#ADELANTOSEDITORIALES

Queremos mota • Nacho Lozano

La 4T incluye una política de drogas de cuarta.

Escrito en OPINIÓN el

Fue una promesa de campaña, pero la legalización de la mariguana no ha llegado.

Fue un compromiso público, pero la amnistía a consumidores encarcelados no se concretó.

Fue un lema mil veces repetido, pero la política antidrogas sigue idéntica.

No es sólo una omisión o un simple olvido.

Es una traición que afecta a decenas de miles de mexicanos y que se ensaña con las mujeres. Es un cálculo político que cierra la puerta a posibilidades médicas, comerciales y lúdicas, y que pone al país en desventaja. Es una decisión consciente que perpetúa la guerra y la muerte.

En esta obra, Nacho Lozano explica la gravedad de la situación y sus implicaciones. Sin dramatismos, pero sin morderse la lengua, nos cuenta todo lo que los mexicanos estamos perdiendo y los escenarios que se nos vienen encima si no hay un cambio pronto.

Con los datos más recientes, los argumentos más lúcidos y la inteligencia más afilada, eleva la voz y exige: ¡Queremos mota!

Fragmento del libro de Nacho Lozano Queremos Mota” editado por Grijalbo. Cortesía de publicación Penguin Random House.

Nacho Lozano es periodista, aunque se tituló como historiador de arte. Ha sido conductor de radio y televisión para Uno tv, cbs, W Radio, Proyecto 40 e Imagen TV. Fue editor de política para Grupo Expansión y ha publicado sus reportajes en Gatopardo y Newsweek, entre otras revistas y periódicos.

Queremos mota | Nacho Lozano

#AdelantosEditoriales

 

Capítulo 1

Los Quedabién

Mientras escribo este libro, el derecho al libre desarrollo de la personalidad sigue siendo un privilegio de quienes tramitan un amparo, y yo había entendido que en México los derechos no se tramitan, sino se ejercen. Mientras tecleo estas páginas descubro lo profundamente conservadores que seguimos siendo como para tener una regulación de marigua­ na ejemplar. La Cuarta Transformación (4T) del presidente Andrés Manuel López Obrador incluye una política de drogas de cuarta. Nada que nos envidie Uruguay, Estados Unidos, Portugal, Países Bajos o Colombia.

Peor: mientras escribo este libro miles de hombres y mujeres siguen encarcelados acusados de delitos que no cometieron relacionados con tráfico de drogas; su amnistía les hizo lo que el viento a Juárez. Los hay acusados de posesión simple, quienes siguen esperando tener lana para contratar a un abogado que los defienda.

Mientras tecleo estas líneas la pesadilla continúa para miles de pacientes que no pueden aspirar a una mejor calidad de vida usando medicamentos y tratamientos sofisticados derivados del cannabis, porque la regulación para fines medicinales es un

adefesio hecho de leyes sin reglamentos que devora la vida de los más necesitados. Una joda y chingadera, diría mi abuela paterna. Sin embargo, quienes sí ríen y disfrutan las ganancias por lo que comienza a ser un negociazo en el mundo (y se va a poner más chingón como festín empresarial) es un puñado de farmacéu­ ticas que pudieron hacer con la regulación para fines médicos lo que quisieron, porque hubo legisladores que se dejaron hacer lo que las farmacéuticas quisieron.

Mientras planeo las páginas de este libro hay pacientes que quieren cultivar plantitas para salvar su vida, pero no pueden hacerlo tranquilamente por el miedo a ser encarcelados; irónica­mente, un grupo de plantas de mariguana crece en el Periférico de la Ciudad de México (esto es real) y la policía capitalina las arresta (esto también es real y lo vamos a contar en las páginas por venir).

Quienes quieren salvar su vida y conservar su salud mediante el cultivo casero deben iniciar un proceso engorroso y tardado, por lo que muchos prefieren hablarle a su coyote aduanal de confian­ za que les importa a escondidas, y con todo lujo de corrupción, las medicinas que necesitan, o contactan en el mercado negro a quien les hace correr el riesgo de usar un medicamento mal he­ cho, alterado o caduco.

Es el siglo XXI y en México hay quien piensa que si usas marigua­ na es porque eres un delincuente y además te vas a ir de bruces directo a la cocaína o drogas más dañinas sin que puedas hacer nada para decidir sobre tus adicciones, sin que nadie te ayude. Mientras escribo este reportaje el Estado mexicano sigue des­pachando desde su oficina vestido de nana dando instrucciones a los mexicanos sobre cómo deben vivir su vida; el Estado nana decide quiénes sí y quiénes no pueden consumir mota y cómo. Cómo sí y cómo ño, mñé. Nana o padre nuestro que está en el cielo, santificado de autoritarismo, ordenando el horror de cada día en el país de las fosas y desaparecidos. Mientras escribo este libro sólo quienes tienen un amparo pueden consumirla en la calle y con suerte no ser molestados, pero el amparo es, como dije antes, un privilegio de quienes tienen el dinero para pagar a un abogado, de quienes tienen el tiempo para seguir un complica­do trámite, una ventaja para quienes consultaron información de calidad para tomar estas y otras decisiones personales. La dispen­sa del derecho al libre desarrollo de la personalidad sigue siendo un derecho de pocos.

Hay consumidores que no saben del daño que les causa la mariguana, que no es inocua, pero que tampoco han recibido tratamiento por sus adicciones, no acceden a mariguana de cali­dad, a educación útil o a evidencia científica financiada gracias al resultado de una estrategia fiscal que como en otros países per­mite lo anterior como un círculo virtuoso. Les politiques mexicains no se atreven a regular en serio esta droga porque están convencidos de que el voto pacheco no influye en las elecciones, pero sí quita en las urnas; les cientifiques mexicains no pueden investigar más porque la semilla que usan es difícil de justificar, ya que implica una cosa rara que se llama trazabilidad, algo así como la teoría sobre quién fue primero, el huevo o la gallina, la semilla o la planta, el ying o el yang, Viruta o Capulina. ¡Pero tran­ quiles! Porque el misterio de la trazabilidad lo resolveremos en este libro.

Mientras escribo, las metanfetaminas se vuelven la droga de moda y al ser baratas significan un gran negocio para los cárteles mexicanos; la pantomima de la guerrita contra las drogas si­gue malgastando fortunas y comprometiendo la vida de quienes se enfrentan a criminales que dominan territorios donde el Estado mexicano es un mal chiste y no significa nada más que nada; los desaparecidos se multiplican, los criminales aumentan su poder administrativo poniendo y quitando de cargos públicos a políti­cos financiados con dinero sucio.

Paradójicamente, en las casas de los mexicanos el destino jue­ga una pasada curiosa: los de 40, 50 o más tienen pena o sien­ten miedo de hablar con sus hijos sobre su adicción a la mota y cómo es que la descubrieron felizmente ya de mayores. Les da vergüenza salir del clóset verde frente a sus hijos, colegas de tra­bajo o conocidos del barrio. El mundo al revés. México al revés. En el país balazos a los migrantes y abrazos al Chapito, quien fue detenido y luego liberado por órdenes del presidente de México.

Muy poco que celebrar. ¿A quién en su sano juicio le daría gusto ver que hay usuarios detenidos por algunos policías que abusan de ellos y los extorsionan con el pretexto de la posesión simple? ¿A quién le da gusto ver que mujeres consumidoras para fines personales o medicinales son detenidas, toqueteadas, abusadas por las fuerzas del (des)orden? No, no nos hagamos los cuartos transformadores, en regulación de mariguana: México cambió para seguir igual.

¿Hubo cambios valiosos que representan pasos significati­vos rumbo a la regulación que tanto añoramos? Sí, de eso se trata este libro, pero es imposible no hablar de los infiernos que prevalecen.

Un buen día me senté en una cafetería chilanga. La televisión del local llamó mi atención. Era la señal en vivo desde el Congre­so de la Unión. Aparecieron en la pantalla unos diputados mexi­canos que se veían encabronados. Los parroquianos dejaron lo que hacían y también voltearon a la tele. Una diputada que argu­mentaba contra la regulación de la mariguana tomó la palabra: “Les quiero decir que lo que ustedes están permitiendo […] Son 28 churros de mariguana que un joven podrá comprar las veces que quiera en un día”.

Me quedé intrigado. Puedo comprar 28 botellas de tequila, ¿pero hay quienes se asustan con la idea de comprar 28 churros de ma­ riguana? ¿Acaso no soy capaz de saber que llevármela leve con la mariguana y con el alcohol me conviene como adulto? ¿Tengo la información suficiente para tomar esa decisión? ¿Todos la tienen o sólo los privilegiados que podemos informarnos? ¿En serio ne­cesito que una diputada me diga qué hacer? Peor aún: ¿debo confiar mis decisiones de diversión y salud al criterio de los dipu­tados mexicanos? ¡Ay, nanita!

La diputada siguió hablando de cantidades asombrosas: “Y si los hace [el usuario atascado que imaginó la diputada durante su alocución] de medio gramo, ¡podrá consumir 56 churros!” Jesu­cristo no multiplicó tantos churros, digo, panes, como el mexicano que hace rendir 28 churros convertidos en 56. La señora que a mi lado tomaba té verde soltó una risita burlona.

“Es como un cigarro —siguió la legisladora—, yo puedo comprar un cigarro en un Oxxo y luego en otra tienda, y luego en otra tienda y luego en otra tienda. Lo mismo pasa con esos churros de mariguana. ¿Así quieren?” Hay algo en la legisladora que me está gustando, porque está hablando de cosas que no suenan mal, aunque ella crea que sí: ¿en serio cree que me va a asustar cuan­do en realidad suena chido eso de que con libertad uno puede comprar un churro de mariguana en cualquier Oxxo? Las cosas se ponen peor (para ella, porque los que estamos en la cafetería la estamos pasando bomba viendo la transmisión): “Yo nomás les digo algo, el día de mañana, sus hijos que estén consumiendo [mariguana] les dirán: ‘Pero si tú la legalizaste cuando eras dipu­tado, papá, mamá’ ”, espetó la legisladora a sus colegas. ¿Eso di­rán mis hijos?, me pregunté. Imagino a mis vástagos dentro de 30 años: ya mayores de edad y yo chochito y juntos abrimos los periódicos de 2021. Se burlarían: “Jajajajaja. Qué perro oso, papá —o no sé cuál sea la frase de moda en 2051—, en tus tiempos no te dejaban fumar mota y hasta te regañaban los diputados por ha­ cerlo”. ¿Sentiré lo mismo que hoy cuando pienso que hace 50 años las mujeres tenían prohibido votar?

La voz de la diputada me sacó del delirio y me atrajo de nuevo: “Creo que no lo saben, pero cuando se come mariguana al pa­sar por el hígado se potencializa la potencia [sic] en un mayor gra­do y, como les dije, con tres mordidas de un panqué de chocola­te con 550 miligramos de mariguana, concentrado de thc, ¡una persona podría estar en un viaje de cuatro días! ¿Eso es lo que quieren?…”

La legisladora priista accedió a conversar sobre la escena. Mi primera pregunta fue acerca de lo que le respondieron sus cole­gas cuando les gritó: “¿Eso quieren? ¿Eso quieren?”, y López me contestó sorprendida: “Te voy a decir algo, Nacho: me di cuenta de la cantidad de gente que está a favor, o sea, ¡no tenía yo tanta claridad! Tuve 3?500 mensajes de ‘Sí, es que eso es lo que quiero’. O sea, la verdad, digo, parece broma…” Pero no lo es, cada día hay más personas en México que están de acuerdo con regular los usos de la mariguana, como dice una encuesta nacional hecha especialmente para este libro de la que les contaré más adelante.

La diputada no había cambiado de opinión después de darse cuenta de cuánta gente está a favor de la regulación para fines personales.

—Diputada, están a favor porque son los tiempos que vivimos —le dije.

—Ése ha sido el debate siempre. La gente que está a favor dice: “Es que es menos dañina que el alcohol y el tabaco”. Pero Rein­serta dio a conocer que un gran porcentaje de los adolescentes o jóvenes que cometieron algún tipo de delito estaba bajo el efecto de la marihuana. Como empiezan los narcos —jóvenes— es bajo el efecto de la marihuana.

Reinserta un Mexicano es una asociación civil fundada y presidi­da por la respetada abogada Saskia Niño de Rivera. Reinserta pu­blicó en 2018 un estudio (1) donde analiza el perfil de una muestra representativa del total de adolescentes en conflicto con la ley.

Si bien el estudio no busca criminalizar el consumo de mariguana y mucho menos estigmatizar a los usuarios, encontró que el uso y abuso es un factor de predicción moderada para la conducta cri­minal. Su contexto familiar y social fue determinante para que su vulnerabilidad los llevara a cometer delitos. De ahí que los impul­ sores de la regulación del cannabis insisten en la legislación de un marco de políticas públicas integrales que atienda, entre otros escenarios, las causas de las adicciones y prevenga los delitos. El estudio preguntó entre los encuestados si durante su primer delito habían estado bajo la influencia de alguna sustancia, a lo que 32% de la muestra respondió que sí, y de ellos, 40% estaba influenciado por múltiples drogas, 38% había consumido mari­ guana, 9% disolventes, 7% estimulantes, 4% cocaína y 2% alcohol. El estudio indagó si se encontraban bajo los efectos de alguna droga o sustancia cuando cometieron el delito por el que actual­mente cumplían una condena y 67% respondió que no, el resto dijo que sí.

En un estudio posterior publicado en 2021, Reinserta documentó el poder monopólico de los grupos criminales en las actividades ilegales relacionadas con drogas como la mariguana. Al tener ellos el control de esas actividades han conseguido cautivar a miles de niños de entornos sociales vulnerables en los que el acceso a las drogas perpetúa sus adicciones y los integra a las filas de los grupos criminales. Reinserta exploró una encuesta del Sistema Nacional de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes que en 2019 señaló que 6.2% de los adolescentes mexicanos de entre 12 y 17 años ha­bía consumido drogas ilegales, de los cuales 5.3% usó mariguana, 1.1% cocaína y 1.3% inhalables al menos una vez en el último año.

Es tal el control de los grupos criminales sobre esta población frágil que al ser ellos quienes surten drogas en México han dado pasos para cautivar a niñes en diversas actividades ilícitas. Son re­clutados cuando tienen entre 9 y 11 años, en algunos casos en eda­des más tempranas. Los niños más pequeños comienzan realizan­do tareas sencillas como informar y observar; a partir de los 12 años cuidan casas de seguridad o transportan droga; desde los 16 años portan armas y son los encargados de realizar secuestros y asesinatos. Las niñas se encargan de tareas como limpiar, cocinar y en algunos casos ellas son las que empaquetan la droga. Sin em­bargo se sabe que la edad y el género no es directamente propor­cional a la dificultad de las tareas que tienen asignadas dentro de las organizaciones criminales. Hay niños que a los 12 años son conside­rados sicarios y cuyo promedio de vida a partir de entonces es de tres años más debido al ambiente de violencia al que se enfrentan.

La diputada López se considera “progresista para todos los te­mas, menos para el de mariguana”.

—¿Por qué? —le pregunté.

—He trabajado mucho con adolescentes y con jóvenes, y la ver­dad es que el daño cerebral antes de los 21 años es notorio por consumo de marihuana. Soy de un distrito [electoral en la Ciu­dad de México] donde un gran porcentaje de jóvenes fuma mari­huana: Tepito, Peralvillo, Guerrero, Tlatelolco, Atlampa, o sea, esa zona como brava de la Cuauhtémoc, y la verdad es que tú entras ahí y parece que legalizaron la marihuana hace 10 años, ¿no?

Y sí, Tepito, Peralvillo y las demás entrañables colonias mencio­nadas han estado a la vanguardia. Aunque con graves problemas de criminalidad, corrupción e impunidad. Sus realidades parecen las de otras ciudades dentro de una gran ciudad, con sus propias reglas, regulaciones, violencias, dolores y prácticas en ocasiones consideradas fuera de la ley. Pero su forma de pensar me parece más progresista que la del resto de los chilangos. En esas colo­nias, aunque hay altas tasas de criminalidad, las consumidoras y usuarios han sido criminalizades por el solo hecho de consumir mariguana, sin haber cometido delito alguno previamente.

Para finalizar le pregunté a la priista sobre el famoso panqué que te lleva de viaje por cuatro días, ¿de dónde salió? Dijo que habló “con un especialista en el tema, hicimos investigación, li­bros, todo… el tema del panqué de los cuatro días… él me lo dijo, él me dijo la sustancia, él me platicó cómo esta sustancia la van inyectando [al panqué]…” No encontré datos que sostuvieran los dichos de semejante receta, aunque sí las hay con el uso de sustancias psicoactivas muchos más fuertes, como el lsd. Me dijo que nunca vio ese panqué ni a persona alguna que haya viajado cuatro días después de comerlo, pero que le dijeron que existe.

La diputada López está a favor de la educación desde los prime­ros grados escolares.

—¿Le gustaría que se hable de mariguana en las escuelas? —¡Claro!

—Que se diga: “Si la consumes antes de los 21 años comprome­tes tu desarrollo físico y mental”, pero también que se deje claro que nadie se ha muerto por una sobredosis de mariguana aunque sean los 56 churros multiplicados de los que hablaste en la tribu­na del Congreso, le insistí.

—Nadie se ha muerto por una sobredosis de mariguana pero sí se han muerto porque mataron a alguien en un accidente, se han violado mujeres por eso, se han cometido delitos por eso, sí entran al narco por eso.

—Pero alguien puede estar bajo el influjo de pastillas para dor­mir, manejar y chocar. La culpa no es de la pastilla para dormir sino del que se la tomó y manejó. Por cierto, ¿nunca ha probado mariguana, diputada?

—No, nunca.

—¿Y le gustaría?

—No, porque la verdad sí me da miedo que me guste y pues ahí quedarme.

Vayamos al grano (o a la semilla, dado el tema del que les cuen­to hoy): ¿Qué piensan los mexicanos sobre la mariguana? Esta pregunta, muy complicada, la hizo Rodrigo Galván de las Heras en una encuesta diseñada por De las Heras Demotecnia para este li­bro. Los resultados son inquietantes. Para empezar confirman que somos un país conservador. Pero además somos quedabién.

Galván de las Heras fue más allá:

—Sí, Nacho, es que somos políticamente correctos, somos “que­dabién”. Cuando preguntas: “Oye, güey, ¿cómo te va económica­mente?”, hay quien responde: “A mí bien, el jodido es mi vecino”. ¡Pero viven en la misma calle! Pasan por el mismo bache, los asaltan en la misma esquina, usan el mismo transporte público, pero te dicen: “Yo estoy bien; jodido, mi vecino”. Lo mismo pasa con los temas que, hasta hoy, son temas ilegales”.

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—A lo mejor porque no estamos acostumbrados a consultar la evidencia científica, lo probado, y preferimos los mitos.

—No importa que desconozcamos los efectos de la mariguana, ni que diferenciemos entre drogas, el miedo es el miedo, Nacho.

—Cuando “quedamos bien” solemos mentir. ¿Cachaste mentiras en la encuesta que hiciste?

—Correcto. Yo siempre he dicho que no es lo mismo encuestar a México que al resto del mundo, o sea, aquí te elaboran respuestas que creen que el encuestador espera, para que los que respon­den no queden mal.

—La encuesta la hiciste entre el 13 y el 17 de agosto de 2021 a mayores de 18 años —le dije.

—Que son quienes tienen credencial de elector. Imaginándo­ me que si se regulara totalmente la mariguana, ser mayor de 18 años tendría que ser un requisito para consumirla, igual que el alcohol.

Demotecnia hizo 1?380 intentos de entrevista telefónica, de los cuales se concretaron 1?000, que resultaron la muestra para el análisis que hicimos. Hubo una tasa de rechazo muy baja, conside­rando que cuando se realiza una encuesta sobre temas políticos o electorales la encuestadora tiene que hacer alrededor de 20?000 llamadas para conseguir las 1?000 concretadas satisfactoriamente. Las preguntas fueron hechas por teléfono, ya que, según Galván de las Heras, “es un tema complicado. Siempre que haces una entrevista que tiene que ver con algo ilegal tratas de ser lo más anónimo que se pueda, entonces la gente tiene que saber que sus respuestas serán anónimas, mentimos menos y nos abrimos más porque no nos están viendo el nombre ni el apellido”.

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En los resultados se nota que nos encanta responder y opinar sobre todo, ¡aunque sean temas que no conocemos! Según Gal­ván de las Heras, “cuando tú le preguntas a alguien qué droga es más natural, el alcohol o la marihuana, tiene una respuesta lista, porque lo sabe; cuando tú le preguntas si es adictiva o no, te dice hasta científicamente en qué casos puede ser y en qué casos no, o sea, están enterados del tema, pero cuando quieres saber si la ha probado, te dicen: ‘No’ ‘¿Por qué?’ ‘Porque no me gustaría inhi­birme, inhibir una parte de mi cerebro’. Y luego caen en el lugar común de ‘No me llama la atención’ ”.

—Te dicen que prefieren chupar, ponerse hasta atrás y subirse a bailar en la barra de un antro mientras tienen blackouts y no recuerdan nadita…

—¡Exactamente, Nacho! O intentan nadar en un canal de Xochimilco.

—Lo que luego termina, desafortunadamente, en muertes.

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1. “Estudio de factores de riesgo y victimización en adolescentes que come­tieron delitos de alto impacto social”, Reinserta un Mexicano, A. C., consúlte­se en Reinserta.org.