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Tarecuato: víctimas de masacre eran jornaleros, estudiantes y deportistas

Los tres adultos, un joven y seis adolescentes fueron en busca de panales con abejas para las ofrendas de Día de Muertos; fueron asesinados a tiros

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Escrito en ESTADOS el

TARECUATO.- Las 11 víctimas asesinadas la noche del lunes en Tarecuato, municipio de Tangamandapio, Michoacán, no eran delincuentes. Se trata de jornaleros, estudiantes y deportistas de esa comunidad, informaron pobladores y familiares.

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“No se merecían morir como los asesinaron; todos eran personas de bien que nunca ofendieron a nadie; no son criminales y tampoco animales”, era el clamor del pueblo en las calles de ese lugar ubicado a 135 kilómetros de la capital michoacana.

Relataron que, por la tarde, los tres adultos, un joven y seis adolescentes fueron en busca de panales con abejas para colocarlos en las ofrendas de Día de Muertos.

Contaron que esa es la tradición cultural de ese lugar, para recordar a sus seres queridos, fallecidos durante el último año.

Narraron que los 11 habitantes salieron del pueblo a las 5 de la tarde y regresaban de recolectar los panales para adornar sus ofrendas, cuando fueron interceptados por un grupo armado.

Dijeron que los criminales los bajaron de sus vehículos y les dispararon; incluso les dieron el tiro de gracia.

Eso fue una ejecución, porque ninguno de los pobladores portaba armas, ya que te repito, eran gente de trabajo, de estudio y que hacían deporte”, reiteró un poblador

Los cuerpos quedaron sobre el camino de terracería Tarecuato-Los Ucuares, a la altura del predio conocido como Los Lavaderos.

Se trata de seis adolescentes de entre 14 y 17 años de edad; también tres jóvenes de 19 años y dos adultos de 34 y uno más de 31, quienes regresaron muertos a su comunidad.

Todas las víctimas fueron golpeadas hasta quedar desfigurados y después recibieron el tiro de gracia. Sus cuerpos fueron encontrados cerca de las 8 de la noche del lunes.

TRAGEDIAS DOBLES: ¡NO ERAN ANIMALES!

Dos hermanos de 14 y 18 años de edad estaban entre las víctimas; uno de ellos dejó la escuela para dedicarse al corte de aguacate; el menor, por la pandemia, no podía asistir a la secundaria y decidió aprovechar su tiempo para “ganarse un dinerito”.

Octavio, el primo de las víctimas, narra que ambos eran personas de bien; dedicadas a sacar adelante a su familia.

El mayor de los hermanos, incluso, tenía un bebé de 25 días de nacido que ya no pudo ver crecer “y eso nos encabrona, porque le cortaron su vida y la de su familia”.

Octavio, platica que sus dos primos jugaban fútbol en equipos locales y que eran bueno con el balón, por lo que representaron en varias ocasiones a su comunidad.

No tenían vicios; no eran criminales. Su pasión eran su familia y el soccer. Risueños como ellos solos y alegres. No entiendo por qué los asesinaron de esa manera. ¡No eran animales!

TRAÍAN GOLPES EN LOS DIENTES, QUEBRADURAS DE HUESOS Y EL TIRO DE GRACIA

Otra de las víctimas es Juan, un profesor y jornalero en las huertas de aguacate de la región.

Al igual que las otras víctimas, “Traía golpes en los dientes, quebraduras de huesos y el tiro de gracia”, narra uno de sus familiares.

José Luis, cuenta que toda la gente de la comunidad se dedica al campo; sin embargo,  “ahorita no pueden ir a sus labores por el miedo de que hay gente armada”.

No sé a qué vienen esas personas armadas, o a qué vengan; yo respeto el trabajo de cada quien; lo que ellos no respetan es a la comunidad

Platica que Juan, era soltero y su ilusión era tener una familia, vivir bien y tener hijos; formar un hogar.

Pero “ahorita se le quedó a la mitad todo eso y ahí se quedó su sueño, sepultado por la bala que le perforó el cráneo”.

Para José Luis, desde que empezaron los ataques en esa comunidad, los habitantes han perdido su tranquilidad, sus trabajos y ahora hasta su familia, reprocha.

Yo no vivo en paz; vivimos con miedo; salimos de casa y no sabemos si vamos a regresar. Juan salió de su casa y nunca regreso y no va a regresar

Como esas tres víctimas, las demás se dedicaban al corte de aguacate; eran jornaleros, deportistas y en el caso de los adolescentes, también estudiantes.

“No nos explicamos qué fue lo que sucedió, porque ellos solamente iban a cumplir con una tradición cultural de esta comunidad indígena de Día de Muertos y los muertos fueron ellos”, reflexiona en voz alta una comerciante del lugar.

SIN DEFENSA ANTE CRIMINALES

Esa comunidad tiene solamente 18 policías comunales, así como tres armas largas y tres cortas para combatir al crimen organizado y defender a su pueblo.

El personal policial fue capacitado para labores de seguridad e incluso tienen aprobados todos los exámenes de control y confianza.

Aún así, la Secretaría de Seguridad Pública del estado de Michoacán los ha ignorado, a pesar de los múltiples oficios que el Concejo Comunal ha enviado.

A pesar del multihomicidio, ni hubo cuerpos de seguridad., municipales, estatales o federales que arribaran a ese poblado ubicado en la franja de guerra entre el Cártel Jalisco Nueva Generación y Los Viagras.

Durante las exequias, los únicos que brindaron seguridad fue la Policía Comunal, con todo y sus limitaciones.

LOS LLANTOS INUNDAN LAS CALLES

Las calles de esa comunidad ubicada a 135 kilómetros de la capital michoacana fueron inundadas de lágrimas, exigencias de justicia y de clamor para recibir mayor seguridad.

Luego de ser velados en sus domicilios, los cuerpos de las 11 víctimas convergieron en un punto de ese lugar de siete barrios, para después iniciar el cortejo fúnebre.

El atrio de la iglesia de San Francisco, recibió uno a uno los féretros de las personas asesinadas, donde ya esperaban pobladores con globos y playeras blancas, que resaltaban entre la indumentaria de los indígenas de avanzada edad.

Tres cuadras pobladas de habitantes bastaron para que las vialidades colapsaran y al unísono de justicia, decidieran bloquear todos los accesos.

La misa de cuerpo presente fue oficiada en gran parte en purépecha, la lengua nativa de los pobladores que desafiaban el calor.

Enardecidos y con su dolor a flor de piel, los comuneros le prendieron fuego a una camioneta de redilas que transportaba aguacate y a otra más repartidora de leche.

Finalmente, los cuerpos de los jornaleros, estudiantes y deportistas, fueron sepultados en un ambiente de temor y de zozobra, que dicen sentir los pobladores ante el embate criminal. 



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