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Denigrar al servicio público

Debemos terminar con la práctica de reinventarnos cada seis años, el servicio público requiere de estabilidad laboral. | Ramón Celaya Gamboa

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Escrito en OPINIÓN el

Desde su campaña presidencial Andrés Manuel López Obrador, prometió que de llegar a la Presidencia bajaría los sueldos de la llamada alta burocracia por ser excesivos y no acordes con la realidad que vive México. Una vez que llegó al poder, impulsó con el apoyo de las bancadas de MORENA en la Cámara de Diputados y Senadores lo que sería la Ley Federal de Remuneraciones de los Servidores Públicos publicada el 05 de noviembre del 2018, esta Ley en su artículo quinto establece que ningún servidor público podrá percibir una remuneración mayor a la establecida para el presidente de la República, por lo que al verse afectados en sus retribuciones muchos servidores públicos interpusieron recursos en contra de la citada Ley, por lo tanto, surge la interrogante: ¿Cuánto debe de ganar el presidente de la República? ¿Cuánto debe de ganar un servidor público que tenga una alta preparación académica y técnica en su área? De acuerdo con información pública los sueldos que perciben anualmente los presidentes en otros países son: Estados Unidos 400 mil dólares, Francia 211,500 dólares y Guatemala 232 mil dólares, por ejemplificar algunos.

En el caso de México el presupuesto de Egresos de la Federación fijó en 111,990 pesos mensuales brutos más prestaciones ordinarias, alcanza los 143,054 pesos mensuales, unos 80 mil dólares anuales. Lo que no clarifica ni la Presidencia de la República, ni el propio Congreso de la Unión, es cuánto en realidad gana el presidente sumando todas las percepciones extraordinarias; hay que sumar alojamiento o pago de renta, servicios básicos como luz, agua, renta, comida y manutención de la vivienda que habita con su familia en Palacio Nacional, así, se podrá determinar con exactitud las percepciones reales y fijar el tope salarial con respecto al resto de los servidores públicos.

Francia es considerada la cuna de la Ciencia Administrativa Moderna, desde el siglo XVII Bonnin en su obra Principios de la Administración Pública, le otorgó a la Administración el carácter de ciencia, consideró que esta tiene como propósito la “consecución de una acción eficaz”, a partir de ahí los teóricos concluyeron que para materializar la eficacia de esa acción, había que profesionalizar a los burócratas y así nacen Escuelas de Administración Pública por todo el mundo; en el caso de México existe el INAP y Universidades Públicas y privadas que contribuyen con la profesionalización a nivel Maestrías y Doctorados de funcionarios públicos que aspiran a tener una mejor preparación técnica para desempeñarse con mayor eficacia y eficiencia.

El presidente tiene razón cuando establece que ningún servidor público debe de ganar más que él, esto es un principio mundial en los gobiernos democráticos, pero, el presidente se equivoca en no establecer su salario real, que es mucho mayor al que se ha informado. Es totalmente legítimo que un funcionario público aspire a ganar más, de acuerdo a la preparación que posea y los años de servicio que ha prestado al Gobierno, la intención de otorgar sueldos bajos y no acordes a la función desempeñada originó una desbandada de servidores públicos preparados para dar paso a “funcionarios” improvisados y sin preparación, que al final del día van a salir más caros por la inversión que va a tener que hacer el Gobierno en cursos, especializaciones, seminarios para capacitarlos en su función o puesto a desempeñar.

Debemos terminar con la práctica de reinventarnos cada seis años, el servicio público requiere de estabilidad laboral, pero sobre todo la dignificación de éste, terminando con actos denigrantes y humillantes que provocaron una ola de renuncias y vacíos en los cargos técnicos y cualificados de la Administración Pública Federal.