VEDA ELECTORAL

Días para deambular

Los días por venir tras la jornada electoral podrían parecer días de duelo para algunos ciudadanos. | Ricardo de la Peña

Escrito en OPINIÓN el

De alguna manera debo describir esa práctica de deambular para poder pensar mejor que realizo todos los días, cada vez que mis andanzas mentales demandan un poco más de profundidad (sabiendo que, como recientemente documentó GuhaRoy, lo malo no es pasársela pensando, sino pensar mal). La llamo solipsismo peripatético. Solipsismo pues supone asumir que la realidad externa sólo es comprensible a través de uno mismo y que únicamente puede asirse aquello de lo que se es subjetivamente consciente, aunque sin llegar a ese extremo que niega la existencia de todo lo que esté fuera; peripatético no cómo eufemismo sexista, sino como recordatorio de esa costumbre aristotélica de pasear para discernir entre lo deseado y lo previsible.

Días de guardar

Si esa manera de comportarme me es común cotidianamente, cuantimás en estos días en que, cual recordatorio de nuestra sempiterna pertenencia al Occidente cristiano, del que no podemos ni tal vez queramos escapar, aguardamos para la resurrección al tercer día, cuando al instalarse las urnas se vuelva a poner en marcha el reloj del tiempo subjetivo. Y bueno, atendamos al ruego de meditar mientras tanto, que es precepto por razones inciertas que apuntan más a tradiciones que a novedades. Esas se reservan para poco antes de la medianoche de la jornada electoral, en que se difundirá el evangelio numérico que nos otorgue certidumbre de quien fue ungida, si es que es viable lograr la certidumbre antes del recuento distrital o incluso de los procedimientos en el ámbito jurisdiccional.

Días extraños

Luego del anuncio, vendrán los festejos de los más por el triunfo logrado, y el hundimiento en algún símil perceptual del squid por los menos, que buscarán experimentar como propias las experiencias grabadas de otros, eventualmente más afortunados, para superar la derrota o al menos perderse en la vorágine de los recuerdos de eso que pudo ser y no será. Mas después del jolgorio no vendrá una cameronesca contención policíaca, sino una resaca que nos ubicará en el recuento de los daños causados por nuestras propias decisiones.

¿Habremos votado por darle continuidad a eso que hoy tenemos, en lo que muchos confían, dónde han puesto sus esperanzas o al menos sus rencores? ¿O habremos reconfigurado de nuevo el mapa político nacional para darle oportunidad a quienes una vez ya tuvieron la posibilidad y la desperdiciaron?

Claro, ello ocurrirá hasta el final de un empedrado camino que nos llevará al resultado definitivo, en cuyo recorrido muy factiblemente los de algún lado elevarán protestas que pretendan incidir en la decisión de la partida, quien sabe con cuanto éxito.

Días por venir

Lo que estará sobre la mesa no es poca cosa, se ha dicho y advertido muchas veces: es decidir entre permitir que se consolide la propuesta de transformación que asume un ordenamiento vertical del poder para supuesto beneficio del “pueblo bueno”, pero segura reivindicación de un grupo, versus lo pretendidamente olvidado, abriéndonos al retorno de un esquema poliárquico en el que se posibilite la construcción de un proyecto democrático, aunque se corra el riesgo de recaer en cierta forma de elitismo, distinto en actores pero no en alcance de aquel que se ha impuesto desde enfrente.

Si se elige lo primero, más temprano que tarde se cerrarán las avenidas para un cambio posterior y se habrá perdido la oportunidad de que el juego continúe, al menos por un buen tiempo. Vendrán entonces días de duelo.

Si se opta por lo segundo, se tendrá un arduo sendero por recorrer que quién sabe qué destinos depare, pero donde podrá tenerse en manos de la ciudadanía —así, como agregado de individuos— la decisión sobre si posteriormente se permite continuar a quienes ahora se sitúen en condición de gobierno. Vendrán entonces días de lucha.

Por lo pronto, en estos días, daré vueltas sobre redondo en este ejercicio peripatético solipsista en el que suelo envolver mis reflexiones y tomar decisiones, apoyándome en el convencional recurso de deshojar una margarita. Quienes me hayan seguido hasta aquí poca duda tendrán de qué indicará la última lígula que tendré entre mis dedos, que marcará lo que marcaré el domingo en mis boletas.

 

Ricardo de la Peña

@ricartur59