POSTURAS POLÍTICAS

El recrudecimiento ideológico de nuestros tiempos

En esta década de los 2020s si bien estamos alcanzando nuevos niveles científicos, las posturas políticas se han endurecido, el centrismo parece agotado. | Paris Padilla*

Escrito en OPINIÓN el

El siglo XX, dramáticamente nombrado por Eric Hobsbawm como la “edad de los extremos”, se caracterizó por la alineación ideológica y la intensificación armamentista, pero también por el registro de avances tecnológicos y el desarrollo de la cultura. Bajo este antecedente, el inicio de la década de los 2020s se refleja de forma interesante, pues si bien estamos alcanzando nuevos niveles científicos, las posturas políticas se han endurecido, el centrismo parece agotado y la gente se acomoda de nuevo en trincheras (en buena medida digitales), mientras que un delgado hilo de temor y prudencia mantiene los misiles en tierra.

Las grandes convulsiones actuales parecen estar impulsadas por la polarización hermanada de la ira. De hecho, a semejanza de otras categorizaciones, ya hay quienes comienzan a llamar a nuestros tiempos “la edad de la ira”. Fenómenos como el incremento de grupos militaristas en occidente relacionados con movimientos supremacistas o anti migrantes, ataques terroristas contra multitudes y violencia desbocada en manifestaciones parecen haber inspirado el apelativo.

Hoy parece más claro que nunca que los conflictos bélicos modernos que se ciernen sobre el mundo tienen ya no sólo relación con la —siempre presente— apropiación de recursos naturales, sino también con una radicalización deliberada. En este panorama, si bien las disputas en Medio Oriente probablemente se mantendrán como un tema importante dentro las preocupaciones internacionales, en años venideros no vamos a poder obviar cuestiones como que el estallido de la guerra en Ucrania tuvo que ver, en buena medida, con la fuerte presencia del movimiento neonazi en ese país.

La salvación eterna también jugará un papel importante en el escenario de la profundización de la división ideológica y política. Algunos analistas empiezan a identificar una clara intención expansionista de grandes cultos y religiones en el hemisferio occidente y nos quieren advertir que, si bien han estado tradicionalmente al margen de la política, o con una cercanía discreta, grupos religiosos, principalmente de derivaciones cristianas, han venido tomando una postura política más activa en varios países buscando incidir en la educación, obtener financiamiento público y cooptar poco a poco las esferas de influencia. Acompañados vienen, por si faltara decirlo, de la proliferación del pensamiento conspiracionista que fue avivado por la pandemia y cuyos adeptos se prestan inconscientemente a la manipulación.

Estados Unidos es un importante observatorio de todo esto, ahí incluso la polarización ya parece haberse asumido como el recipiente en el que se vierte la vida diaria de la gente común. No es casual que en ese país hayan surgido grupos de izquierda radicales que se asumen como una reacción o como una consecuencia de otra amenaza. De ese mapa estadounidense altamente segmentado también se desprende la aparición del término “woke” para referirse a los repentinos simpatizantes de causas nobles que se suman fervientemente al jaloneo con argumentos y soluciones simplistas, y que en muchas ocasiones son los causantes de desinflar los debates serios.

La radicalización se asume con orgullo y, viralizándose por medio de Twitter y Facebook, recuerda a la proliferación de la propaganda ideológica de la década de 1930, pero con un alcance más inmediato. Recomiendo visitar, advirtiendo discreción, la página Right Wing Watch, la cual ha venido haciendo el esfuerzo de documentar declaraciones de distintas figuras de la derecha de los Estados Unidos, tales como influencers, youtubers, pastores y políticos, quienes declaran su anhelo, sin ningún pudor, de que el gobierno sea cooptado por la iglesia. Si bien esto no es nada nuevo en un país en el que mucha gente sigue convencida de que la identidad de Estados Unidos está en el cristianismo, la sensación de apego que crean las redes sociales hacia nuevos “gurús” y voceros de las religiones fertiliza el escenario para la fácil movilización. 

En el terreno intelectual también se observa agitación y un caso que lo ilustra es el de Jordan Peterson, profesor canadiense que desde hace aproximadamente una década viene logrando una importante penetración comercial en Europa y América y que les ha servido como referente a aquellos que ven con cierto recelo los logros en materia de paridad de género o las acciones para visibilizar a los grupos LGBT+. Sus videos en los que deja aturdidos a periodistas y estudiantes que lo cuestionan son regularmente compartidos con triunfalismo por quienes se sienten representados por sus ideas, pero si bien en un principio Peterson podía ser considerado como alguien que realizaba algunos planteamientos interesantes a propuestas expresadas en frío o abogaba de manera comprensible en defensa de la libertad de expresión, ahora se ha volcado de lleno al ataque directo a todo lo que esté en el espectro político contrario. Su discurso ya suena obsesivo y raya en el odio y, para sorpresa de nadie, recientemente parece haberse sumado a la avanzada de traer a Donald Trump de regreso a la Presidencia de los Estados Unidos. 

La pandemia de covid-19, la guerra en Ucrania, la desaceleración China, y otros fenómenos de trascendencia histórica han inaugurado la década de los 2020, pero lo que marca el ritmo parece ser el incesante péndulo ideológico. Con este panorama, sería bueno empezar a preguntarnos ¿Hacia dónde llevará este recrudecimiento? ¿Cómo se terminará reflejando en América Latina? ¿Qué papel jugará México?

* Paris Padilla

Autor del libro “El Sueño de una Generación: una historia de negocios en torno a la construcción del primer ferrocarril en México, 1857-1876”. Especialista en Historia Económica por la UNAM y Maestro en Historia Moderna y Contemporánea por el Instituto Mora. Es asesor político y de gobierno y ha colaborado en medios como revista Bicentenario, Huffington Post y La Silla Rota, entre otros.