Nadie lo quería; intelectuales, críticos y gente de alta sociedad repetían una y otra vez la misma frase: “¡No queremos a Juan Gabriel en el Palacio de Bellas Artes!”, sin embargo, esa noche del 9 de mayo de 1990 pasó a la historia no solamente por ser uno de los mejores conciertos del “Divo de Juárez”, sino por marcar un antes y un después en la industria musical.
Juan Gabriel llevó sus canciones, su mariachi y su energía al escenario más solemne del país, el Palacio de Bellas Artes. Durante cuatro noches consecutivas, del 9 al 12 de mayo, el recinto que había sido territorio exclusivo de la ópera y la música clásica se entregó por completo a la emoción del cantante mexicano.
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Acompañado por la Orquesta Sinfónica Nacional, dirigida por Enrique Patrón de Rueda, el artista ofreció un concierto donde logró combinar el rigor sinfónico con la calidez de la música popular. Era la primera vez que un cantante de su género pisaba ese escenario, un hito que marcaría la historia cultural de México.
Una noche de oro, lentejuelas y emoción
Con un traje blanco resplandeciente, Juan Gabriel apareció en el escenario ante un público que en su momento dudaba de su talento, pero, tras casi tres horas, recorrió junto con él su repertorio más entrañable: “Amor eterno”, “Querida”, “Hasta que te conocí” y “No tengo dinero”, entre otras.
Poco a poco los asistentes iban animándose a aplaudir y bailar; la orquesta, junto con un coro infantil y mariachi, acompañaron una voz que llenó cada rincón del recinto.
“Me impresionó muchísimo que llegó, se plantó en medio del escenario y de repente volteó y dijo ‘el violín de la izquierda se escucha desafinado, por favor afínenlo', y eso nos impactó muchísimo a todos, el hecho de que tuviera tan buen oído como músico; hablaba de que era preparado y un artista completo”, afirmó su corista Blanca Rodríguez, tiempo después en una entrevista para Infobae.
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La atmósfera era indescriptible: entre aplausos, lágrimas y ovaciones de pie, el público —mezcla de figuras del arte y gente del pueblo— vivía algo más que un concierto; era la reivindicación del talento popular.
Entre la polémica y el reconocimiento
El concierto no estuvo libre de controversia. Parte de la comunidad artística, cultural y del entonces INBA se opuso al evento al considerarlo una “mercantilización” del recinto. Cartas de protesta y críticas públicas surgieron. Y aún así, “El Divo de Juárez” no se inmutó.
“Fuimos muy atacados al principio, había mucha gente en contra de ese concierto y fue un verdadero escándalo. … Vi que era una música que valía la pena, los arreglos estaban muy bien hechos, y además era para una causa noble…”, afirmó Patrón de Rueda en una entrevista para Milenio.
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Por otro lado, María José Cuevas, la directora de “Juan Gabriel: Debo, quiero y puedo” (disponible en Netflix), explicó en conversaciones posteriores lo siguiente:
“Era el último escenario que le faltaba conquistar… Juan Gabriel era más poderoso que el mismo poder.”
Un legado que sigue vivo
El concierto fue grabado y lanzado como el álbum “Juan Gabriel en el Palacio de Bellas Artes” el 20 de diciembre de 1990, hoy considerado una joya discográfica. A más de 35 años de este momento, su presentación sigue siendo un referente en la historia de la música mexicana y un símbolo de inclusión cultural.
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“Esta noche estoy feliz y quisiera expresarles mi deseo: que todos los artistas populares tengan la misma bella oportunidad que yo… Este lugar se construyó con dinero del pueblo”, afirmó Juan Gabriel.
EONM
