pantelhó, conocido como Los Machetes.
Esta versión generó el descontento entre los desplazados. Al respecto, Reynaldo Pérez condena que esta organización emitiera un argumento "falso".
Durante su discurso ante los medios de comunicación que llegaron hasta Majomut, el activista y delegado del Frente Indígena Latinoamericano de Chiapas señala que la gente afectada no es paramilitar, como se ha difundido.
"Pero lo que sí exigimos es cárcel y el desarme de los que sí son paramilitares en Santa Martha. Solo pedimos justicia".
La situación en Majomut es complicada. De hecho, cuentan los afectados, siguen llegando más familias en busca de refugio.
Juan, en su oportunidad, recuerda que él y su familia huyeron de Santa Martha desde finales de junio pasado, porque lo comenzaron a amenazar y, por el miedo, dejó su tierra y a dos de sus hijas, con quiénes no ha tenido contacto de ninguna forma.
La lluvia y la neblina caen con más fuerza sobre el campamento improvisado en Majomut, y las esperanzas de moverse de ahí son aún inciertas. A las familias les corroe el pánico, por eso cierran los ojos, lloran y alzan sus manos al cielo para implorar la ayuda de Dios.
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