Flor Angélica empuja su carrito lleno con jitomates, papas, calabazas, plátanos, queso y longaniza. Dice que cada 15 días hace lo mismo, desde hace casi cinco años. Espera a que llegue el “Campo Bienestar” a su colonia, Valle de Luces, en Iztapalapa y compra su despensa.
“Me ahorro la mitad. Lo que aquí cuesta 800 pesos, en el mercado me sale en mil 600”, dice en entrevista con La Silla Rota. “Es de buena calidad, está bien surtido y no tengo que caminar mucho. Hasta en el grupo de la colonia nos avisan por WhatsApp”, añade.
Programas como el que aprovecha Flor se han extendido por toda la Ciudad de México bajo distintos nombres: “abasto del bienestar”, “mercado itinerante”, “abasto popular” o “social”. Su objetivo, según autoridades y promotores, es ofrecer alimentos de calidad a bajo costo, especialmente en zonas de alta marginación y a poblaciones vulnerables como adultos mayores.
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Pero no todos lo ven con buenos ojos. Locatarios de mercados públicos acusan que estos programas, muchos impulsados por diputados, concejales o aspirantes a cargos públicos están afectando su economía, rompiendo la cadena local de consumo y funcionando como plataformas políticas encubiertas.
¿Qué son los abastos populares?
Los “abastos populares” no son un programa oficial del gobierno capitalino. Funcionan como iniciativas impulsadas por alcaldías, diputaciones locales, concejalías o incluso aspirantes a alcaldías, con recursos propios o gestionados y se presentan como acciones sociales para combatir la carestía.
Hay dos tipos. Los que venden productos subsidiados y los que los regalan. Algunos operan en camiones rotulados con los logos de funcionarios o partidos políticos, otros se instalan con lonas sencillas en módulos ambulantes. En todos los casos, se colocan en vía pública, a veces cerca de mercados, lo que ha generado conflicto.
El programa “Campo al bienestar” comenzó en 2019 en Iztapalapa, durante la primera administración de Clara Brugada. Desde entonces, opera de lunes a sábado en distintos puntos de esa alcaldía, siempre “alejados de mercados y fuera de días de tianguis”, según aclara Antonio Molina, director de Programas Sociales, de la alcaldía.
Los productos vienen, dice, directamente de productores locales o regionales. Nosotros garantizamos que los kilos sean de a kilo, que las básculas estén calibradas y que los precios sean justos, afirma.
En promedio, un punto de abasto en Iztapalapa atiende entre 200 y 250 personas por jornada. Sólo en esa demarcación se instalan entre cinco y seis diarios. Verduras, queso, mole, jamaica y carne embutida forman parte de la oferta.
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La Silla Rota visitó dos de estos mercados itinerantes. Ambos cubiertos de lonas con logos del programa y de la alcaldía, sillas, carritos de supermercado e incluso patrullas sectoriales. Para su instalación, se cerró la calle donde fueron ubicados.
“Es parte de una obligación del Estado” dice Molina. “El artículo cuarto de la Constitución nos dice que debemos garantizar el derecho a la alimentación. Y si eso implica poner productos de calidad cerca de la casa de los ciudadanos”.
“No es campaña, es gestión”.
Programas similares se replican en otras alcaldías, ya sea por parte de las autoridades locales, diputados, concejales o aspirantes a algún cargo público. La diputada Leonor Gómez Otegui, por ejemplo, organiza abastos en la Cuauhtémoc desde hace ocho años.
“Trabajo con pequeños productores del sur de la ciudad. A muchos no les conviene vender en la Central de Abasto, porque les pagan muy poco. Entonces, yo sirvo de enlace para que lleven su producto directo a las colonias” explica en entrevista.
Ella asegura no obtener ganancia alguna y que incluso la camioneta que transporta los alimentos -y que lleva su nombre- no le pertenece.
“No es promoción personal. Es una forma de garantizar que alguien dé la cara, tanto por los vecinos como por los productores. Y ha funcionado, sobre todo durante la pandemia, cuando llevamos comida hasta las casas de adultos mayores”, afirma.
¿Por qué es importante el tema? Estos programas han generado protestas por parte de locatarios de mercados públicos. Las razones son caída en ventas: algunos giros como frutas, verduras y embutidos han visto una baja de hasta el 50%; instalaciones cercanas a mercados tradicionales, lo que rompe la cadena de consumo comunitaria; y clientelismo político: en muchos casos, los programas van acompañados de lonas, camionetas o difusión que promueve nombres de funcionarios o aspirantes a cargos.
Organizaciones como el Movimiento Plural de Comerciantes calculan pérdidas de hasta 30 millones de pesos diarios y acusan que más de 280 políticos están detrás de estas acciones sin rendición de cuentas.
Contexto: La estrategia se replica en toda la ciudad. La morenista Hannah de Lamadrid instala su carpa en colonias de la alcaldía Coyoacán al igual que el diputado Paulo Emilio García. En ambos puestos, las lonas llevan su nombre. Otros, como el concejal Adrián Belmont Palacios, lo hacen vía Whatsapp, sobre pedido, en la alcaldía Magdalena Contreras.
“Es clientelismo disfrazado”: locatarios de mercados
Pero no todos están de acuerdo con estos proyectos. Edgar Mendieta, vocero del Movimiento Plural de Comerciantes, denuncia que estos programas han provocado pérdidas de hasta 30 millones de pesos diarios a los mercados públicos de la capital.
“De regalar despensas pasaron a venderlas baratas”, afirma.
Según la organización, más de 79 mil locatarios están siendo directamente afectados por estas acciones, que califica como ilegales y clientelares.
“Identificamos ya a 280 personas entre diputados, concejales, partidos y aspirantes que realizan estas actividades. Están desorganizando el sistema de abasto, quebrando negocios y afectando a los más vulnerables en la cadena de suministro”, señaló Mendieta en entrevista con La Silla Rota.
De acuerdo con el vocero, los mercados públicos no sólo enfrentan una caída en ventas en giros como frutas y hortalizas, sino también una afectación indirecta en servicios como planchadurías, zapaterías o cocinas económicas. “La gente gasta su dinero en estos abastos, ya no va al mercado, y se rompe toda la cadena de consumo del barrio”, explicó.
“En su momento, el expresidente Andrés Manuel decía que querían erradicar los programas clientelares. Decía que antes regalaban despensas que solo traían frijol con gorgojo. Hoy las venden a bajo costo, pero siguen siendo clientelismo, solo más encubierto”, criticó el vocero.
“Si quieren ayudar, que combatan la extorsión”
Los comerciantes insisten en que no están en contra de que se apoye a la ciudadanía, pero exigen que se haga desde esquemas institucionales y no como vehículo político.
“Si quisieran realmente ayudar, combatirían la inseguridad en los mercados, la extorsión de funcionarios o bajaran los precios de insumos, la gasolina o casetas. Eso impactaría de verdad”, sostuvo.
"No buscamos afectar a nadie”: Maxta González
Ante las denuncias del Movimiento Plural de Comerciantes, Maxta González Carrillo, exdiputada local y una de las impulsoras de estos abastos, rechaza que se trate de una plataforma electoral. En entrevista con La Silla Rota, asegura que estas jornadas nacieron como una forma de aliviar el alza en los precios de alimentos y que incluso se abastecen de productos comprados en la Central de Abasto y en los propios mercados públicos.
“No ganamos un solo peso. Lo que buscamos es acercar alimento a precios accesibles. No se trata de competir con los mercados, sino de ayudar a quienes no alcanzan para comprar en otro lado”, afirma.
González reconoce que hay puntos válidos en la crítica, como evitar colocar estos abastos justo frente a los mercados, lo cual “evidentemente genera una competencia desleal”. Sin embargo, también cuestiona la representatividad del movimiento que protesta.
“Decir que un solo movimiento representa a los más de 300 mercados de la ciudad es simplificar demasiado. Hay mucha pluralidad en cada uno. Hay locatarios que no comparten esa postura y no se unieron a los bloqueos”, asegura.
También refutó la narrativa de que los productos son regalados por partidos políticos o funcionarios. “Todo se compra. No hay donaciones y quienes organizamos abastos lo hacemos como parte de nuestra función pública de estar cerca de la gente. No es campaña, es gestión”.
“No nos instalamos cerca de mercados ni tianguis”
En esto coincide la diputada de Morena por Milpa Alta, Judith Vanegas Tapia, quien rechaza que el abasto que ella impulsa tenga fines electorales o afecte a comerciantes locales. En entrevista explicó que su programa tiene ya ocho meses operando y entrega verduras de manera gratuita en zonas marginadas de la montaña.
“En Milpa Alta hay aproximadamente 400 asentamientos humanos irregulares, muchos no están reconocidos oficialmente. Entonces son personas en estado de vulnerabilidad. Por eso subimos a este cinturón de pobreza, para llevarles verduras frescas directamente del campo”, explicó.
Asegura que los alimentos no se venden y que el programa beneficia a más de 7 mil familias. “Esto no tiene ningún fin electoral. Sabemos que mucha gente no tiene ni para bajar al mercado. Por eso llevamos directamente el alimento, sin costo alguno”, relató.
“Nunca nos instalamos cerca de los mercados. No buscamos competir con nadie, al contrario, le compramos directo a entre 80 y 90 productores de la región”.
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