Desde su origen, la vida de Amanda Lalena Escalante Pimentel (mucho más conocida como Amandititita) ha estado marcada por el dolor, la pérdida y la resiliencia. Nacida en Tampico en 1979, fue hija del legendario rockero Rodrigo “Rockdrigo” González (compositor de la canción “Metro Balderas”) y de Mireya Escalante Pimentel.
A los seis años, el mundo entero de Amandititita se desmoronó: su padre murió al colapsar el edificio donde vivía (Bruselas #8, colonia Juárez) durante el terremoto del 19 de septiembre de 1985 ocurrido en la Ciudad de México.
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Una infancia marcada por la pérdida y el abandono
Tras la pérdida, Amanda junto con su madre llegaron a la Ciudad de México; lo que siguió fue una infancia traumática. Vivieron en hoteles baratos, sofás prestados o incluso en las calles, mientras su madre caía en el alcoholismo.
Bajo ese contexto, fue la propia Amandititita quien asumió la responsabilidad de cuidar a su madre y a su hermano, enfrentándose muy joven a las sombras del abandono y el legado musical que había dejado su padre en el género del rock urbano.
La lucha no fue solo económica, sino también emocional. De niña, Amanda no fue registrada correctamente; en su acta apareció “padre: ausente”. Esa dualidad entre la presencia mitológica de su padre como símbolo cultural y su ausencia tangible creó una carga emocional intensa que trasladaría a su obra artística.
Al iniciar carrera, fue golpeada por una prensa implacable. Algunos medios llegaron a cuestionar su legado, publicando comentarios hirientes como: “si Rockdrigo viera lo que su hija hizo se volvería a morir”. A pesar de esa violencia verbal, Amandititita encontró en la música y la escritura una forma de exorcizar sus demonios. En su libro autobiográfico, se muestra como Amanda, dejando atrás el personaje escénico, para narrar con brutal honestidad su infancia desprotegida, la espiritualidad salvadora y el camino hacia el perdón.
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Hoy, con algunos años de sobriedad y viviendo en Los Ángeles, Amandititita ha reconciliado su pasado, ha encontrado paz y canaliza su dolor a través de su arte. Su historia es un testimonio de lucha, supervivencia y redención, que transforma el dolor crudo en una voz auténtica y liberadora para muchos
EONM
