Existen varios rituales que miles de mexicanos hacemos para despedir al Año Viejo y darle la bienvenida al Año Nuevo, desde tirar lentejas para la abundancia, dar una vuelta a la manzana con maletas para tener muchos viajes e incluso meterse debajo de la mesa para encontrar el amor, pero, sin duda, uno de los más tradicionales y simbólicos que podemos encontrar son las doce uvas.
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Actualmente es imposible empezar un Año Nuevo sin antes habernos devorado las doce uvas, las cuales tienen que ser consumidas con las doce campanadas y que, según nuestros abuelos, “cada una significa un propósito a cumplir”. Pero cuidado, ya que si lo haces de forma rápida, podrías ahogarte con la fruta.
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¿Por qué comemos doce uvas en Nochevieja?
En muchas naciones, las personas esperan a la medianoche para recibir un abrazo por parte de familiares y amigos, así como degustar de una copa de champán o sidra; sin embargo, en México se recibe el nuevo año comiendo doce uvas.
¿Por qué son doce las uvas en Nochevieja? Ya que simbolizan los doce meses del año. De acuerdo con la tradición, cada toque de campana implica tragar una uva y representa un nuevo propósito para el trabajo, la salud o la familia.
De acuerdo con varios sitios especializados, el origen de las campanadas que escuchamos en el primer día del año nació en el reloj de la Casa de Correos, ubicado en la Puerta del Sol en Madrid, España. Este lugar proporcionaba el ritmo de las campanas, pero cada país lo modificó de acuerdo a sus propias costumbres.
Actualmente, gracias a la televisión y al internet, puedes escuchar las doce campanadas y tener tu propio ritmo, mientras que a la par puedes comer de las doce uvas, las cuales representan prosperidad y buena suerte para el Año Nuevo.
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¿Cuál es el origen de las doce uvas en Año Nuevo?
Al igual que sucede con muchas tradiciones, las doce uvas tienen su origen a finales del siglo XIX gracias a la influencia de familias burguesas españolas y francesas, quienes comenzaron a celebrar el Año Nuevo degustando una copa de champagne y uvas.
A la par, las clases bajas tenían la costumbre de salir durante la noche del 5 de enero. Una velada donde casi todo estaba permitido; sin embargo, en 1882 las autoridades decidieron suspender esta tradición para evitar cualquier delito mayor. Como respuesta, algunos pobladores se concentraron en la Puerta del Sol cada 31 de diciembre y, para mofarse, empezaron a imitar a la burguesía al consumir champagne y uvas.
Poco a poco esta broma empezó a hacerse una tradición, misma que los locatarios madrileños aprovecharon y comenzaron a vender las doce uvas de la suerte en todo el territorio español que para 1903 fue extendiéndose en otras partes de Europa y del resto del mundo.
