EL SALVADOR

El Salvador sin maras…pero sin democracia, alerta El Faro

LA situación de pandillas en El Salvador parece estar controlada, pero todo tiene un coste alto en cuestiones democráticas; es visible la represión

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La notoria ausencia de estructuras de pandillas en muchas ciudades del país es una buena noticia para todos los salvadoreños, de acuerdo con una nota periodística de El Faro, menciona que lo más beneficiados son especialmente aquellos que han vivido bajo el control de estos grupos criminales durante décadas y que fueron el blanco de muchas organizaciones nacionales e internacionales de seguridad, ahora ya no están al asedio de ellas, pero tiene un coste alto. La represión de pandillas tiene un tremendo poder para cambiar la vida de una nación, aunque en cuestiones democráticas sea un retroceso. 

De acuerdo con El Faro, la evolución de las pandillas (Maras) a lo largo de los años, las cuales estaban conformadas y articuladas por grupos de jóvenes marginados hasta auténticos sindicatos del crimen competían por el control de grandes extensiones de territorio dentro y fuera del país y, lo que es más importante, de la población. El tener el control sobre el miedo en el país es tener poder. Todo esto era un retrato de cómo la clase política se hereda a la ciudadanía; la principal cosa que se hereda fue la de guerras que no satisfacen a los ciudadanos; guerra vista como civil que trastocó todos los aspectos del país. 

Estas pandillas (Maras) son reflejo y producto de una sociedad rota, herida y abandonada por una clase dominante que durante años las vio como un problema político, luego las explotó y las convirtió en aliados estratégicos para mantener el poder.

De acuerdo con información y una investigación de El Faro, se ha podido confirmar que miles de pandilleros (Maras) ya han sido desmantelados, su estructura severamente debilitada y su presencia ahora mínima o nula en áreas que han controlado durante décadas; por lo que es visible que Los Maras están más debilitados que nunca; sin embargo, se resalta que en cuestiones de democracia el declive es mayúsculo. La mayoría de las democracias latinoamericanas son incipientes y llenas de problemas, empero, muchas de ellas tienen instituciones democráticas que dotan de sentido y Estado de Derecho. En el caso del El Salvador, el crear estas instituciones tuvo un coste de murieran cerca de 100.000 personas y desaparecieran miles más. 

El Faro asevera que El Salvador ahora ha transferido el poder a un hombre que ya dirige el sistema y no está sujeto a mecanismos de control o rendición de cuentas, el control es total, sin mecanismos de contrapesos que en las democracias son necesarios para su bienestar y desarrollo. Ante esto se menciona que las personas en El Salvador son responsables de esto, no en la forma en que se les gobierna, sí en a quién se le delegó y en el no hacer nada al respecto. 

El articulo menciona que, para la mayoría de los salvadoreños, la democracia ha perdido su valor, o al menos aquello que les resultaba atractivo de esta forma de gobierno. La razón detrás de esto es debido a que la democracia que se desarrolló en aquel país es incapaz de resolver los problemas más apremiantes del país, los más fundamentales de los cuales son la inseguridad y el terror inducidos por las pandillas. Durante décadas, el decir que el país era democrático fue un intento de asegurarse asimismo que estaban por el camino correcto. Las pandillas (Maras), por otro lado, son una presencia diaria, mundana y abrumadora.

Los medios de comunicación en el país han visto en las últimas semanas parecen anunciar que El Salvador y los habitantes del país pueden ser testigos de una vida nueva, hasta ahora desconocida, para miles de personas que pueden cruzar la calle, vivir con sus vecinos y seguir con sus vidas sin la amenaza de la violencia armada.

El alto coste de vivir sin pandillas

La presidencia de Bukele pasó de los pactos con estas estructuras criminales a la represión brutal, esto fue producto de que el pacto ya no era válido, dejó de existir. El ejército y la policía han estado allanando barrios bajo un estado de emergencia que les permite actuar como fiscales y jueces y arrestar a cualquier ciudadano que consideren sospechoso sin orden judicial.

Los abusos contra los derechos humanos están tan extendidos que decenas de miles de personas inocentes siguen encarceladas injustamente en prisiones superpobladas, muchas han muerto bajo custodia y el presidente se ha jactado de que la empresa constructora que eligió fue adjudicada recientemente sin licitación abierta.

 


El Faro menciona que la población de El Salvador ha renunciado a la presunción de inocencia, a la justa defensa y a un juicio justo por un ejemplo de control y sanción de los abusos gubernamentales. La renuncia más importante fue no querer un Estado de Derecho, lo que significa seguir leyes y constituciones, contrapesos, cuestionar, revirar y pensar el país en ciudadanía no en barbarie. Exaltan que se renunció a la libertad de pensamiento, la libertad de disidencia, la separación de poderes, la transparencia de las finanzas públicas y los mecanismos destinados a combatir la corrupción. Ya no hay orden del poder. 

El Salvador, país hermano que vive uno de los momentos más seguros de su historia, está a la merced de las instituciones que ellos mismos crearon, no hay cuestionamientos, no hay contrapesos, sólo queda estar a la voluntad de una clase política que parece ser que no emanó del pueblo, si no que provino de aquella que se juró destruir.

DJC