HAITÍ

El incesante vaivén político de Haití: entre un nuevo despliegue de Misión y la autodeterminación

Ariel Henry dimitió como primer ministro de Haití, abriendo la incógnita sobre el futuro del proceso democrático en el país caribeño tras años de violencia y deterioro institucional. | Alejandro García Juárez*

Escrito en OPINIÓN el

Ariel Henry dimitió como primer ministro de Haití el pasado lunes 11 de marzo, según lo comunicado al término de la sesión extraordinaria de la Comunidad del Caribe (CARICOM), por el presidente temporal, Irfaan Ali. Al no poder aterrizar en territorio haitiano debido a las amenazas de una de las bandas armadas con mayor presencia en la capital, Puerto Príncipe, se abre la ventana para preguntarnos: ¿ocurrirá por fin la reanudación del proceso democrático después de casi 8 años desde la última elección en Haití

Aunque la cadena de acontecimientos que ha agravado durante los últimos años la situación de violencia y la inseguridad, sumado a las deterioradas condiciones de vida enfrentadas por grandes estratos de la población de Haití son un tema prioritario en la actualidad, conviene recapitular el fondo histórico en que proliferaron las bandas criminales armadas en el país. Este contexto, desde luego, está estrechamente relacionado con el deterioro de las instituciones democráticas de dicho país.  

Al menos desde 2004, la frecuencia de las actividades delictivas de las bandas aumentó tanto en la capital como en otras ciudades. Estas organizaciones eventualmente aumentaron su control sobre los barrios, los territorios, y los recursos asociados a ellos, ejerciendo el terror para lograrlo (Castor, 2008). Aun con sus antecedentes, el alcance y la organización de dichas bandas de 2020 a la fecha ha crecido de tal forma que calcula la operación en Puerto Príncipe de al menos 200 bandas armadas (Boisrolin, 2023).

Lo que ha despertado las alertas a nivel internacional, en primer lugar, es que el control de estas bandas de lugares estratégicos agrava las condiciones de vida de las personas. En segunda instancia, este crecimiento de las bandas armadas se ha configurado cada vez más como desafío directo a las autoridades. Este último lo ilustra la reciente liberación de más de 3, 000 personas privadas de libertad de la penitenciaría Nacional de Haití tras un ataque de G9, el grupo liderado por Jimmy Chérisier.

Por consiguiente, conviene matizar el contexto y las dinámicas de actuación de estas organizaciones. El terror que estos grupos inspiran actualmente debido a los secuestros, las masacres, violaciones, y la quema de barrios, son actividades criminales cuya incidencia ha aumentado conforme nos adentramos más en el siglo XXI. Sin embargo, la presencia de grupos que, en mayor o menor grado de clandestinidad, ejercen violencia y aterrorizan a la población civil no es una novedad en el país caribeño.  

Podríamos remontarnos al régimen de François Duvalier, y pensar que las bandas actuales son la versión actualizada de los Tonton Macoute (en castellano: hombre del saco). Sin embargo, esta corporación policiaca operó como guardia personal entre 1959 y 1986, actuaba con lealtad exclusiva, primero hacía François, y después a Jean-Claude Duvalier; mientras que los grupos armados de hoy en día brindan protección a los personajes que mejor respondan a sus intereses en un momento determinado. 

En este sentido, las bandas armadas actuales no son una calca de la policía secreta de la dictadura, sino que presentan un aire de familia con los acontecimientos producidos en el periodo denominado como Duvalierismo sin Duvalier durante la transición a la democracia (Castor, 2008). En esta etapa, el ejército comenzó a comportarse cada vez más como una corporación estatal gangsterizada, esto con la finalidad de recuperar algo del poder político y económico que ostentaron durante la dictadura, desembocando en el golpe de Estado a Jean Bertrand Aristide en septiembre de 1991. Hacia 1994, Aristide sería restituido gracias a la intervención de tropas estadounidenses, y para evitar que la historia se repitiese disolvió

Mientras que algunos ex agentes pasarían a formar parte de la Policía Nacional de Haití, otros comenzaron a inmiscuirse en asuntos cada vez menos legales, aunque buscando ofrecer algún “servicio de protección” a las personas en el poder. Entonces, cabe preguntarse, si el ejército fue disuelto ¿se fueron también las prácticas para aterrorizar la población, o quedaron diluidas entre sectores específicos de la sociedad haitiana?  

Para reflexionar sobre este último aspecto, conviene repasar brevemente cómo es la relación de estas organizaciones con la clase gobernante. El rastreo genealógico de la práctica de emplear grupos armados como guardia personal de las personas que ocupan o buscan ocupar el poder, permite identificarla nuevamente durante transición democrática cuando en 2004 las tensiones por la revuelta en la ciudad de Gonaïves, condujeron a que Jean-Bertrand Aristide abandonará nuevamente su país. 

Desde 2000 hasta por lo menos mediados de la década pasada, las bandas armadas que comenzaron a tomar forma, ofrecían protección a diversos actores políticos, lo cual adquirió relevancia considerando que algunos sectores policiales, incluso aquellos que habían salido de la corporación, demandaban la restitución de las estructuras sindicales que en el pasado garantizaban mejores condiciones de vida, cuando todavía existía el ejército. 

Dichas demandas, desde luego, no fueron concedidas, contribuyendo así a radicalizar las vías por las que este sector en específico reclama derechos para sí…aunque paradójicamente esto afectaría la integridad y vida de sus connacionales civiles. 

No obstante, la población afectada en Haití por las actividades delictivas de las bandas en sus barrios, y más importante, en su cotidianidad, ha respondido a estas afrentas a la seguridad y vida de las personas. La gente se ha organizado, por una parte, para demandar seguridad al Estado, y por otra, para disputar el control desde los barrios y territorios directamente con las bandas armadas. Se estima que la respuesta popular ha provocado por lo menos 100 bajas a las bandas organizadas en los últimos años (Boisrolin, 2023). 

En este contexto, el asesinato del presidente Jovenel Moïse en julio de 2021 perpetrado por grupos paramilitares, precipitó al país caribeño hacia una espiral de violencia y al progresivo deterioro de la infraestructura ya precarizada por los desastres medioambientales, la cuál no ha empeorado las condiciones de vida para los millones de haitianas y haitianos. Aunque Henry asumió temporalmente como primer ministro para dar seguimiento a la organización de nuevas elecciones, venía anticipando que no sería sino hasta 2025 que procuraría la organización de elecciones libres y transparentes, lo que no hizo sino aumentar la animadversión de la población haitiana en general. 

Tanto en lo que podríamos denominar (provisionalmente) demandas, y objetivos perseguidos por las bandas armadas, así como las consignas impulsadas desde las movilizaciones populares, la dimisión de Henry es el primer paso a seguir para evitar que el conflicto escale a una guerra civil, o bien, para intentar reconstruir las instituciones democráticas (Jean, 2022). preocupante, es que la dimisión de Henry se originó ante la imposibilidad de aterrizar en Puerto Príncipe a la vuelta de su viaje a Kenia, donde había firmado con su contraparte un acuerdo de cooperación en materia de asistencia técnica de las autoridades del país africano, en seguimiento a lo estipulado por la Resolución 2699 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, el cual aprueba el despliegue de, una vez más, una misión de paz en Haití

La resolución del Consejo de Seguridad responde a la solicitud del despliegue de una misión internacional presentada por Henry en 2022, la cual tiene el objetivo erradicar a las bandas armadas, por medio de la asistencia técnica de agentes de seguridad kenianos quienes retomarán el objetivo de profesionalizar a la policía Nacional de Haití emprendido por la MINUSTAH años atrás. ¿En estas condiciones la sociedad haitiana para retomar la reestructuración de su proceso de consolidación democrática en tanto nación libre y con derecho a la autodeterminación? 

El balance entre intervención y autodeterminación debería inclinarse de acuerdo con la voluntad de la sociedad haitiana (Boisrolin, 2021). Por ahora, no debemos dejar de seguir lo que ocurrirá tras la dimisión de Henry: observar si las bandas armadas cumplen con la promesa de no escalar el conflicto a una guerra civil, esperar si el despliegue de la Misión de Naciones Unidas sigue en pie, y bajo qué condiciones se llevará a cabo. A nivel personal y colectivo, nos queda practicar la empatía con las personas que cotidianamente vemos y que provienen de un contexto tan complejo como es el de Haití, particularmente porque llegan a un México con una situación de violencia e inseguridad también alarmante, y sobre todo en un año que se definirá el rumbo político del país.  

 

Referencias

-Boisrolin, H. (2021, 20 de enero). Haití. Henry Boisrolin: “En Haití está desarrollándose unarebelión de las masas contra un sistema neocolonial”. Resumen Latinoamericano. https://www.resumenlatinoamericano.org/2021/01/20/haiti-en-haiti-esta-desarrollandose-una-rebelion-de-las-masas-contra-un-sistema-neocolonial/

------------------ (2023, 7 de mayo). Haití. Henry Boisrolin: “Una parte de la izquierda no está preparada ni entiende la reacción popular frente a los paramilitares que matan impunemente”. Resumen Latinoamericano. https://www.resumenlatinoamericano.org/2023/05/07/haiti-henry-boisrolin-una-parte-de-la-izquierda-no-esta-preparada-ni-entiende-la-reaccion-popular-frente-a-los-paramilitares-que-matan-impunemente/ 

-Castor, S. (2008). La transición haitiana: entre los peligros y la esperanza. Observatorio Social de América Latina, 8(23), 25-38.

- Jean, J (2022, 15 de octubre). Haití lucha contra una nueva invasión extranjera. El Grito del Sur. https://elgritodelsur.com.ar/2022/10/haiti-lucha-contra-nueva-invasion-extranjera.html

Alejandro García Juárez*

Licenciado en Sociología por la UNAM, Maestro en Sociología Política y Dr. En Estudios del Desarrollo Problemas y Perspectivas Latinoamericanas por el Instituto Mora. Las líneas de investigación abarcan: proyectos y trayectorias migratorias, prácticas de involucramiento colectivo en contextos migratorios internacionales, estudios críticos sobre ciudadanía, y más recientemente violaciones a Derechos Humanos. Actualmente trabajo como asesor académico en Museo Memoria y Tolerancia.

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