TRADWIVES

¿El regreso de la feminidad?

La tendencia de las tradwives no es nueva, hace ya años que se monetiza el discurso de que el feminismo liberal nos ha robado a las mujeres de cumplir nuestro “rol natural”, de cuidar, criar, nutrir. | Graciela Rock Mora

Escrito en OPINIÓN el

Una mujer de edad indefinida, pero joven; con pelo y maquillaje impecable, pero sencillo; delgada, pero no demasiado; sexy, pero de forma sutil; naturalmente femenina, lo que sea que signifique eso. En una cocina, o en una granja, casi siempre; pero no una cocina cualquiera, una grande, moderna, de diseño minimalista; o una grande, luminosa, rústica, donde Taylor Swift tomaría su té vestida con el suéter de su tía, por ejemplo. Ella está quizá horneando un pastel de chocolate, no porque se le antoje comérselo, sino porque a su pareja le gusta mucho, o porque sus hijos le pidieron uno y todos los que se venden por ahí no son suficientemente “sanos” para ellos. 

El patrón se repite video tras video, mujeres jóvenes, guapas, impecables, performando una feminidad también impecable, que va de ser parejas/madres abocadas a cumplir los deseos y necesidades de su familia. Todas ellas cocinan –desde cero, claro, comprar la mezcla para brownie ya preparada sería impensable–, o cosen su ropa y la de sus hijos –no la de sus esposos, que son demasiado importantes en la vida “real” como para ir con un abrigo tejido–, o cosechan sus propias hortalizas, u ordeñan la leche de sus vacas; todo sin una gota de sudor, sin una mirada de agotamiento, sin un reclamo de soledad. Nunca suben videos tallando los calcetines sucios, o lavando la taza del baño, o dándole un grito a los niños porque les ha pedido cinco veces que ya se duerman por favor. Porque lo que las tradwives venden, no son los cuidados y la crianza, sino el producto de la feminidad sumisa y complaciente

La tendencia de las tradwives (esposas tradicionales) no es nuevo, ni siquiera en las redes sociales, hace ya años que se monetiza el discurso de que el feminismo liberal nos ha robado a las mujeres de cumplir nuestro “rol natural”, que es el de cuidar, criar, nutrir. Estas mujeres, influencers, presentan vidas idílicas, felices tras dejar atrás la idea, particularmente, de independencia económica, asegurando que lo más importante para ser felices es tener una pareja que sea buen proveedor para que una pueda dedicarse a una vida inspirada en los roles de género enlazados a la posguerra de los años 50s, algunas incluso replican la vestimenta o decoración de entonces. 

El discurso de las tradwives es peligroso y sencillo, directa o indirectamente abonan a la idea de que el avance en los derechos sociales de las mujeres las ha vuelto infelices, y les impide encontrar pareja porque “a los hombres no les gustan las mujeres independientes, si quieres un buen hombre, yo te enseño a ser una buena mujer”. Es la contraparte del discurso neomachista de personajes como el Temach, que aseguran que el problema de los hombres actuales es que han dejado atrás su “naturaleza”, vendiendo a sus seguidores la idea de ser hombres “de verdad”, que pueden tener como pareja a “mujeres de alto valor”, esas representadas por las tradwives.

Por supuesto, hay personas que disfrutan profundamente cocinando para sus seres queridos, que dedican sin pesar muchas horas al día en ejercer cuidados y crianza. El problema no son las decisiones individuales que como mujeres tomemos sobre nuestro rol en nuestro hogares –aunque eso no significa que no debamos hablar de ello–; el problema es cuando esas acciones, estilizadas e idealizadas, se convierten en un producto para impulsar el “regreso” de las mujeres a la esfera de lo doméstico y lo privado. Y digo regreso entre comillas porque en realidad nunca nos hemos ido, los cuidados siguen siendo ejercidos principalmente por mujeres, particularmente aquellas empobrecidas o racializadas; las mujeres con jornadas de trabajo remunerado de 40 horas semanales continúan dedicando otras 34 a los cuidados, y la socialización de estos roles comienza desde la infancia, cuando las niñas empiezan a ejercer tareas de cuidados a partir de los 5 a 11 años. 

Monetizar el discurso de que las mujeres están “mejor” en sus casas, atendiendo a sus maridos, dedicando todas sus energías y horas a sus hijos e hijas; es una fórmula que ha dado muchos millones para esas creadoras de contenido y para los grupos que las impulsan. Pero las jóvenes que consumen estas ideas, y se piensan que la felicidad está en un marido rico y una cocina equipada deberían recordar que esa vida ya la tuvieron quienes estuvieron antes que nosotras, y  ya sabemos lo que pasa: la dependencia económica y la falta de desarrollo personal fuera de la familia-pareja, incrementa los niveles de violencia familiar, dificulta salir de relaciones abusivas y empeora la salud mental de las mujeres

Ese malestar lo narró ya hace décadas Betty Friedan en La mística de la feminidad: “Cada esposa suburbana* lucha contra ello sola. Mientras tiende las camas, hace la compra, elige telas para el mantel, come sándwiches de crema de cacahuate con sus hijos, hace de chofer para el club de los scouts, yace con su esposo por la noche –tiene miedo incluso de preguntarse a sí misma en silencio– ¿Esto es todo [en mi vida]?”    

*Lo que Friedan llama esposa suburbana es el personaje cincuentero que las tradwives replican en sus contenidos. 

Graciela Rock Mora

@gracielarockm