VIOLENCIA DE GÉNERO

Nunca más una Liliana, ni una menos

La novela de Cristina Rivera Garza “El invencible verano de Liliana” dedicada a su hermana Liliana permite comprender el panorama al que se enfrentan los familiares de quienes han sido asesinadas. | Leonardo Bastida

Escrito en OPINIÓN el

Por más estadísticas retomadas o citadas que se puedan compartir en un texto, incluso, por más análisis que se desarrollen para querer explicar la complejidad del fenómeno de la violencia en contra de las mujeres, resulta sumamente difícil poder dimensionar los componentes, las causales y los resultados de estas agresiones motivadas por el simple hecho de ser mujeres

A pesar de que hay una efeméride específica para recordarle al mundo la urgencia de erradicar las violencias de género, a conmemorarse este sábado, aprovechada por centenas de colectivas para salir a las calles y exigir a los gobiernos tomar medidas para disminuir y erradicar las cifras de actos violentos en contra de las mujeres, las respuestas han sido insuficientes, pues los índices de violencia no disminuyen. 

El concepto de literatura refiere a la expresión escrita o a la creación a partir del uso del lenguaje. En los últimos años, han aparecido múltiples obras literarias en las que se aborda la temática, en específico, los feminicidios. Algunos de estos textos, de corte periodístico, y otros más centrados en la literatura. 

Si bien no es de reciente aparición, la novela de Cristina Rivera Garza dedicada a su hermana Liliana es clara muestra de este impulso, pero también de la oportunidad de adentrarse en una historia que permite comprender el panorama al que se enfrentan los familiares de quienes han sido asesinadas, y los vericuetos vividos por las víctimas, a nivel individual, pero también social. Pues, en algunos puntos de esta historia de Liliana, pero también en muchas otras, anónimas, el cobijo social al victimario es evidente. 

La búsqueda del expediente judicial del asesinato de su hermana Liliana es el pretexto de Cristina Rivera Garza para conducir a su público lector a conocer a una joven universitaria de menos de 25 años, originaria de Toluca, amante de la arquitectura, su carrera universitaria, pero también del cine, de la música, de la convivencia, de la fiesta, del bullicio, pero también de la conciencia social. A ella le fue cegada la vida en 1990, años antes de que la situación de Ciudad Juárez se visibilizara en los medios de comunicación y se iniciara todo un debate sobre la violencia padecida por las mujeres en el país. 

Si se busca en internet el nombre de Liliana Rivera Garza, las notas escritas son escasas y escuetas. En aquellos momentos, ese tipo de sucesos eran considerados como “crímenes pasionales”, situación que impedía conocer la complejidad de la situación. ¿Acaso es posible realizar alguna acción reivindicativa o de acceso a la justicia después de 33 años de ocurridos los sucesos?

Construir y unir los fragmentos atesorados en cajas por casi tres décadas fue la tarea de Cristina para entender, o más bien, explicar y analizar qué fue lo que le ocurrió a su hermana Liliana. No sólo en términos del lamentable feminicidio del que fue víctima sino en comprender cómo pudo haber ocurrido, en qué circunstancias vivía, qué detonó una conducta tan siniestra,  y lo más importante, quién era ella, son parte de los esfuerzos del trabajo archivístico de la autora.

Un ejercicio literario apegado a una narrativa multimodal, en la que intervienen elementos no textuales, insumos semióticos de otros campos para poder construir el universo ficcional, en el que no hay, un privilegio por uno u otro componente sino que se complementan y dan pie a una versión narrativa única, de acuerdo con Armando Velázquez, especialista de literatura por la UNAM, quien sostiene que el uso de distintos tipos y tamaños de tipografía, cambios de orden en una página, y algunos otros elementos irruptores del orden común de una hoja de libro han sido recurrentes, sobre todo, en el campo de la poesía, pero poco en el de la prosa. La inserción de imágenes o signos u otros rasgos gráficos no significan que sean complementos sino que son parte de la obra en sí.

Así, Cristina Rivera Garza, nos presenta en “El invencible verano de Liliana” su archivo, no en el sentido figurado de una colección de recuerdos sino en el de acoger diversos elementos para entretejerlos e ir construyendo la historia de Liliana, compuesta por vivencias propias de Cristina, años después del feminicidio, sus recuerdos y metáforas; los diarios de Liliana, los testimonios de quienes la conocieron durante su estancia universitaria en la ciudad de México; entre algunos otros. Y es a partir de la combinación de todos los fragmentos recabados que se conoce a la “verdadera escritora de la familia”, como señala la propia autora, pero también el escueto perfil de su victimario, el contexto de un país en el que las dificultades del ser mujer son tales que pueden costarles la vida.

Seguramente, una de las preguntas más complejas a las que se enfrentó la autora fue por dónde comenzar. Ella decidió hacerlo por el recuento de su viaje a México para buscar el expediente judicial del caso de su hermana. Residente en Houston desde hace muchos años, retorna a México para enfrentarse a la realidad de que, el documento, muy probablemente fue desechado a pesar de que el victimario nunca fue detenido. En ese trayecto narrativo, podemos conocer la situación del caso de Liliana, pero también la de otros casos, más recientes, y que siguen enfrentando las mismas problemáticas. Así como la percepción de la narradora al estar en la ciudad de México. Los recursos utilizados son el propio relato, intercalado con algunos oficios entregados a la Procuraduría de Justicia o respuestas por parte de la misma. 

Después de conocer los vericuetos judiciales, el siguiente reto era sumergirse en cajas de cartón que por treinta años nadie movió. Afloran los recuerdos, uno de los más bonitos, el primer beso. Un trajín constante durante los primeros años de vida, del norte al centro de la República Mexicana, hasta asentarse en Toluca. Una combinación de escrituras. Un fragmento de la obra escrita a cuatro manos. Una parte de la tipografía, es la voz de Cristina, pero la otra, en cursivas, de Liliana. Decenas y decenas de cartas escritas a mano, reflejo de esa inquietud adolescente por estar conectada con el mundo y no dejar pasar nada. Y parte de esa angustia de tener que ir dejando lugares para establecerse en otros. Así como de los vínculos que surgen en su cotidianeidad, amistades, pretendientes, familiares y Ángel. 

Se intercalan las cartas con las interpretaciones de la autora para darle un sentido a la vida de Liliana, o más bien, intentarla comprender, o mejor aún, presentarla y hacerla hablar a pesar de su ausencia. Seleccionar esos fragmentos cuyo contenido permite reconstruir su relación con Ángel, quien a la larga, sería el cegador de su vida. 

Muy probablemente, no todo el material encontrado en las cajas sea compartido, pues, como se rememora, Liliana era la verdadera escritora de la familia, y sus centenas de cartas y recados escritos lo respaldan, pero es imposible darles a todos un cupo. Seguramente, sólo se seleccionaron algunos para comprender su entorno y su realidad, pero se dejaron de lado otros, centrados en algunas de las muchas inquietudes que tenía la aspirante a arquitecta.

Pero, la reconstrucción, o más bien elaboración del texto, no sólo se sustenta en los hallazgos en el archivo personal, sino también en la mente de quienes conocieron y convivieron con Liliana. En específico, en sus últimos años, aquellos en los que estuvo alejada de casa, buscando construir su propio porvenir, pero disfrutando de la vida, del amor, de la amistad, del mundo.

Detrás de cada situación de violencia en contra de las mujeres, hay muchas historias similares a las de Liliana, muchas vidas, muchas alegrías, muchos deseos cegados, mutilados, vejados, silenciados. Nunca más una Liliana, ni una menos en cualquier rincón del mundo. 

Leonardo Bastida

@leonardobastida