NÓMADAS DIGITALES

Nómadas digitales

Escribo esta columna en plena era digital, en donde el primer párrafo lo arranco en Asia, el resto lo voy escribiendo mientras cruzo los 16 mil km que separan a Malasia de nuestro país. | Ulises Castellanos

Escrito en OPINIÓN el

Escribo esta columna en plena era digital, en donde el primer párrafo lo arranco en Asia, el resto lo voy escribiendo mientras cruzo los 16,000 km que separan a Malasia de nuestro país; a media columna me tomo un café en Amsterdam, y más adelante revisaré algunas cosas en el avión que ahora me lleva a la capital mexicana, antes de enviársela a mis editores en La Silla Rota para su consideración, todo esto en menos de 24 hrs. 

Al mismo tiempo, mientras usted me lee, quizá desde su oficina, casa o transporte público en México, otros lo harán en Perú, Argentina o desde España. Pero también se asomarán por aquí mis amigos de Malasia, Japón, Londres o Monterrey. La comunicación es absolutamente transversal, gratuita e inmediata.

Reflexiono en lo anterior después de pasar poco más de una semana en Malasia, y dimensionar el tamaño y la diversidad de nuestro planeta. Y obvio la fotografía no podía estar exenta de este fenómeno global. ¿Qué nos depara el futuro, qué pasará con la Inteligencia Artificial? Al tiempo que apunto esto en mi iPad, un niño juega con un robot de limpieza aquí en los pasillos del aeropuerto de Ámsterdam, la escena parece inocente, pero es una estampa del inicio del futuro.

Esos robots que empiezan por lavar baños, todavía nos parecen simpáticos y generan todo tipo de curiosidad, la gente los toca, les habla y aquel responde con simpatía. Pero, ¿y si un día se nos rebelan esos robots? ¿Y si se hartan ? A ellos les bastaría comunicarse con nuestra Alexa casera, para impedirnos entrar a casa o entrar a nuestras cuentas y dejarlas en cero, por puro gusto o como parte de un plan superior. No quiero ser alarmista, sólo digo, que eso y otras cosas ya son posibles.

En China por ejemplo, hace años que el reconocimiento facial, permite calificar a sus ciudadanos con un programa de puntos que en casos extremos, les impedirán salir del país o solicitar un crédito según su comportamiento digital.

¿Estamos preparados para eso? ¿Suena descabellado? Les recuerdo que aquí en Ámsterdam, los robots ya limpian los baños y que hace 20 años no teníamos wifi. Vamos, ni siquiera existían el iPhone, Facebook, Twitter, Instagram o Tik Tok. Era 2003 y recién –un par de años antes– acababan de tirar las torres gemelas, de hecho era una época en la que aún leíamos en papel y veíamos la televisión para saber cosas o informarnos.

No soy un defensor del pasado, suponiendo que “todo tiempo pasado fue mejor”, para nada, se bien que cada época tiene sus ventajas y desventajas, lo que hoy quiero subrayar es esta capacidad moderna de ser un verdadero “nómada digital” vivir donde uno quiera y producir a distancia y enviarlo por internet desde dónde sea a quien sea.

Si la semana pasada hablamos del viaje y sus enormes reservas de sabiduría, creo que hoy vale la pena hablar de lo que significa reconocernos como un ser humano “moderno” y eso incluye un montón de variables y características que no terminaría de poner por aquí. Pero resumamos: el “ser humano” de hoy en día, es esencialmente digital, móvil, sin arraigos o apegos absolutos, a los jóvenes de hoy los tiene sin cuidado el patrimonio, ya no creen en la pareja eterna, dudan en tener familia, viajan, se aburren fácilmente, no se despegan de su dispositivo, no pagan por información y son absurdamente “políticamente correctos” entre otras monerías.

Ya sé, me dirán que no todas y no todos son así, y que depende de mil factores cada característica antes mencionada y les diré que puede que tengan razón. Pero debemos estar siempre alertas.

Hoy solo quiero dejar sobre la mesa, la certeza de que vivimos tiempos increíbles, retadores y novedosos. Y eso afecta al periodismo, a la fotografía, a la política, a la ciencia, a la cultura, a la religión y al conjunto de la sociedad global en casi cualquier actividad humana.

Ahora vengo regresando de Malasia y no deja de sorprenderme el enorme potencial que la fotografía tiene para comunicar “algo”. Durante la exposición de mi trabajo, asistió gente de distintos países, culturas e idiomas, sin embargo todos veían con atención las imágenes y las emociones por los migrantes detenidos, o los soldados zapatistas en rebeldía sin importar la religión o cultura de quien viera las imágenes. Esa es la fuerza de la fotografía documental, su trascendencia y lenguaje universal son únicos.

Ser fotógrafo y comunicar, narrar o fijar en la memoria colectiva un hecho histórico, son un privilegio único. Cierro estas líneas desde la Ciudad de México en medio de un Jet Lag intenso. Disculpen la sintaxis.

Agradezco ampliamente a todas y todos los involucrados en esta aventura. Siempre será un orgullo representar a nuestro país en tierras lejanas y contarles nuestra historia como país y cultura latinoamericana. Eso sí, no se distraigan de lo importante. Vivir la vida con intensidad cada segundo. Lo demás es lo de menos.