En México, miles de mujeres enfrentan cada año embarazos, partos y puerperios marcados por prácticas institucionales violentas que vulneran su dignidad y derechos. No obstante, muchas de estas experiencias permanecen en la penumbra de las estadísticas oficiales.
La Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH), uno de los instrumentos nacionales más importantes para medir la violencia contra las mujeres, ha dedicado en sus dos últimas ediciones una sección a la atención obstétrica. De acuerdo a sus estimaciones más recientes, entre 2017 y 2021, 1 de cada 3 mexicanas experimentó al menos una manifestación de violencia obstétrica durante su último parto.
Sin embargo, a pesar de lo alarmante de la cifra, ésta podría retratar apenas una parte de la problemática, pues el diseño conceptual y técnico de este apartado de la ENDIREH deja por fuera aspectos clave del fenómeno. ¿Cómo podemos afinar las mediciones para visibilizar lo que hasta hoy continúa oscurecido?
Mirar más allá del parto y considerar el historial reproductivo
Una de las principales limitaciones del diseño actual de la sección X de la ENDIREH es que su cuestionario se centra exclusivamente en el momento del parto. Esto significa que los incidentes de violencia obstétrica que ocurren durante el embarazo y el puerperio quedan fuera de la medición oficial (1). Lo mismo ocurre con las experiencias de embarazos anteriores, ya que el instrumento se limita a recoger información únicamente del último embarazo de la entrevistada.
La consecuencia inmediata de fragmentar de esta forma a la gestación y al historial reproductivo es que las cifras terminan por subestimar enormemente la magnitud del fenómeno. Por un lado, al concentrarse únicamente en la experiencia del parto, se invisibilizan las prácticas nocivas que pueden ocurrir durante la atención prenatal y posnatal, mismas que forman parte de la definición de esta violencia.
Te podría interesar
Por otro lado, al descartar de la medición el historial de embarazos previos, se ignoran posibles episodios de violencia ocurridos en tales embarazos, lo que puede producir falsos negativos. En suma, ambas situaciones llevan a una subestimación de la problemática. En ese sentido, ampliar el cuestionario de la sección en cuestión para incluir el ciclo completo de reproducción –desde el embarazo hasta el puerperio–, así como el historial completo de embarazos, permitiría estimar con mayor certeza tanto la incidencia del fenómeno cuanto sus características específicas.
Un enfoque (más) interseccional: reconocer la diversidad territorial, sexual e identitaria
Aunado a lo anterior, para medir de forma más incluyente la prevalencia de violencia obstétrica en el país, es fundamental reconocer que no todas las experiencias son iguales. La ENDIREH, de forma general, ha avanzado en este sentido, pero aún mantiene sus deudas con el reconocimiento de la diversidad sexo-genérica.
Un paso clave para obtener mejores datos es sumar identificadores que consideren la identidad de género y la orientación sexual. Mientras esto no sea una realidad, las cifras invisibilizarán las formas en que diversas personas gestantes experimentan su paso por los servicios de atención obstétrica, así como las dinámicas específicas de discriminación a las que cada grupo se enfrenta. En otras palabras, mientras más generales son nuestros promedios, más oscurecemos el muy real rango de vivencias particulares.
En una línea similar, resulta fundamental fortalecer la territorialidad de los datos obtenidos por el instrumento. Actualmente, la ENDIREH alcanza un nivel de desagregación estatal, lo cual representa un avance significativo, pero aún insuficiente para capturar las dinámicas locales que influyen en la distribución de las diversas formas de violencia que cuantifica. Un enfoque más granular, como el municipal, permitiría identificar con mayor precisión las particularidades territoriales y su relación tanto con el acceso cuanto con la calidad de la atención obstétrica.
Si bien una medición más detallada requiere mayores recursos, los beneficios son claros: datos más específicos proporcionarían insumos estadísticos de mayor calidad para diseñar políticas públicas más focalizadas y efectivas. Este nivel de detalle no solo fortalecería la capacidad de respuesta frente a la violencia obstétrica, sino también frente a la violencia de género en general. Se trata, sin duda, de una cuestión no solo deseable, sino prioritaria.
La terminología importa: la medición feminista como un asunto de justicia social
Finalmente, si hemos de tener mejores datos, es necesario que reconozcamos que la forma en que conceptualizamos nuestros objetos de estudio importa. Sobre ello, la ENDIREH categoriza los incidentes de violencia durante el parto bajo la noción de maltrato obstétrico.
Esta decisión no es intrascendente. Si nos remitimos a los debates feministas al respecto, hay motivos para argumentar que dicho término diluye la intensidad del fenómeno, reduce el problema a malas prácticas individuales y desvía la atención de las estructuras que lo permiten, por mencionar solo algunos de sus problemas.
En contraste, conceptualizar tales prácticas como violencia obstétrica no solo refleja con mayor precisión su naturaleza, sino que también permite visibilizar las desigualdades de género y las jerarquías que operan en los sistemas de salud. Por tanto, nombrar estas agresiones como violencia no es un simple cambio semántico, sino un acto político y epistémico que posiciona la justicia reproductiva como una prioridad.
Para que nuestras estadísticas impulsen transformaciones significativas, necesitamos conceptos y mediciones que capturen la complejidad del fenómeno: la diversidad de las personas gestantes que lo viven, los diferentes momentos y etapas del proceso reproductivo donde ocurre, las particularidades de los contextos territoriales en los que se desarrolla, y las relaciones de poder que lo atraviesan. Solo así podremos sacar de la penumbra las realidades que permanecen ocultas y construir un sistema de atención obstétrica libre de violencia.
(1) A pesar de ello, en los tabulados predeterminados del instrumento se indica que los resultados expuestos toman en cuenta tales momentos reproductivos. Esto, como señalo, es virtualmente imposible a razón del diseño del cuestionario, pues las preguntas sobre prácticas violentas se limitan al momento del parto.
Mariangel García Flores*
Licenciada en Estudios Internacionales por la Universidad Autónoma de Sinaloa, Maestra en Cooperación Internacional para el Desarrollo por el Instituto Mora, y estudiante del posgrado en Estudios de Género, Masculinidades y Diversidad de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Se ha desempeñado profesionalmente en el ámbito público subnacional mexicano y en el sector de la cooperación y el desarrollo internacional. Su línea de investigación actual se centra en las intersecciones entre género, salud y desarrollo desde una perspectiva feminista.