JALISCO

CJNG convierte a comunidad de Jalisco en pueblo fantasma

La Silla Rota realizó un recorrido en Santa María del Oro, municipio jalisciense donde el CJNG mantiene una presencia permanente, sus habitantes han optado por armarse para defender el patrimonio que les queda

Familias se arman para enfrentar al CJNG en Jalisco
Familias se arman para enfrentar al CJNG en JaliscoCréditos: LSR | Carlos Arrieta (Corresponsal LSR)
Escrito en ESTADOS el

SANTA MARÍA DEL ORO, Jalisco. - De un tiempo a la fecha, un grupo de élite del Cártel Jalisco Nueva Generación ha extendido su zona de control sobre localidades de Santa María del Oro, de donde ha expulsado a decenas de familias de por lo menos una decena de rancherías, que ya se convirtieron en pueblos fantasmas.

Una de ellas es Los Plátanos, donde solo quedan dos habitantes, adultos mayores, que se resisten a dejar morir el ganado que los habitantes de ese lugar tuvieron que dejar a la deriva cuando fueron desplazados por la organización criminal.

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Vivir entre las balas y explosivos

Apenas se asoman los primeros rayos del sol y el cielo hace eco de los destellos que dejan la trayectoria de las balas de los fusiles de asalto y ametralladoras con los que el grupo delictivo perpetra su ofensiva. Los estruendos de los explosivos que el CJNG lanza desde drones también son parte de ese cruento desayuno con el que inician el día los criminales.

“Vivimos una tragedia, con miedos y asustados. Ya casi ni duerme uno y esto es una vida triste,” describe Santos Chávez a La Silla Rota, uno de los dos únicos pobladores que quedan en Los Plátanos, tras el desplazamiento forzado del resto de las familias.

Camino a comunidad Los Plátanos | Fotografía de Carlos Arrieta (Corresponsal LSR)

A un costado de la ya desolada plaza principal, Santos se quita la gorra para secar su sudor mientras da la espalda al kiosko de la localidad. Narra que hace unos días, la alerta de que se acercaba un comando del CJNG a sus viviendas hizo que en cuestión de minutos se vaciara esa localidad.

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“Ya casi nos dejaron todos. La gente ya se fugó, ya dejó todas sus cositas ahí todo abandonado; sus gallinitas solas, todo abandonado, por miedo al cártel,” lamenta.

El líder de una numerosa familia cuenta que tan solo de ese poblado, son más de 100 familias las que fueron desplazadas por la violencia. Expone que las víctimas huyeron y ahora buscan refugio en otros municipios aledaños del vecino estado de Michoacán, como Los Reyes y Tocumbo.

“Los del cártel por ahí andan cortito; la gente está toda atemorizada y esto ya es un pueblo fantasma,” insiste.

Santos Chávez camina en el "pueblo fantasma" en una plaza desolada | | Fotografía de Carlos Arrieta (Corresponsal LSR)

Así son los ataques

Para llegar a Los Plátanos, La Silla Rota recorrió gran parte de esa zona de Jalisco colindante con el estado de Michoacán y documentó con video una jornada de ataques. En el trayecto, se confirmó lo que desde hace semanas han denunciado los pobladores y que este medio de comunicación ha dado a conocer: los embates del CJNG y su avance.

Apenas se asomaba el sol cuando las alertas se encendieron entre los habitantes al escuchar los primeros estruendos de los fusiles de asalto y la trayectoria de las balas de grueso calibre que surcaban el amanecer.

“Atentos, ya empezaron otra vez los jaliscos,” se escuchaba en los mensajes de WhatsApp enviados por uno de los habitantes.

La ofensiva criminal era desde diferentes puntos de esa zona serrana, en la que también se escuchaba el zumbido de los drones que sobrevolaban por encima de los lugareños. Debajo de uno de los enlonados de las trincheras, se ve un poco de verdura que las mujeres y otros habitantes le hicieron llegar al grupo de pobladores apostados en las barricadas para contener los ataques.

El cártel deja de disparar y en ese momento, Manuel, un ganadero de la región, relata que tuvieron que sacar sus armas y defenderse, “porque es una situación desesperante la que estamos viviendo.”

“(Los criminales) nos están despojando de lo poco que tenemos en nuestras comunidades de aquí de la región.”

El Santuario, que pertenece al municipio de Tocumbo, Michoacán, es a donde se tuvo que ir a refugiar Manuel tras ser desplazado junto con su familia. Tras repeler con su rifle cuatro horas de ataque, el ganadero refiere que quienes los atacan desde hace varias semanas son gente armada del Cártel Jalisco Nueva Generación.

El paisaje verde oculta la realidad de un pueblo que vive bajo las balas | Fotografía de Carlos Arrieta (Corresponsal LSR)

CJNG se apodera de sus pertenencias

“Nos han despojado de nuestro propio ganado y nos están quitando la paz y la tranquilidad. Nos están quitando todo. Nos están corriendo de nuestras comunidades,” dice. Sentado detrás de una barrera de costales llenos de arena y ya con poco aliento, Manuel advierte que no tuvieron otra opción más que tomar las armas y defenderse.

“Nosotros vamos a pelear por lo nuestro. Ahí (en las comunidades) hemos crecido; ahí hemos vivido. Tenemos a nuestros hijos, a nuestra familia y nos están dejando sin nada.”

Recrimina que los tres niveles de gobierno los han abandonado y que no hacen su trabajo de garantizarles seguridad. “El gobierno no hace su trabajo; no nos está apoyando y nos ha tocado tomar las armas, porque están en riesgo nuestras vidas, las de nuestros hijos y la de nuestra familia,” reitera Manuel mientras una pertinaz lluvia les oscurece más el horizonte.

Cuenta que desde que se vieron obligados a salir y dejar todo en sus localidades, él y su familia ahora viven del apoyo de algunos parientes que viven en otros lugares. “Nos hacen llegar aquí agua, comida o lo que pueden, nos acercan aquí para no morirnos de hambre y seguir dando la lucha por nuestras comunidades,” subraya.

Reitera que lo único que piden es vivir con paz, con tranquilidad y “como gente de bien que somos y no nos merecemos esto.”

Apenas había pasado una hora y en cuanto cesó el agua, se reavivó la lluvia de plomo. Los fusiles de asalto no son suficientes para el grupo criminal que también lanza proyectiles con Barrett calibre .50, capaces de perforar casi todo tipo de blindajes. Los drones cargados de explosivos nuevamente hacen su aparición y son acompañados de las ráfagas de metralla de una Minigun.

El manejar un arma se ha convertido en parte de su rutina para este habitante | Fotografía de Carlos Arrieta (Corresponsal LSR)

Los pobladores repelen con lo que tienen y se resguardan en una de las trincheras, en espera de no ser alcanzados por un explosivo o un mortífero proyectil.

“Aquí los tenemos ya cortitos, oiga. Nuestra ventaja es que ellos no conocen el terreno y nosotros sí; además que están cuesta arriba y de aquí los miramos, así que todavía les vamos a aguantar un ratito más,” dice el adulto mayor a La Silla Rota mientras suelta un tiro.

Los disparos se escuchan varios kilómetros a la redonda; incluso hasta Zipoco, donde se encuentra la ya casi desmantelada base militar. La base ahora solo está conformada por dos patrullas del Ejército Mexicano, que nada puede hacer, porque no les han dado órdenes y por ello es burlada por el grupo armado.

En imágenes captadas desde el dron, se ve a los grupos fuertemente armados cómo se movilizan y avanzan. A las afueras de los ranchos, sobre los caminos y en los principales predios, la organización criminal ha plagado de minas antipersonales. El ganado que quedó libre es alcanzado por los explosivos sembrados en la terracería y los caminos rurales se han convertido en un cementerio animal. Por esa razón, los pobladores temen transitar a pie o en vehículos, ya que corren la misma suerte que el ganado: morir hechos pedazos.

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Habitantes tienen que tener un "arsenal" de armas para defenderse del CJNG | | Fotografía de Carlos Arrieta (Corresponsal LSR)

Se refugian en Michoacán

Reunidos en espera de más víveres, pero también en busca de soluciones a lo que enfrentan, representantes comunales de al menos 12 localidades se reúnen en uno de los poblados. Informan que son más de 900 familias las que en una sola semana han abandonado sus viviendas y han convertido sus rancherías en pueblos fantasmas.

Señalan que, en este momento, los centenares de familias desplazadas han huido hacia los municipios de Los Reyes y Tocumbo, Michoacán. Aunque dispersas, la mayoría de las familias están conformadas por mujeres, niños y adultos mayores, ya que los hombres están en los campos de batalla y en busca de trabajo, pues han perdido todo.

Así como en Los Plátanos, Zipoco ya se quedó solo; Carrizos, Los Panales, Petacala y otras rancherías también se han quedado vacías. Autoridades del ayuntamiento de Tocumbo confirmaron que a diario arriban a ese municipio decenas de familias para pedir ayuda, comida y alojamiento.

Carga de rifles para estar listos ante cualquier "combate" | Fotografía de Carlos Arrieta (Corresponsal LSR)

Las fuentes consultadas informaron que, a raíz de ese fenómeno migratorio, han implementado un plan emergente de ayuda humanitaria para esas familias jaliscienses. A través de distintas áreas, el municipio ha centrado su atención en la repartición de despensas, ropa y una atención médica que va desde revisiones generales hasta la aplicación de vacunas y otras necesidades de las víctimas.

Las autoridades señalaron también que las familias desplazadas están dispersas en algunas localidades y que prefieren mantenerse de bajo perfil por su seguridad. Las madres y padres de familia, así como jóvenes, también han sido ayudados con espacios laborales en los jornales de berries y otras actividades productivas de la región.

“Aunque sabemos que esas son acciones humanitarias paliativas, ya que la solución es que a las víctimas se les garantice la seguridad y que puedan regresar sin riesgos a sus comunidades. Ojalá sean escuchados y les llegue el apoyo,” dijo una de las fuentes consultadas.

Se buscó una postura del ayuntamiento de Santa María del Oro, pero hasta el cierre de esta edición no se había recibido respuesta. Mientras tanto, los habitantes de la región piden el establecimiento de dos bases militares con nutridos convoyes y órdenes de recuperar las localidades y la seguridad en la zona colindante con Michoacán.

Bala incrustada en un tronco de árbol | Fotografía de Carlos Arrieta (Corresponsal LSR)