La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) es una organización que agrupa a 38 países que se definen como democráticos, desarrollados y con economías de libre mercado. En general la población de estos países tiene niveles de ingreso y bienestar más altos que el resto del planeta. No incluye, sin embargo, a China, hoy en día la principal economía del mundo, y a Rusia, otra potencia avanzada, debido a que desde la perspectiva “occidental” no cumplen con el requisito democrático.
Dentro de la OCDE las diferencias en nivel de desarrollo, libertad de comercio y democracia son muy notables. Estados Unidos, por ejemplo, no duda en establecer barreras al comercio o sanciones financieras y comerciales a otros países. El requisito democrático también es dudoso, sobre todo cuando el poder del dinero tiene clara influencia en los resultados electorales y en las decisiones políticas. El nivel de desarrollo y bienestar de sus poblaciones son también muy diferenciados. No obstante, la definición general de ser el club de los países más ricos sigue siendo válida.
México fue admitido a al OCDE en mayo de 1994. Entre los requisitos previos estuvieron la libre movilidad del capital y convertibilidad de la moneda y, en general, la liberalización del comercio externo e interno. Esto implicó la desaparición de la CONASUPO y la privatización de numerosas empresas estatales. Se achicó al Estado y se redujeron sus capacidades para intervenir en la dirección de la economía.
Te podría interesar
A mediados de 1994 el país disfrutaba un periodo de bonanza económica asociada a la fuerte entrada de capitales cuyas inversiones substituían al aparato productivo generado en décadas anteriores. Ocurría una nueva industrialización orientada a la exportación, acompañada de la desindustrialización orientada al mercado interno. La nueva producción no se sumó a la que ya existía, sino que la substituyó en un proceso que generaría una enorme brecha entre un sector de la economía globalizado y con un maquillaje de modernidad, y sectores calificados de rezagados como la agricultura y la pequeña industria, así como los no competitivos, que fueron dejados a su suerte. Es en estos últimos donde aún se ubica la mayoría de la población del país.
La entrada a la OCDE en mayo de 1994 fue muy oportuna. Meses después, en diciembre del mismo año, todo el tinglado de modernidad demostraría su esencial fragilidad con una fuerte devaluación de la moneda, caída de la producción y empobrecimiento masivo. México había entrado al club de los modernos con el pie izquierdo, pero seguiría siendo parte de esta organización internacional.
Hace unos días la OCDE presentó el “Estudio Económico México 2024”. Entre el mensaje de la OCDE y la respuesta mexicana expresada por el subsecretario de Hacienda, Gabriel Yorio, existen una diferencia de enfoque fundamental que conviene explorar.
Aunque con el habitual acolchonamiento del discurso diplomático que empieza por reconocer logros y méritos al gobierno mexicano, el mensaje de la OCDE es profundamente crítico. Dice que el potencial de México para ser una economía de alto crecimiento no se ha hecho efectivo. El estudio señala que de 2020 a la fecha el producto per cápita de un conjunto de países asiáticos (India, Indonesia, Malasia, Filipinas, Tailandia y Vietnam) ha crecido cerca de 210 por ciento; el de un grupo de países de América Latina (Argentina, Brasil, Chile, Colombia y Perú) en más de 150 por ciento. En contraste el de México no rebasa el 110 por ciento; prácticamente estancado. Peor es que mientras el promedio de productividad por trabajador empleado en los países de la OCDE se ha más que duplicado, creció en 140 por ciento de 1992 a la fecha, el de México, es ahora inferior al de hace 32 años.
Puede pensarse que el estancamiento de México alude a un problema esencial del modelo de desarrollo que rebasa a la actual administración, pero que se acentúa en la misma. Todos los países sufrieron los estragos de la pandemia iniciada el 2020, pero México es el que ha mostrado la menor capacidad para recuperarse y crecer.
La OCDE señala que para aprovechar el potencial de desarrollo de México es imprescindible un mayor gasto en educación, infraestructura, suministro de agua, transición ambiental, y combate a la corrupción y a la criminalidad. Principales recomendaciones:
La OCDE enfatiza la necesidad de elevar la calidad de la educación. Los conocimientos de matemáticas se encuentran muy por abajo del promedio de la Organización y somos el país con el mayor porcentaje de adultos, más del 40 por ciento, que no completó la secundaria. Se requieren programas de capacitación vocacional que eleven las capacidades de los trabajadores. Recomienda una profunda evaluación del impacto del sistema de becas “Benito Juárez”; lo que bien puede interpretarse como una crítica de su efectividad.
Es importante elevar la educación y participación laboral de las mujeres. Para conseguirlo se requiere una red de cuidados desde nivel preescolar y para adultos mayores, que las libere del exceso de responsabilidades que les impide estudiar y entrar al trabajo formal.
El sistema de transporte, en particular fuera de la CDMX, es obsoleto, desintegrado y caro. Las mejoras en la infraestructura y logística del transporte reducirían costos, emisiones contaminantes y tiempos de traslado. El costo de la vivienda es excesivo para los hogares de bajos ingresos. Ambos, transporte y vivienda, requieren de planeación e intervención federal. También se necesita mejorar el acceso al sistema de salud y hospitalario.
OCDE resume sus recomendaciones en una propuesta contundente: para atender requerimientos esenciales se requiere elevar los ingresos gubernamentales. México tiene la menor captación tributaria entre todos los países de la OCDE; apenas la mitad del promedio general. El sistema fiscal contribuye poco a la equidad socioeconómica. Podría recaudar más haciendo que los más ricos paguen tasas impositivas más progresivas y eliminando privilegios y exenciones fiscales que benefician sobre todo a los de mayores ingresos.
La respuesta del subsecretario de Hacienda, Gabriel Yorio fue que en esta administración se logró elevar la recaudación en 1.5 puntos del PIB y llegar al nivel del 17.5 por ciento del Producto. Muy poco si recordamos que la media de recaudación de países de la OCDE es de 34.5 por ciento. Yorio concluye que no se necesita una reforma fiscal para solventar desequilibrios fiscales. “Las finanzas públicas están en una senda de sostenibilidad. Lo están leyendo los inversionistas, las calificadoras”.
La diferencia de enfoque es clara. Para la OCDE el gobierno de México tiene responsabilidades insuficientemente atendidas respecto al bienestar de su población y para elevar el ritmo de crecimiento económico. Desde la perspectiva gubernamental, al menos la de Hacienda, lo esencial son finanzas equilibradas, bajo nivel de gasto (austeridad), un gobierno mínimo, y la satisfacción de los inversionistas. ¿Usted qué opina?