Recientemente se dio a conocer otro caso de pederastia clerical en el que, como es usual, el agresor sexual contó con la protección de la iglesia por más de 20 años con el riesgo que ello ha implicado para los niños y adolescentes que tuvieron contacto con él durante todo este tiempo, además de que se privó a las víctimas del acceso a la justicia.
En esta ocasión se trata del sacerdote católico José Víctor Ortiz Montes, a quien en enero de este año y tras un muy largo proceso, el Vaticano determinó su culpabilidad por pederastia, efebofilia y abuso sexual contra menores de edad por lo que le impusieron la máxima pena conforme al derecho canónico que es la dimisión del estado clerical, el cual consiste en la prohibición de ejercer sus responsabilidades como sacerdote tales como celebrar misas, escuchar confesiones o administrar cualquier sacramento eclesiástico.
Sin embargo, a pesar de que la primera denuncia se presentó en 2003 y al parecer desde 1994 se tenía conocimiento de casos de abuso sexual, el Padre Pepe como se le conoce, sigue gozando de libertad ya que, de acuerdo con una investigación de Aristegui Noticias, no se presentaron las denuncias correspondientes ante la Fiscalía General de la República o la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México, lo que contradice lo que les informaron a familiares de víctimas así como un comunicado firmado por el superior de la Sociedad de Vida Apostólica Cruzados de Cristo Rey a la que pertenece este sacerdote pederasta en el que asegura que se notificó a las autoridades civiles.
José Víctor Ortiz Montes no era cualquier sacerdote. Además de que en los Cruzados de Cristo Rey organizaba retiros espirituales, cursos y excursiones para niños y jóvenes que presuntamente aprovechaba para abusar sexualmente de ellos, llegó a ser secretario particular del Cardenal Norberto Rivera Carrera -quien hasta 2017 fungió como Arzobispo Primado de México-, y posteriormente canciller de la Arquidiócesis, lo que probablemente explique el encubrimiento al Padre Pepe. De hecho, las cuando menos 5 denuncias que se habían presentado para entonces, estuvieron congeladas durante muchos años y empezaron a avanzar hasta que el Cardenal Rivera Carrera renunció por cumplir 75 años conforme lo establecen las reglas eclesiales, quien por cierto ya antes había sido señalado por proteger a otro cura pederasta, Nicolás Aguilar, cuando fue Obispo de Tehuacán, Puebla.
Lamentablemente historias como esta son recurrentes y en un intento por defender a la iglesia católica y cuidar su reputación, que al parecer es lo único que importa, se argumenta que no se puede responsabilizar a la institución por las conductas individuales de algunos de sus integrantes, lo que podría ser aceptable de no ser por las múltiples evidencias de que las autoridades eclesiásticas no sólo han sido omisas cuando han tenido conocimiento de algún posible caso de pederastia, sino que ha sido práctica común que, para evitar el escándalo, únicamente trasladan a los presuntos agresores a otro lugar en el que también tienen contacto con otras víctimas potenciales exponiéndolas, y en no pocas ocasiones han tratado de convencer o presionar a las familias para que desistan de sus acusaciones, por lo que se puede sostener que estamos ante un modus operandi institucional.
Marcial Maciel, Fernando Martínez y Eduardo Córdova Bautista son algunos ejemplos más que elocuentes de ello, pero la misma Conferencia del Episcopado Mexicano ha reconocido que en la última década se han investigado a más de 420 sacerdotes, aunque generalmente sin mayores consecuencias y mucho menos penales, ya que en el mejor de los casos los tratan como pecadores y no como criminales que atentan contra los más vulnerables y destrozan vidas, en tanto que la organización Bishop Accountability señala que al menos 16 obispos y arzobispos mexicanos han encubierto a curas pederastas utilizando para ello su gran influencia al interior de la iglesia y con las mismas autoridades civiles, con lo que revictimizan a las víctimas y a sus familias quienes, salvo en muy contadas ocasiones, nunca llegan a encontrar justicia.