Viajar en coche con niñas y niños no es cualquier cosa. Lo he aprendido a la buena (y a veces a la mala) con mis sobrinos y las hijas e hijos de mis amigos. Ya sea en vacaciones, en el regreso a clases o simplemente en un trayecto largo por la ciudad, ir con peques a bordo cambia por completo la dinámica.
Con el tiempo, he descubierto algunos trucos que me han hecho la vida más fácil y los viajes más tranquilos —para ellos y para mí—. Aquí te comparto cinco cosas que me funcionan siempre.
1. Nunca salgo sin snacks ni agua
Sé que, si no llevo algo de comer, el viaje puede convertirse en un concierto de “¡tengo hambre!” cada 15 minutos. Así que me aseguro de empacar botanas prácticas y limpias: fruta en trozos, barritas, galletas secas.
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También llevo suficiente agua y evito los jugos o cosas pegajosas que puedan derramarse. Unas servilletas y toallitas siempre vienen bien.
2. Los peques van atrás, siempre
Desde que supe que el asiento trasero es el más seguro para ellos, no hay discusión. Cada uno va bien sujetado con su cinturón, y cuando eran más pequeños, usaban su silla infantil como se debe. Nada de sentarlos adelante, ni siquiera “tantito” para ver algo, aunque lo pidan.
3. Hago paradas planeadas (por mi sanidad mental)
Si el viaje es largo, me organizo para detenernos cada tanto. Sé que necesitan moverse, ir al baño o simplemente cambiar de ambiente. Y yo también.
Si puedo, elijo lugares con algo de espacio o que les llamen la atención. Así recargamos pilas y evitamos berrinches.
4. La tecnología es mi aliada (con límites)
Confieso que las tabletas y el celular me han salvado más de un trayecto. Antes de salir, descargo pelis, cuentos o juegos tranquilos que les gustan, y me aseguro de llevar baterías extra.
Eso sí, intento que no pasen todo el camino pegados a la pantalla. A veces cantamos, jugamos “veo-veo” o simplemente hablamos.
5. Reviso el coche como si fuera un viaje importante (porque lo es)
Ya aprendí que si algo va a fallar, será justo cuando no debe. Así que antes de salir, reviso los frenos, las llantas, las luces y todo lo esencial.
También llevo el seguro vigente, los papeles en orden y un botiquín básico por cualquier cosa. Al final, todo se trata de disfrutar el camino.
Viajar con niños no tiene por qué ser estresante. Con un poco de planeación y mucho sentido común, podemos convertir cada trayecto en una experiencia linda y segura.
Yo lo hago por ellos, pero también por mí: porque sé que los mejores recuerdos en familia no siempre están en el destino, sino en el camino.
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gph