Entre los muros de piedra volcánica y los murales monumentales de Ciudad Universitaria, alma mater de generaciones de mexicanos, se esconden más que saberes y símbolos. La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) es también un espacio donde las leyendas urbanas, la historia y la arquitectura convergen, especialmente cuando se habla de uno de los episodios más oscuros de la historia reciente: la masacre estudiantil del 2 de octubre de 1968.
Diseñada en los años 50 por algunos de los arquitectos y artistas más importantes del México moderno, como Mario Pani, Enrique del Moral, Juan O’Gorman y David Alfaro Siqueiros, la Ciudad Universitaria se construyó como un símbolo del progreso, el pensamiento libre y la identidad nacional. Pero esa utopía fue violentamente interrumpida en 1968, cuando el ejército mexicano ocupó la UNAM durante el movimiento estudiantil, allanando facultades, deteniendo a jóvenes y quebrando la autonomía universitaria. Desde entonces, surgieron leyendas que vinculan ciertos espacios arquitectónicos con los acontecimientos de aquel año.
Las leyendas del '68 en la UNAM
Contexto: Una de las leyendas más persistentes afirma que el mural de Siqueiros en la Torre de Rectoría, El pueblo a la universidad, la universidad al pueblo, cambia con la luz del atardecer, revelando rostros ocultos o figuras que “lloran sangre”. Algunos estudiantes aseguran que, durante las noches cercanas al 2 de octubre, es posible escuchar susurros o cantos ahogados al pasar por la explanada central.
Te podría interesar
Otra leyenda, más reciente, gira en torno a la Biblioteca Central, ícono de la UNAM, cuyas paredes están cubiertas por un mural de Juan O’Gorman. Algunos relatos afirman que ciertas piedras del mural fueron reemplazadas después del 68 por otras de tonalidades más oscuras, como homenaje secreto a los caídos. Aunque no hay evidencia oficial, muchos creen que esos cambios fueron una manera sutil de mantener viva la memoria sin desafiar al régimen de la época.
La Facultad de Filosofía y Letras, epicentro del activismo estudiantil desde hace décadas, también es objeto de relatos. Se dice que en los salones vacíos puede sentirse una presencia pesada, una especie de “espíritu colectivo” que recuerda a los estudiantes detenidos y desaparecidos. Algunos trabajadores nocturnos aseguran haber escuchado pasos apresurados en corredores vacíos o voces en asambleas fantasmales que nunca terminan.
Te podría interesar
Esta es la otra leyenda "paranormal" detrás de la UNAM
Si alguna vez caminaste de noche por Ciudad Universitaria y un escalofrío recorrió tu espalda sin motivo aparente, tal vez no estabas tan sólo como pensabas. Entre la penumbra de los pasillos, el eco de los árboles del Pedregal y los silencios densos de las aulas vacías, hay quienes aseguran haber visto algo, o a alguien, que no debería estar ahí. Se le conoce como la mujer perro, y su presencia ronda la UNAM desde hace más de cinco décadas.
El origen del mito se remonta a 1968, año marcado por la represión violenta al movimiento estudiantil y la ocupación militar de la Universidad Nacional Autónoma de México. Entre las historias de miedo, desapariciones y abusos cometidos por el Estado, surgió un relato tan inquietante como simbólico: el de una joven que, oculta en el baño de una facultad, escuchó pasos y jadeos como de un animal... hasta que vio una figura perturbadora frente a su puerta.
No era un perro. No era una mujer. Eran ambas cosas. Una criatura que caminaba en cuatro patas, vestida, delgada, con cabello largo y mirada vacía. El vestido, dicen, cayó al suelo con lentitud, y lo que vino después fue el silencio.
Desde entonces, generaciones de estudiantes han transmitido el relato. Pero fue apenas en años recientes cuando el fenómeno resurgió con fuerza viral, gracias a un episodio del popular podcast Extra Anormal, donde se compartió un testimonio que revivió el mito para la era digital.
Testimonios actuales
Según reportes no oficiales, la mujer perro ha sido vista en varias facultades de Ciudad Universitaria: Filosofía y Letras, Ciencias, Medicina, incluso en el anfiteatro. En cada aparición, los detalles coinciden: figura femenina, piel morena, cuerpo delgado, postura animal y un vestido, usualmente morado, que cubre parcialmente su espalda mientras se mueve con una habilidad inhumana.
Los testimonios varían, pero hay un patrón constante: el ambiente se torna pesado, la piel se eriza, y quienes han estado cerca aseguran sentir una mezcla de miedo y profunda tristeza. Algunos incluso afirman que al verla han escuchado un ladrido seco, casi humano, justo antes de que desaparezca.
AJA