El partido de octavos de final de la Copa Sudamericana entre Independiente y Universidad de Chile terminó en caos. En el estadio de Avellaneda se registraron graves disturbios que dejaron 22 heridos —dos en estado grave— y 111 detenidos, la mayoría aficionados chilenos.
Todo comenzó al cierre del primer tiempo, con el marcador 1-1 y la U adelante en el global. Hinchas visitantes arrancaron butacas y trozos de la estructura para lanzarlos hacia la tribuna rival. La tensión escaló cuando un grupo de seguidores de Independiente logró ingresar a la zona de los chilenos y los atacó violentamente. El episodio reavivó la eterna discusión sobre seguridad y barras bravas en Sudamérica.
De Santiago a Miami: violencia que traspasa fronteras
Este no es el primer episodio reciente con hinchas chilenos. En abril, un Colo Colo vs Fortaleza en la Copa Libertadores fue suspendido tras disturbios provocados por la barra brava Garra Blanca, en medio de la indignación por la muerte de dos aficionados atropellados antes del partido. El árbitro de aquel juego, el uruguayo Gustavo Tejera, fue curiosamente el mismo que dirigió el choque en Avellaneda.
La violencia también cruzó el continente. En julio de 2024, la final de la Copa América en Miami estuvo al borde del desastre cuando cientos de fanáticos ingresaron sin boleto al estadio Hard Rock. Hubo avalanchas, desmayos y enfrentamientos con la policía. El partido inició con 30 minutos de retraso, mientras las autoridades intentaban recuperar el control.
Una herida abierta en la historia del fútbol
El recuerdo de 2018 aún duele: la final River–Boca de la Copa Libertadores se trasladó a Madrid tras el ataque al autobús xeneize. Jugadores heridos, acusaciones cruzadas y un operativo de seguridad desbordado marcaron uno de los capítulos más polémicos del fútbol mundial. Pero la lista no termina ahí. En 2013 un joven de 14 años murió en Bolivia tras ser alcanzado por una bengala lanzada por hinchas del Corinthians, lo que llevó a duras sanciones contra el club brasileño.
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Ese mismo año, disturbios de barrabravas argentinos en Uruguay dejaron millonarios destrozos y muertes en peleas internas. La conclusión es inevitable: la violencia en el fútbol sudamericano no da tregua y, por ahora, sigue siendo una historia sin final.