El diseño de las boletas para la elección judicial será inédito. Se usarán dos tamaños y tendrán seis colores diferentes, uno para cada cargo. Cada listado estará organizado por género, en forma alfabética y se asignará un número a cada candidata o candidato. En ningún caso habrá fotografías de las y los aspirantes.
Con base en el modelo propuesto por la Comisión Temporal de la Elección Judicial del INE, en esta elección cada elector recibirá seis boletas, en las que no se cruzará ningún símbolo, pero sí deberá registrar 36 números que correspondan con las y los aspirantes de su preferencia.
El diseño incluye otros datos obligatorios como la entidad federativa, el distrito electoral, la circunscripción, el círculo y el distrito judicial, según sea el caso. Además especificará si la o el aspirante está en funciones o cuál fue el poder (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) que lo propuso. Por si fuera poco, también se podrían incluir los sobrenombres de las y los candidatos.
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El tamaño de cada boleta dependerá del número de cargos a elegir. Las de tamaño media carta serán para registrar hasta 64 candidaturas. Las de carta completo serán para más de 64, entre las que destaca la boleta para ministros y ministras de la Suprema Corte, en la que se prevé una lista de 81 candidaturas.
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El procedimiento está complicado, ¿no? Pues sí. Primero, porque estamos ante un enorme reto de comunicación política para que la ciudadanía tenga bien claro qué elegirá y cuáles serán los elementos que deberá analizar para tomar sus decisiones finales. Segundo, porque que no será nada fácil la capacitación de personas supervisoras electorales y de capacitadores asistentes electorales.
Aún más. Para identificar los números que tendrán las y los electores a su disposición, deberán dedicar muchas horas de su tiempo durante las campañas y llegar con notas a la casilla el día de la elección. Será difícil conservar en la memoria los nombres que necesita para marcar las boletas con su mejor decisión.
Otro escenario es que le dé prioridad a los cargos que juzgue de mayor importancia y deje el resto al azar. O que su decisión sea totalmente impensada. Justo como sucede en el juego de la Lotería Nacional que conocemos como Melate y Revancha, en el cual los apostadores eligen varios números de entre un universo del 1 al 56.
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Si el marcado de números en las boletas se llega a realizar sin ninguna información previa, estaremos frente a una nueva categoría para el análisis de las elecciones: el voto Melate. Será una variable muy diferente a las del voto indeciso, voto útil, voto castigo o voto en blanco que —en mayor o menor medida— configuran un voto más o menos informado.
Pero eso no es todo. En caso de que los partidos políticos se llegan a involucrar en forma directa en la elección, ya sea para establecer compromisos o acuerdos con algunos aspirantes, y movilizar las estructuras en su favor, veremos la creación de otra variable: el voto venganza o revancha. Esta sería un subconjunto de lo que conocemos como el voto clientelar.
Si las autoridades electorales quieren evitar las consecuencias negativas que provocará en la democracia el voto Melate y el voto Venganza, tendrán que elaborar una estrategia de comunicación política, sin precedente. La misión es doble: fortalecer los medios y mensajes que faciliten el voto informado y evitar la intromisión ilegal de los partidos políticos y autoridades gubernamentales en el proceso.
Con base en los análisis más profesionales y serios que se han realizado hasta el momento, es posible anticipar que no ajustarán los tiempos, procesos, ni presupuestos que generen las condiciones propicias que requiere el voto informado. La experiencia inédita que viviremos podría traer buenos resultados. Es lo deseable, sin duda, pero hoy parece poco factible.
Por si fuera poco, el INE anunció que no habrá conteo rápido, ni observadores, ni recursos para el Programa de prevención, atención y acompañamiento a mujeres en casos de violencia política, es evidente que se incrementará la desconfianza ciudadana en el proceso. De ser así, la abstención elevada será uno de los daños directos que provocará en nuestra democracia la elección judicial.
Ante este escenario, se ve poco probable que la oposición pueda canalizar el descontento o alentar actitudes de rechazo violentas que se tengan que lamentar. En contraste, lo más seguro es que la población termine por aceptar con tranquilidad y resignación los resultados. Al mismo tiempo dará a las autoridades la oportunidad para que corrijan, hasta la siguiente elección, los problemas y errores que desde ya se pueden anticipar.