La televisión mexicana perdió a una de sus figuras más queridas con la muerte de Eduardo Manzano “El Polivoz”, un comediante que dejó huella en generaciones enteras gracias a su talento para transformar la observación cotidiana en humor. La noticia fue confirmada por su hijo, Eduardo Manzano Jr a través de sus redes sociales.
“Hoy el escenario de la vida ha bajado el telón. Mi padre, un comediante querido por miles y un ser humano admirado por todos los que lo conocieron ha partido de este mundo. Fue un hombre extraordinario, bondadoso, inteligente y con un corazón tan grande como su talento”.
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Manzano, dueño de una versatilidad extraordinaria, tenía la capacidad de moldear su rostro, su voz y su postura para construir figuras completamente distintas entre sí: inocentes, burlonas, ingenuas o profundamente críticas. Cada una encontró eco en una audiencia que reconocía, entre risas, los absurdos sociales que retrataban.
Los personajes que inmortalizaron a Eduardo Manzano
Entre sus creaciones más emblemáticas destaca El Poli, quizá el personaje más asociado a su nombre. Era una caricatura del policía de tránsito capitalino: formal pero despistado, atento pero torpe, siempre atrapado en situaciones que lo rebasaban. Su dinámica con Cuenca definió la esencia del programa e introdujo un estilo de sketch que permaneció por décadas.
Otro de los personajes que el público adoptó con cariño fue El Risueño, un optimista permanente. Manzano explotó aquí su talento para el humor físico y las emociones sobreactuadas; el personaje, con su sonrisa constante, se convirtió en un símbolo del humor inocente de la época.
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En esa misma línea nació Gordolfo Gelatino, uno de los favoritos del público y quizá el más entrañable de la dupla. Sus frases, su torpeza y su candidez lo volvieron parte de la cultura popular mexicana. Su famoso “¡Fuchi, guácala!” trascendió el programa y se instaló en generaciones posteriores que conocieron al personaje en retransmisiones y compilaciones.
Dentro de sus personajes satíricos destaca El Burócrata Pérez, una crítica clara y directa al aparato gubernamental, a la lentitud administrativa y a la indiferencia en las oficinas públicas. Manzano convertía la frustración ciudadana en humor accesible, provocando identificación inmediata.
También brillaron El Maestro Flojerino, parodia del profesor que todo pospone, y Clodomiro Pucheros, detective dramático y exagerado que resolvía los misterios más absurdos. Ambos demostraban su capacidad para combinar crítica social con humor teatral.
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Manzano volvió a conquistar a nuevas generaciones gracias a su interpretación del abuelo Arnoldo López en Una familia de 10. Este personaje —gruñón, tierno, ocurrente y profundamente humano— le permitió reinventarse y conectar con un público joven. El abuelo Arnoldo se convirtió en una pieza clave de la serie y mostró que su instinto cómico permanecía intacto.
EONM
