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Los espectros del PRD y el PRI amenazan a Morena

La desaparición oficial del PRD resuena como una advertencia no solo para la alianza opositora, sino también para Morena, que deberá evitar los errores de sus predecesores para no correr el mismo destino. | Ricardo del Muro

Escrito en OPINIÓN el

La muerte anunciada del Partido de la Revolución Democrática (PRD) podría significar una advertencia no sólo para sus “deudos” y viejos aliados del PRI y el PAN, integrantes de una agonizante alianza opositora, sino también para sus descendientes que en 2011 fundaron Morena y aunque hoy es la principal fuerza política del país, no está exento de repetir los errores que terminaron con la existencia de los perredistas.

Con sólo 35 años de existencia, el PRD que en 1989 representó la unificación de la “izquierda” mexicana, fue declarado oficialmente muerto el jueves 19 de septiembre, de acuerdo al acta de defunción levantada por el Instituto Nacional Electoral (INE), por no haber alcanzado el mínimo de tres por ciento de la votación en la elección federal del pasado 2 de junio. 

Las causas de su muerte, aunque los politólogos no han realizado una autopsia detallada, podrían explicarse por la incapacidad de los perredistas para superar la etapa “caudillista”, representada por Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador, que degeneró en una proliferación de “tribus” que disputaban el presupuesto, el poder y los cargos.

Y en este devenir de la política mexicana, donde se observa cómo se pasa la vida y como viene la muerte (de grupos y partidos), como dirían las coplas de Manrique, el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) que López Obrador formó en 2011, ha logrado en sólo 13 años ganar dos veces la Presidencia de la República, además de convertirse en la “mayoría calificada” del Congreso y gobernar a 24 estados del país. 

Sin embargo, Morena no puede negar la herencia genética que le dejaron sus ancestros que son el PRI y el PRD. Esto podría darle sentido al mensaje de la presidenta electa Claudia Sheinbaum, al inicio de los trabajos del séptimo Congreso Nacional de Morena, donde llamó a los morenistas a no ser un partido de Estado y fortalecerse desde abajo, sin caer en el burocratismo, además de evitar la división interna y no caer en la frivolidad ni la ambición del poder y el dinero porque “Morena es pueblo”. 

El gran reto de Morena, en efecto, es evitar caer en los errores que terminaron con la existencia del PRD y esto lo saben López Obrador y Sheinbaum. Sin embargo, hay una asignatura pendiente, que se resisten a ejercer las oligarquías que dirigen a los seis partidos que hay en México, que es la democracia partidista.   

El viejo PRI, a sus 95 años, recuerda sus épocas de gloria, cuando estuvo ligado al poder presidencial, pero atraviesa una severa crisis después de que el INE invalidó las reformas a sus estatutos que permitieron la reelección de Alejandro Moreno. 

Ante el difícil reto –casi imposible– de democratizarse y retomar la principios de la Revolución mexicana, ha perdido a cerca del 80% de sus militantes y los priístas nostálgicos, como Dulce María Sauri, quieren pelear hasta el final y “por lo menos que nuestro féretro esté envuelto en la bandera nacional” (El País, 24 de junio de 2024). 

Otro anciano, el PAN acaba de cumplir 85 años pero suspendió el festejo. Tras el naufragio electoral y una división interna, el PAN se prepara a renovar su dirigencia el próximo 10 de noviembre, a través del voto de sus 300 mil militantes. Los candidatos son Adriana Dávila y Jorge Romero, éste último apoyado por el senador Ricardo Anaya, quien señaló la necesidad de reformar los estatutos del partido para abrirlo a los ciudadanos y “reinventarnos completamente, o aceptar que vamos a morir como una opción competitiva”.

Ricardo del Muro

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