ARGENTINA

Escenas de la nada: De Arjona a Alberto Fernández, la decadencia del mundo

Ya no hace falta atender a diario que es lo que pasa en Ucrania, o angustiarse al ver avanzar la deforestación en el Amazonas o alarmarse de cómo avanza la sequía en distintas latitudes. Mucho menos por la corrupción galopante en distintos estamentos o ante las inclemencias del fenómeno de La Niña

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Ya no hace falta atender a diario que es lo que pasa en Ucrania, o angustiarse al ver avanzar la deforestación en el Amazonas o alarmarse de cómo avanza la sequía en distintas latitudes. Mucho menos por la corrupción galopante en distintos estamentos o ante las inclemencias del fenómeno de La Niña.

Para comprender que atravesamos una época gris, carente de ideas novedosas, como si todo debiera derivar de soluciones provistas por Inteligencia Artificial (casi un eufemismo de época, por el artificio), bastó con prestarle atención a la portada de la icónica revista Rolling Stone y rendirse ante la evidencia. A ella, a ese sitial anhelado para la consagración definitiva llegó nada más y nada menos que Ricardo Arjona.

Es de imaginar que al ser el primero en enterarse de su ingreso a ese parnaso, el baladista guatemalteco pudo haber escogido la clave Almodóvar para preguntarse: “¿Qué he hecho yo para merecer esto?”.

La misma pregunta que muchos mandatarios podrían formularse por estas horas, cuando sus respectivas coyunturas apremian y no encuentran ni soluciones, ni los caminos para seguir transitando hacia terrenos más firmes. No es de extrañar que la metáfora peleada con el buen gusto de Arjona haya terminado allí donde grandes músicos que cultivaron distintos géneros, aunque preferentemente el rock o el pop, tocaron el cielo con las manos, sintiendo la consagración definitiva.

Y es que así como la decadencia musical, fruto de la tiranía del gutural reggaetón y la demasía electrónica para disfrazar los acordes, eleva a Arjona a los primeros planos, en los campos del poder las cosas no son tan diferentes. 

Cada vez son más escasos los jefes de gobierno que brillan por sus ideas o por el manejo que puedan llegar a imprimirle a un mundo en crisis. Al alicaído Recep TayyipErdogan, le quedan 14 días para tratar de evitar su estrepitosa caída de un gobierno al que llegó hace 20 años. Por el mismo camino transita en Paraguay el oficialista Partido Colorado, cuya hegemonía vuelve a peligrar en los comicios de este domingo, luego de un errático gobierno de Mario Abdo Benítez (hijo del homónimo secretario privado del dictador Alfredo Stroessner). De confirmarse las encuestas y el Liberal Efraín Alegre se alce con la victoria, sería la segunda vez en sesenta años que ese partido se aleja del gobierno. 

 

Por allí malvive en el poder Guillermo Lasso, el todavía presidente de Ecuador, un acaudalado banquero quien lucho denodadamente por décadas para llegar a la presidencia. Lo logró en el 2019, pero todavía no sabe para qué, ni tampoco por qué, quiso ser presidente, ahora que está en el umbral de un juicio político. 

Sería recurrente abordar la situación de gobiernos como el de Emmanuel Macron o el de los conservadores británicos, con Rishi Sunak, a la cabeza. Si el que marca el tempo es Arjona y su sorprendente desembarco en la portada de la Rolling, la pregunta que se impone es aquella que canta: ¿Qué es lo que hace un taxista seduciendo a la vida? 

El taxista en cuestión podría ser alguien parecido al presidente argentino, Alberto Fernández, quien la semana pasada renunció a presentarse a la reelección. Solo a su postulación, porque a las funciones que lo atañen renunció hace varios meses. Más precisamente, en agosto pasado, cuando Sergio Massa asumió el ministerio de Economía.

 Y es que el rol de Fernández en la presidencia fue tan paupérrimo, sus intervenciones tan vacuas que bien podría pasar por un taxista que pasaba por ahí y como no había nadie para ocupar el cargo, su jefa, la expresidenta Cristina Kirchner, terminó designándolo vía Twitter. Los lectores no deben hacerse ilusiones. La otrora poderosa viuda, no plagió el dedazo del PRI en otros tiempos. Impuso su voluntad en un rapto de peronismo tardío. Colocó a Fernández en el cargo, lo ayudó a ganar las elecciones, le designó medio gabinete, le ordenó y manejó a su antojo hasta que se dio cuenta de que la economía se iba por el despeñadero de una inflación que actualmente supera el 104% anual y de un día para otro ella también decidió  hacer oposición. Eso sí, desde el cargo de vicepresidenta.

Desde el corazón mismo del gobierno. Eso no es arjonismo sio kirchnerismo explícito ¿Fernández? Bien gracias, inaugurando techos de estaciones de tren y diciendo que le gustaría que su vida sea interpretada en el cine por “Robert de Niro” (literal), nada más y nada menos que aquel de “Taxi Driver”. Pero aquí tampoco: Arjona no tiene culpa alguna. 

El descalabro del gobierno de Fernández y Fernández es tal que el Banco Central carece de dólares para enfrentar sus compromisos más urgentes, la situación social se recalienta y el voto del neofascismo más cerril, crece en las encuestas. Así pareció reconocerlo la Jefa Cristina, el pasado jueves cuando decidió polemizar abiertamente con el líder de ese sector, Javier Milei.

Poco a poco y sin pausa, la Argentina parece retrotraerse a aquellas aciagas jornadas de diciembre de 2001, cuando la crisis se fagocitó a cuatro presidentes en una semana. Avanza hacia ese terreno sin conducción alguna de la crisis y con una sociedad agobiada y hastiada de la clase política en su conjunto. 

Por eso el renunciamiento de Fernández, disparó todo tipo de conjeturas y de chistes al respecto, porque se trató de la renuncia de un presidente que nunca fue. Todo, con un ministro de Economía que se soñaba salvador y presidente a futuro, Massa, quien no se cansa de viajar a Washington a acordar e incumplir metas con el Fondo Monetario Internacional (FMI) en busca de dólares para llegar a agosto. 

Allí, en la capital estadounidense, fuentes bien informadas aseguran que “están cansados de tanto chiste en Argentina”, y es que la impronta discursiva del kirchnerismo goza de una estética arjoniana. Raya el mal gusto “vociferar el antimperialismo y “luego venir corriendo a pedir socorro en dólares”, aseguran en el Deparrtamento de Estado.

Otro de andar errático, que bien podría también justificar “el efecto Arjona” es el colombiano, Gustavo Petro. Arrancó en el gobierno el pasado 7 de agosto, avanzando con una forma de manejarse en el poder similar a la del difunto Néstor Kirchner, el expresidente argentino (2003-2007) y poco a poco su liderazgo se parece cada vez más al de Fernández. 

Días pasados, Petro había sido invitado a una charla sobre la política latinoamericana en la Universidad de Stanford, y sin decir agua va, dejó el lugar que tenía asignado para la conversación, se paró en un atril y comenzó a pontificar sobre el cambio climático. Muchos de los alumnos allí presentes, se vieron sorprendidos, la mayoría abandonó el lugar y otros le dedicaron más tiempo a sus teléfonos celulares que a escuchar las diatribas del mandatario, quien esta semana se vio obligado a cambiar su gabinete, ante los escollos que se le presentan en el Congreso, para aprobar sus reformas y cumplir así su plan de gobierno. 

Ninguno aparece como una excepción a la hora de mostrarse en las alturas del poder absortos y a prudente distancia de los problemas que sus decisiones o su carencia de ideas generan. Como si estuviesen obligados a vivir una realidad paralela, la historia de sobrevaloración de presidentes o jefes de gobierno es cada vez más notoria.

Sigue habiendo excepciones, aun en marcos muy complicados de gobierno, como lo demostró esta semana Lula a su paso por Europa, donde fue a defender su, por ahora, solitaria propuesta de paz entre Ucrania y Rusia y a tratar de allanarle el camino al acuerdo Mercosur-Unión Europea (UE), que espera su aprobación desde hace décadas. Y es que allí, en el terreno internacional, es donde Lula puede mostrar algo diferente. En el terreno doméstico, la cuestión es mucho más compleja y difícil debido a la debilidad con que su gobierno surgió de las urnas. 

Al menos eso, nos brinda la seguridad de que al menos el brasileño, todavía puede evitar lo de Fernández, quien en los ratos de ocio toca la guitarra, ante la absorta presencia de su perro Dylan. Agotada como está la posibilidad de ganarse, alguna vez, la portada del semanario Times, la esperanza de hacerlo en la Rolling sin que nadie se sorprenda, por lo visto no se le niega a nadie…

 

DJC