LA DERECHA EN AMÉRICA LATINA

El fracaso de la izquierda latinoamericana y la burbuja mexicana

Chile se suma a una lista de países que están rompiendo el mapa ideológico de América Latina, entre ellos Argentina, Bolivia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Panamá, Paraguay, Perú y República Dominicana. | Alicia Fuentes

Escrito en OPINIÓN el

Hace apenas un sexenio los movimientos ideológicos de izquierda en América Latina parecían una marca distintiva de la región, pero después de un 2025 de virajes políticos, el 14 de diciembre pasado prácticamente Chile cerró el año dando un giro hacia una ideología política de derecha en Latinoamérica. Ahora el futuro inquilino del palacio de La Moneda será el ultraconservador José Antonio Kast, quien se suma a una lista de países que están rompiendo el mapa ideológico de América Latina, entre ellos Argentina, Bolivia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Panamá, Paraguay, Perú y República Dominicana

Pero qué explica este viraje ideológico en el subcontinente ¿la influencia de Donald Trump? ¿el agotamiento de los partidos de izquierda? ¿el hartazgo y la corrupción generalizadas? ¿la desilusión social por las promesas progresistas? Las explicaciones que enmarcan las derrotas electorales de la izquierda como parte de una conspiración mundial de la derecha, sólo simplifican la realidad para evitar la autocrítica

Los cambios electorales en Latinoamérica no tienen una sola explicación, son muchos los factores que se entrelazan para explicar el cambio de la orientación política de un gobierno, en este caso, el viraje hacia la derecha

Sin lugar a duda, la influencia estadounidense es un factor determinante en la región y el voluntarismo del presidente Donald Trump está influyendo en los asuntos regionales. En octubre sorprendió que en Argentina Javier Milei ganara las elecciones legislativas de medio término pese a las bajas expectativas, pues tenía anexas denuncias de corrupción, una economía tambaleante, escasas reservas internacionales y una devaluación monetaria. En ese contexto desalentador, un fuerte incentivo económico vino desde Washington, éste tomó la forma de un rescate financiero de 20 mil millones de dólares condicionado a los resultados electorales. 

En el caso de Honduras, Trump también ha intervenido en el proceso electoral del cual no termina de definirse un ganador pero que evidentemente está lejos de la izquierda representada por Xiomara Castro y su partido. Una situación similar se prevé en las elecciones presidenciales de Colombia en 2026, en donde Trump ha inoculado su agenda de seguridad en unos comicios que oficialmente aún no arrancan.

Por otro lado, el desgaste de los partidos de izquierda ya sea por pugnas internas, corrupción y/o falta de resultados, entre otros, han impactado en los procesos electorales. En Bolivia, país en el que por casi 20 años dominó el Movimiento al Socialismo (MAS) fundado por Evo Morales y quien ahora tiene una orden de detención por delitos de “violación, explotación y trata de personas”; la izquierda boliviana no logró definir a un candidato de consenso y tras las primarias, en agosto pasado, el MAS se ubicó en el tercer lugar de las preferencias electorales, lo que en octubre facilitó el triunfo de Rodrigo Paz Pereira, del partido Demócrata Cristiano, que se mueve en el centroderecha del espectro político. 

Esta tendencia en América Latina representa el cambio de un ciclo, no hay que olvidar que una constante en ciencias sociales es el cambio social. El vuelco a la derecha en Latinoamérica indudablemente deriva de la desilusión generalizada con las promesas progresistas de la reducción de la desigualdad y de la precarización del trabajo, así como el combate a la corrupción que proclamaban líderes carismáticos que se pensaron irreemplazables; también forma parte de un giro en las prioridades de la gente hacia la seguridad y el crecimiento económico. Al final esto representa un voto de castigo en el que los discursos conservadores encontraron eco en muchos jóvenes que vislumbran un futuro con pocas oportunidades. 

En el futuro cercano Brasil, Costa Rica, Colombia y Perú pondrán a prueba sus democracias en los comicios de 2026, en ellos es seguro que habrá candidatos de posturas opuestas que competirán contra el legado de los gobiernos en turno, no solamente contra liderazgos personales.

En México, al igual que Andrés Manuel López Obrador y muchos liderazgos de izquierda que están en entredicho en la región, Claudia Sheinbaum ha abrazado un discurso antisistema y antiimperialista, paradójicamente de entre todos los líderes regionales, ella es la única que tiene que resolver en buenos términos la relación con Estados Unidos, pues el vínculo asimétrico con el vecino del norte impacta en todos los ámbitos en México, no sólo en lo económico.

Por lo dicho este lunes pasado, Sheinbaum visualiza a México en una burbuja que lo aísla del exterior, como si el crimen organizado transnacional no existiera. Esa burbuja recrea una realidad interior paralela en donde no hay carencias, no existe la corrupción y prevalece el Estado de Derecho; en ella, incluso MORENA está a salvo de sus propios errores y trampas. 

La presidenta Claudia Sheinbaum insiste en contar con el apoyo popular por cumplir promesas y reducir la pobreza y la desigualdad; no obstante la dura realidad se impone; el futuro de su movimiento depende de mejorar las condiciones de vida de todos y cada uno de los mexicanos, en particular hay que atender las preocupaciones en torno a la seguridad y el progreso económico, y para que esto se logre va a tener que llegar a un arreglo con Trump, les guste o no; porque sin crecimiento no hay presupuesto que resista la presión de un gasto social orientado a mantener una base electoral y a compensar las deficiencias gubernamentales en salud, educación y empleo formal, por citar algunas.

Al final los votantes mexicanos tendrán la última palabra en 2030. La presidenta Sheinbaum hizo bien en reconocer que es un momento de reflexión para los movimientos progresistas en América Latina. Aún hay tiempo para asumir con seriedad que ha llegado el momento de remendar a la maltrecha izquierda mexicana para que dé resultados pronto, pero también hay tiempo suficiente para que la derecha se organice y saque provecho del negacionismo oficial.

Alicia Fuentes

@alifur1