LENGUAJE

Puchaina

La comunidad potaxie utiliza la ironía y el humor para cuestionar el machismo y las estructuras heteropatriarcales en la era digital. | Jorge Alberto Meneses*

Escrito en OPINIÓN el

La primera vez que escuché el término fue cuando una alumna narró su experiencia sobre un viaje familiar que hizo al santuario de la Virgen de Juquila en un autobús rentado. Mientras todos estaban en silencio, de pronto, algunos niños repitieron una palabra: ¡puchaina! Eso provocó que las abuelas se voltearan a ver desconcertadas, mientras la joven universitaria reía porque estaba entre dos narrativas generacionales opuestas. 

Si para el universo simbólico de las abuelas la palabra remitía a la sexualización de la vagina y, por lo tanto, era un término que los niños no debían repetir — sólo hasta que fueran hombrecitos mayores—, para los niños era una palabra que no la asociaban ni con una postura emancipatoria, ni tampoco, necesariamente, con lo que las abuelas imaginaban de manera literal. Imaginemos que la palabra estaba formando parte de los repertorios lingüísticos que iban incorporando de manera procesual, y con ello, la variedad de significados por internalizar.

Después de investigar, comprendí que para el universo potaxie las puchainas son aguacates femeninos que cuestionan la normatividad heteropatriarcal. Esos aguacates también hacen referencia a las vaginas, pero como un símbolo que busca denunciar con humor a la cultura falocéntrica y misógina. “Las puchainas son imágenes que se hacen con inteligencia artificial y se usan en todo, en todo: para cambiar canciones, para hacer historias, para burlarse de los fifes, es mame potaxie”, mencionó un alumno no binario que dijo ser potaxie, al igual que su grupo de amigas que aceptaban moviendo la cabeza. 

El siguiente eslabón era conocer el universo potaxie. Para ello otra alumna me compartió historias del humor potaxie. Resulta que entre la vasta diversidad de comunidades de sentido que navegan en las plataformas como los gamers, kpopers, otakus, fifes y otras tantas comunidades, la comunidad potaxie es paradigmática. Resulta que además de elaborar contenidos humorísticos que resignifican lo hetero, también se posicionan políticamente, aunque de manera sutil, suave.  

Cuenta la leyenda que el origen de esta comunidad de sentido fue por una historia de una joven dominicana que no supo pronunciar potasio y dijo potaxio, para referirse a una de las principales propiedades del aguacate. Dicho video generó tráfico en la red, memes y muchas risas hasta llegar a la resignificación digital. Resulta que durante la pandemia se viralizaron contenidos del llamado universo potaxie, principalmente entre jóvenes de Latinoamérica. Fue en la plataforma China TikTok en donde cobró vida el universo potaxie a partir de múltiples contenidos. Luego, dentro y fuera de la red despertó interés entre las y los más jóvenes, alcanzando millones de vistas e interacciones.  Algo como El gran varón de Willie Colón para la generación X, pero viralizado. 

El principal posicionamiento del universo potaxie en sus diferentes contenidos está centrado en combatir a los fifes. Los fifes son hombres y mujeres heterosexuales que además de gustarles el fútbol y el videojuego FIFA, reproducen los estereotipos machistas, misóginos y patriarcales imperantes. El antídoto potaxie consiste en utilizar el humor para visibilizar que los contenidos patriarcales han sido naturalizados dentro y fuera del ecosistema digital. La “e” de potaxie es un claro posicionamiento para visibilizar el lenguaje incluyente. ¡Y soporten! Diría la chaviza. Aunque a juzgar por ciertos comentarios en las redes, este posicionamiento no es tomado con humor por los grupos más conservadores que asumen que el lenguaje es algo dado, estático y definitivo, y no resultado de un proceso social, cultural, temporal y espacialmente construido. 

A diferencia de Franco Escamilla o Adrián Marcelo, dos arquetipos del universo fife, que utilizan las narrativas para violentar; “la guerrilla potaxie” no combate el machismo con bombas ni con mentadas de padre. Sin embargo, las narrativas tienen su grado contrahegemónico, pues de manera sarcástica pero no agresiva, cuestionan los códigos socialmente aceptados, tanto por los medios de comunicación que siguen reproduciendo estereotipos de género, clase y etnicidad —sólo basta escuchar un partido de futbol o el podcast de narradores en México y Latinoamérica—, así como los de las instituciones como la familia, la escuela, la iglesia y el estado, que continúan generando contenidos y prácticas pensadas desde el mundo adulto, blanco, hetero y de clase alta. 

Por ejemplo, en La leyenda de Puchetty la Fea se visibiliza que Don Fife (don Armando) es un macho misógino, — como en la novela— pero a diferencia de ésta, en la leyenda no hay final feliz heteropatriarcal. Además, como dato para la escatología, si Derbez inventó la ciudad Peluche, el universo potaxie inventó Anekakaenculo, para referirse al bosque donde vive su diosa Jiafei.

Aunque la comunidad LGTMIQ+ fue quien primero produjo contenidos, ahora también simpatizan con la comunidad potaxie hombres y mujeres jóvenes heterosexuales. Mientras cantan y bailan alguna canción modificada o consumen historias y demás contenidos potaxies, también construyen narrativas simples que se reproducen en el presente inmediato. A pesar de transitar en un ecosistema extractivista que vigila y seduce, los lenguajes juveniles no pueden leerse como resultado de consumos pasivos, porque al tejer narrativas que generan malestar en la cultura hegemónica, —sin querer queriendo— ayudan a generar otros lenguajes que configuran otras formas culturales performativas, vía la ironía y la coeducación ubicua localmente situada. Por eso más que sobreinterpretar el fenómeno lo importante es observar que lo simple también es político. Que lo viral también puede ser un factor contrahegemónico para descolonizar las narrativas. ¡Puchaina

Jorge Alberto Meneses Cárdenas*

Nacido en la ciudad de México. Es Profesor-Investigador del Instituto de la Comunicación de la Universidad del Mar, campus Huatulco. Licenciado en Antropología Social (ENAH), maestro en Sociología Política (Instituto Mora) y doctor en Estudios Latinoamericanos (UNAM). Sus intereses de investigación son los métodos y culturas digitales, las juventudes en América Latina y la antropología del deporte. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNII I). Tiene un podcast llamado Jorge Meneses Antropólogo digital.

Entre sus últimas publicaciones están: Antifutbol. Narrativas híbridas en fuera de lugar; Ponte la verde: futbol y consumo cultural de jóvenes universitarios de Oaxaca, México; Archipiélago juvenil: jóvenes indígenas y cultura digital; y Etnografía digital multisituada: jóvenes universitarios y universitarias estudiando en casa en tiempos de covid-19. Escribe en la Revista Consideraciones y en La Silla Rota.

Instituto Mora

@institutomora