Aunque el Nuevo Testamento dice que la fe mueve montañas (Mateo 17:20), a muchos sorprendió la reciente declaración del presidente Andrés Manuel López Obrador: “Tengo fe de que muy pronto toda esta región se va a pacificar y va a volver la hermandad y la concordia”. Palabras dichas tras la inauguración del puente que atraviesa la presa de La Angostura en Chiapas.
López Obrador evitó emitir una declaración contundente y sólo hizo una alusión sobre la violencia e inseguridad que padecen varios municipios chiapanecos, a pesar de que el viernes, mismo día que inauguró el puente, las fuerzas armadas de México y Guatemala establecieron operaciones conjuntas de seguridad en la frontera sur, después de que cientos de chiapanecos se refugiaron en el país vecino ante el temor de que sus hijos sean reclutados por los grupos del crimen organizado.
Ante la evidencia, decía el filósofo Bertrand Russell (1935), no puede hablarse de fe. Aún en el caso de una conciliación agnóstica, sólo un milagro podrá terminar en un par de meses con la violencia que afecta a casi todos los estados del país, incluyendo a Chiapas, y evidentemente, este será el principal problema que López Obrador heredará a su sucesora Claudia Sheinbaum.
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Incluso las parroquias de Pantelhó y Chenalhó en vez de elevar oraciones al cielo, lanzaron un llamado enérgico a las autoridades de los tres órdenes de gobierno, al señalar que están a tiempo de realizar acciones en Chiapas y reclamaron que no se entiende en manos de quién está la lucha contra el crimen organizado, ya que cada día, los criminales se hacen más fuertes en presencia de militares y la Guardia Nacional.
“¿Están protegidos por ellos? […] En los encargados de nuestra seguridad, estatal y municipal, existe la sospecha de su complicidad con dichos criminales”, señala el documento.
Los religiosos denunciaron que en Chiapas impera un ambiente de “ingobernabilidad” y reprobaron al presidente López Obrador por “minimizar” esta violencia.
La información sobre la inseguridad en Frontera Comalapa llegó en septiembre del año pasado a la conferencia Mañanera de López Obrador y ante el reciente hallazgo de 20 cadáveres en un camino de terracería en La Concordia, el presidente dijo que fue por un “enfrentamiento lamentable” en la zona fronteriza con Guatemala, motivado por el tráfico de drogas y de migrantes.
Los bloqueos carreteros que desde hace dos semanas mantienen los grupos criminales y sus bases de apoyo en varios puntos de las regiones Frontera y Sierra de Chiapas, han paralizado las actividades económicas en once municipios y ante ese clima de inseguridad, se suspendieron las elecciones extraordinarias en Chicomuselo, Pantelhó y Capitán Luis A. Vidal.
Garantizar la seguridad en Chiapas y en la frontera sur no debe ser una dádiva de la federación y tampoco una respuesta coyuntural ante la ola de balaceras y asesinatos sin precedente que han ocurrido recientemente en la entidad, sino que debe ser una prioridad de Estado, si es que de veras se desea llevar adelante cualquier proyecto de desarrollo en esta región estratégica.
Por lo pronto, Omar García Harfuch, próximo secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, se reunió con el gobernador electo de Chiapas, Eduardo Ramírez Aguilar y, por supuesto, coincidieron en que el trabajo conjunto entre la federación y el estado serán fundamentales para la paz, la estabilidad y la seguridad en el estado. Una meta que todos anhelamos, pero no se sabe cuándo se alcanzará.