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En nombre de Dios, “El Machete” se arma contra el narco en Pantelhó +video

La Silla Rota se mete a San José Tercero, el ejido que cambió los cultivos de maíz y frijol, por las balas

Escrito en ESTADOS el

PANTELHÓ.- Con una oración en sus lenguas nativas, el tsotsil y el tseltal, cerca de 3 mil pobladores indígenas de 86 comunidades le dieron la bienvenida a los integrantes del grupo autodefensa “El Machete”, cuyo objetivo será defenderse de quienes, por más de dos décadas, han sembrado terror y balas en este municipio considerado de extrema pobreza en las montañas de la región Norte de Chiapas.

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“Estamos cansados de la violencia, de que nos violen nuestros derechos humanos… no queremos un narcoAyuntamiento, no queremos un narcogobierno, no queremos drogas, no queremos armas”, manifiesta una mujer con pasamonañas, mientras, en un español accidentado, lee la postura y la razón del génesis de un grupo que se tuvo que armar con pistolas, rifles de alto poder y machetes, para defenderse de quienes han asesinado a cerca de 200 habitantes, en el mencionado lapso.

En Pantelhó, la tierra rodeada de pinos encinos y donde veneran a Santa Catarina y al Señor de Esquipulas, desean la paz. Desde principios de este año, ésta se esfumó casi en su totalidad: por eso nació “El Machete” en el ejido San José Tercero, cuyo acceso es complicado, debido a que se tiene que atravesar un camino de terracería para llegar a él.

MAÍZ Y FRIJOL ¡SÍ!, ¡ARMAS DE FUEGO ¡NO!

En una cancha de baloncesto de esa comunidad que sirve como espacio para las asambleas, las miles de “almas”, entre católicos tradicionalistas y cristianos evangélicos, imploran al todopoderoso que llegue la tranquilidad, que puedan cultivar su café, maíz y frijol, su principal fuente de ingresos, de autoconsumo para subsistir.

Los machetes, en su mayoría jóvenes cubiertos con pasamontañas, cubrebocas y otros accesorios para mantenerse en el anonimato, sostienen los fusiles y las metralletas, esas armas con las que, según ellos, combatirán a los principales culpables de esta oscura realidad.

Son directos: acusan a los Herrera (Autroberto, actual alcalde de Pantelhó y su hijo Dayli de los Santos) y al presidente electo el pasado 6 de junio: Raquel Trujillo Morales. En su “lista negra” sobresalen más nombres, al menos una decena más de, según ellos, matones a sueldo, de narcos.

Aunque en esta localidad hay cientos de soldados y elementos de la Policía Estatal, el grueso destacamentado en su cabecera y un poco más en el municipio vecino de Chenalhó, la tensa calma continúa. Aún se observan árboles talados que sirvieron de barricadas, y los vehículos incendiados en el más reciente enfrentamiento que dejó al menos una decena de uniformados heridos, de los cuales seis eran de la Guardia Nacional.

Durante la presentación del grupo autodefensa “El Machete”, en una lona se dibuja la imagen de Enrique Pérez Pérez, una de las últimas víctimas del crimen organizado. Un hombre, vestido de traje militar y cubierto del rostro, lamenta este hecho. “Era mi amigo, trabaja en su parcela cuando llegaron y lo mataron a balazos”, recuerda.

Sin embargo, también cuenta que, hace como dos años, su hija menor fue secuestrada por los “narcos del Ayuntamiento”. De milagro, acepta, fue rescatada, por eso su coraje se acumula y sabe que es tiempo de tomar las armas para defenderse.

“Si llegamos a pedir justicia con las autoridades municipales, u otras, no nos hacen caso”, lamenta quien, de forma continua, niega ofrecer algunos datos que los reporteros le preguntan, como su nombre.

FUNCIONARIA ES CUESTIONADA Y DUDA…

En la ceremonia de presentación, Josefina Bravo Rangel, comisionada para la Paz por parte del gobierno federal y en representación de Alejandro Encinas, tomó el micrófono para dar una palabra de esperanza a los presentes. Dentro de su “abanico” de promesas, manifestó que lo primero será establecer una mesa de diálogo entre los gobiernos del estado y federal y ellos, las víctimas de las balas.

No obstante, no supo cómo manejar los cuestionamientos de algunas periodistas, quienes le insistían en la estrategia para garantizar la paz de nueva cuenta en Pantelhó y sus alrededores. Nerviosa, por momentos, respondía casi con el mismo argumento: entablar el diálogo.

En Pantelhó, ahora, esperan “destrabar” una problemática para volver a ser un municipio “lleno de gracia”, y no bañado de sangre por la lluvia de plomo que, el crimen organizado, se ha encargado de esparcir, a costa de la tranquilidad de quienes no comulgan con su forma de ganarse la vida, de obtener el poder.

Mientras las hileras de jóvenes armados retornan hacia sus puestos luego de ser presentados ante las comunidades y la prensa, el hombre vestido de militar, al que le mataron a su mejor amigo y le plagiaron a su hija hace como dos años, advierte que hay otra preocupación: desactivar las bombas “sembradas” en algunos sectores por parte de los criminales.


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