En la solemne ceremonia de despedida del papa Francisco, quien falleció el 21 de abril, Sor Geneviève Jeanningros, una religiosa de 81 años y amiga cercana del pontífice, rompió con el protocolo eclesiástico establecido.
Aunque Sor Geneviève Jeanningros no formaba parte del estricto protocolo, que solo permitía el acceso al ataúd a cardenales y obispos, la monja rompió con el orden establecido para rendir su último tributo al papa.
Mientras miles de fieles llegan a Roma para despedir a Francisco, el gesto de Sor Geneviève ha quedado como uno de los símbolos más inolvidables de este adiós. Con su mochila verde sobre los hombros, se detuvo frente al féretro, se inclinó en oración y permaneció allí varios minutos en silencio, con lágrimas corriendo por su rostro.
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Contexto: La amistad de Geneviève Jeanningros con el papa Francisco.
Sor Geneviève y el papa Francisco mantenían una amistad cercana; desde 2013, ella asistía cada miércoles a las audiencias generales en el Vaticano, mientras que durante más de cinco décadas dedicó su vida a acompañar a mujeres transexuales y feriantes de Ostia.
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Sor Geneviève organizaba visitas al Vaticano para que estas personas, en muchos casos dedicadas al trabajo sexual, pudieran ser escuchadas directamente por el papa.
Durante la pandemia de COVID-19, en colaboración con el párroco de Torvaianica, Andrea Conocchia, y el cardenal Konrad Krajewski, gestionó ayuda alimentaria y médica para quienes habían perdido sus medios de subsistencia.
En julio de 2024, como resultado de esa labor, Sor Geneviève logró que el papa Francisco visitara el parque de atracciones de Ostia para encontrarse con los feriantes, una acción histórica que dejó una huella profunda en quienes participaron en ese encuentro.
¿Quién es Geneviève Jeanningros?
Geneviève Jeanningros, religiosa de 81 años de la orden de las Hermanitas de Jesús, es conocida por su amistad con el papa Francisco, quien solía llamarla “la enfant terrible”, según información de la agencia EFE.
Desde hace más de 56 años, ha centrado su labor pastoral en comunidades marginadas de Ostia, en las afueras de Roma, particularmente mujeres transexuales, muchas de ellas trabajadoras sexuales, y feriantes.
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En una ocasión, entregó al pontífice la fotografía de una mujer trans asesinada, pidiéndole que orara por ella.