FE CORROMPIDA

Red de fe y corrupción: pastores, sacerdotes y sectas que someten a sus fieles

En México, decenas de comunidades han sido víctimas de falsos pastores y líderes religiosos que bajo el pretexto de servir a Dios, ejercen control, manipulan, abusan y explotan a sus seguidores

Escrito en ESTADOS el

Allende, Coahuila -En México, la fe se ha convertido en el refugio de miles, pero también en el arma de unos cuantos que la utilizan para manipular, explotar y cometer delitos. En distintos estados del país, hombres y mujeres que se autodenominan “pastores”, “videntes” o “enviados”, han edificado imperios de poder y miedo, escudados en el nombre de Dios. La historia reciente del municipio de Allende, Coahuila, es solo un ejemplo de cómo el abuso espiritual puede convertirse en un delito tangible.

 

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Falsos pastores religiosos fueron acusados de corrupción de menores. Foto: Redes Sociales.

En esa localidad, fueron detenidos varios supuestos pastores de una iglesia cristiana acusados de corrupción de menores. Las autoridades descubrieron que utilizaban a niños y adolescentes, incluso provenientes de otros países, para pedir dinero en las calles, exigiéndoles cuotas de entre 500 y 600 pesos que debían entregar a sus líderes. Ninguno de los menores tenía parentesco con los adultos que decían cuidarlos. El operativo permitió desmantelar una red que, bajo el disfraz de predicación, sometía a menores a condiciones de explotación y abandono.

“Decían que lo hacían para Dios, pero en realidad lo hacían para ellos”, narró una de las víctimas, una joven de 15 años que logró escapar antes de ser obligada a seguir mendigando. Su testimonio revela la cara más oscura del abuso religioso: cuando la fe se convierte en una herramienta de control, los más vulnerables son los primeros en caer.

Del púlpito a la prisión: los líderes caídos

El caso de Allende resuena en un país donde el abuso de poder religioso tiene un largo historial. Naasón Joaquín García, líder de la iglesia La Luz del Mundo, es el ejemplo más mediático. En junio de 2022, fue condenado en Estados Unidos a 16 años y ocho meses de prisión tras declararse culpable de abuso sexual infantil. Las investigaciones revelaron una red internacional de explotación sexual y tráfico humano disfrazada de ministerio religioso.

Naasón Joaquín García, líder de la iglesia La Luz del Mundo, fue condenado en Estados Unidos a 16 años y ocho meses de prisión tras declararse culpable de abuso sexual infantil. Foto: Cuartoscuro.

Las víctimas, la mayoría adolescentes, fueron manipuladas mediante promesas de salvación y amenazas divinas. “Nos decían que si nos negábamos, ofendíamos a Dios”, declaró una de ellas ante la corte. El caso de Naasón no fue un hecho aislado: documentos del Departamento de Justicia estadounidense señalan que otros miembros de la iglesia, incluidos familiares del líder, participaron activamente en los delitos.

La estructura del poder en La Luz del Mundo —con una jerarquía cerrada, culto a la personalidad y control sobre las familias— permitió que el abuso persistiera por décadas. Incluso tras la condena, la organización continúa operando en México, con templos activos en Jalisco, Ciudad de México, Veracruz y Baja California. “La fe no debe ser ciega”, advirtió una activista de Guadalajara que acompaña a sobrevivientes. “Cuando un líder se convierte en Dios, el peligro es absoluto”.

La secta del miedo: Nueva Jerusalén, Michoacán

En Michoacán, la fe también se ha usado para dominar. En la comunidad de Nueva Jerusalén, fundada en 1973, el control religioso se transformó en una dictadura espiritual. Ahí, las mujeres no pueden usar pantalones, las casas no tienen ventanas hacia la calle —para evitar “la tentación del mundo exterior”— y la educación estuvo prohibida.

El 6 de julio del 2012, los seguidores del autoproclamado “obispo Papa Nabor” cumplieron su amenaza: incendiaron la única escuela de la comunidad, la Vicente Guerrero, donde 200 niños intentaban recibir clases. El ataque fue justificado como una “revelación divina” de la Virgen del Rosario, transmitida por la “vidente” Rosa Gómez Gómez. Ninguno de los responsables fue detenido.

 En el nombre de la fe, en Nueva Jerusalén los religiosos quemaron su propia escuela. Foto: Cuartoscuro.

“Queremos aprender, no ofender a nadie”, dijo entre lágrimas Óscar Montero, representante de los jóvenes del pueblo. “Pero aquí estudiar es pecado”. Nueva Jerusalén vive bajo un régimen que mezcla fanatismo, pobreza y miedo. Los pobladores que se atreven a cuestionar son expulsados, golpeados o amenazados con la quema de sus casas.

El control político es otra cara del fanatismo. Desde su fundación, el grupo ha mantenido afinidad con el Partido Revolucionario Institucional (PRI). La “Virgen priísta”, como le llaman los críticos, “manda mensajes” sobre por quién votar, perpetuando una forma de clientelismo espiritual. Mientras tanto, los niños crecen sin escuela y las mujeres, sin derechos.

“En la ermita vivimos como en el infierno, pero con miedo a perder el cielo”, resume una mujer que huyó de la comunidad hace tres años y ahora vive en Morelia bajo resguardo.

Los intocables de la Iglesia

La historia de Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, revela otra dimensión del abuso: la del poder eclesiástico encubierto por el Vaticano. Durante más de 50 años, Maciel abusó sexualmente de seminaristas y menores, entre ellos algunos de sus propios hijos. Llevó una doble vida, con varias parejas y adicción a la dolantina, un opiáceo que usaba con frecuencia y que, según testimonios, compartía con sus víctimas.

Maciel abusó sexualmente de seminaristas y menores, entre ellos algunos de sus propios hijos. Ilustración: La Silla Rota.

Las denuncias comenzaron desde la década de 1940, pero el silencio y la complicidad de altos jerarcas del clero lo protegieron. Documentos desclasificados demuestran que incluso el papa Pío XII fue informado de las acusaciones y decidió no sancionarlo. No fue sino hasta 2006 cuando Benedicto XVI lo obligó a retirarse del ministerio público, aunque sin enfrentar un proceso judicial.

Maciel murió en 2008, impune. Pero su legado de horror aún pesa sobre cientos de víctimas que siguen exigiendo justicia. “Nos enseñaron que obedecer era amar a Dios, y con eso nos destruyeron”, dijo uno de los sobrevivientes, originario de Michoacán, en un documental sobre los abusos dentro de los Legionarios.

La fe como refugio o prisión

Los casos de Allende, Guadalajara, Nueva Jerusalén y la Ciudad de México muestran una misma constante: cuando la religión se utiliza como instrumento de control, el resultado es la vulneración de derechos fundamentales. Niños explotados, mujeres silenciadas, comunidades aterrorizadas.

“Las sectas y falsos pastores se aprovechan de la fe de la gente pobre, de quienes buscan consuelo o un milagro”, afirma la abogada queretana Isabel Ríos, especialista en derechos humanos. Foto: Cuartoscuro.

México es un país profundamente creyente pero también profundamente herido por los abusos cometidos en el nombre de Dios. Las víctimas, muchas veces invisibles, han comenzado a romper el silencio. Grupos civiles y colectivos de sobrevivientes impulsan reformas para que los delitos de abuso espiritual y explotación religiosa sean reconocidos en los códigos penales.

“Las sectas y falsos pastores se aprovechan de la fe de la gente pobre, de quienes buscan consuelo o un milagro”, afirma la abogada queretana Isabel Ríos, especialista en derechos humanos. “Pero la verdadera fe no se impone con miedo, se construye con dignidad”.

Mientras tanto, en los templos, en las ermitas y en los improvisados altares del país, miles de personas siguen rezando. Algunas lo hacen por salvación; otras, simplemente, por justicia.