VERACRUZ, VER.- Luego de parir a sus tres hijos sin anestesia, Laura Cao Romero se encontró como una mujer capaz. Fue testigo de lo fuerte que era y de la experiencia indescriptible que había atravesado. La partería, profesión en la que lleva 35 años y que es practicada por pocas mujeres en la ciudad de Veracruz, se convirtió mucho después en su vida.
“Aquí en el fraccionamiento Reforma no hay parteras. Esas solamente en las rancherías”, le dijeron de forma despectiva hace años en un centro de salud de Veracruz. Lejos de ofenderle, tal señalamiento la extrañó.
Admite que sí, que es cierto que la partería fue sustituida por la llegada de la ginecología y obstetricia, a la que también se sumó el cierre de las escuelas profesionales de partería en las décadas de 1950 y 1960.
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En la época prehispánica de México, ser partera implicaba prestigio dentro de los pueblos originarios. Aunque esto cambió con la conquista española, cuando la partería se occidentalizó y se prohibieron algunas prácticas y conocimientos de la medicina mexica.
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Esto, de acuerdo con el Archivo General de la Nación, provocó que las parteras indígenas perdieran su prestigio, ya que, en el catolicismo, el parto se consideraba como un estado sucio o de enfermedad.
En el Antiguo Testamento, en Génesis 3:16, se menciona que Dios castigó a la mujer con el aumento de los malestares y dolores durante su embarazo y parto debido al pecado original.
Sin embargo, para Laura Cao Romero los dolores en el parto no son un castigo, sino algo natural que ayuda a nacer al bebé, así como una oportunidad para reconocerse como mujeres fuertes. “Yo confiaba en mi cuerpo y eso fue como mi reto, y lo logré”, dice con una sonrisa.
Contexto: el parto respetado y no a la violencia obstétrica: derechos de la madre y de su hijo
A pesar de que Laura tuvo un parto psicoprofiláctico –aquel en el que la mujer y su pareja reciben preparación física y emocional para dar a luz sin anestesia, sin medicamentos y sin intervenciones quirúrgicas–, reconoce que este, a su vez, fue restrictivo.
“Mis tres hijos fueron sin anestesia en un hospital en condiciones con las que, eh... digamos que no estoy de acuerdo ahora por la impersonalidad con la que se trata a las mujeres, por eso es importante que haya iniciativas como la Semana Mundial del Parto Respetado”, explica.
“Los protocolos hospitalarios están diseñados para la atención de personas enfermas, y la mayoría de las mujeres próximas a dar a luz están saludables. Las mujeres necesitan intimidad y respeto en su trabajo de parto, no sentirse solas. Estar acompañadas, tener apoyo de una persona de su confianza. El trabajo de parto es algo muy personal y muy sagrado, muy importante para las mujeres y se trata con rigidez, con desconocimiento de lo que una mujer pariendo necesita”.
Años después, Laura tomó un diplomado en la Asociación Mexicana de Psicoprofilaxis Obstétrica, para orientar y ayudar a las demás mujeres embarazadas durante su labor de parto. Y así lo hizo durante una década, hasta que la hoy partera se dio cuenta de que esto no era suficiente.
Lo dice porque, una vez llegadas al hospital, las mujeres volteaban a ver las instrucciones y los protocolos, por lo que perdían la confianza en sí mismas y la depositaban en quienes las atendían. “Me di cuenta de que no era exactamente lo que una mujer con libertad necesita para el proceso de su labor, su trabajo de parto y el encuentro con su bebé”, explica.
La violencia obstétrica y el parto respetado, también llamado humanizado, son conceptos que necesitan trabajarse más, dice Laura, para garantizar un parto seguro y respetuoso para las mujeres.
De acuerdo con el informe “Violencia obstétrica, un enfoque de derechos humanos” realizado por la fundación Angélica Fuentes, este tipo de violencia se genera en la atención del embarazo, parto y posparto en los servicios públicos de salud y privados.
“Consiste en cualquier acción u omisión por parte del personal del Sistema Nacional de Salud que cause un daño físico y/o psicológico a la mujer durante el embarazo, parto y puerperio, que se exprese en la falta de acceso a servicios de salud reproductiva, un trato cruel, inhumano o degradante, o un abuso de medicalización, menoscabando la capacidad de decidir de manera libre e informada sobre dichos procesos reproductivos”, define el informe.
Algunas manifestaciones de la violencia obstétrica, según la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia Contra las Mujeres, son: practicar el parto por cesárea existiendo las condiciones para realizar un parto natural, sin el consentimiento voluntario, expreso e informado de la mujer.
Obligar a parir acostada y/o inmovilizada, negar u obstaculizar la posibilidad de cargar y amamantar al bebé inmediatamente al nacer, y no atender oportuna y eficazmente las emergencias obstétricas.
La Semana Mundial del Parto Respetado se celebra cada año durante la tercera semana de mayo desde el 2004. En este 2025, el tema de conmemoración del 13 al 19 de mayo es “parir está en voz”.
El objetivo principal de esta, de acuerdo con UNICEF, es visibilizar el modo en que se atienden los partos en todo el mundo y exigir el cumplimiento de los derechos vinculados al nacimiento.
Y para que un parto sea considerado humanizado, explica UNICEF, se deben respetar los derechos de las madres, los niños y niñas y sus familias en el momento del nacimiento, siempre con la promoción del respeto hacia cada una de sus particularidades.
Es decir, de su etnia, religión y nacionalidad, acompañándose a través de la toma de decisiones seguras e informadas. Además, para que el parto respetado suceda, la mujer debe seguir su propio impulso de parto sin intervenciones innecesarias, así como poder decidir sobre la forma de controlar el dolor durante el parto.
Formación como partera
Tras darse cuenta de estas condiciones y de ver que las mujeres no disfrutaban su parto, Laura se preparó durante años para hacer la diferencia. Aprendió de parteras de Austria, Holanda, Estados Unidos y México.
“Los primeros partos que vi me dejaron con la boca abierta. Fueron partos en casa, donde todo era íntimo, sencillo y con mucha confianza”, explica. Pero cuando quiso profesionalizarse y aprender de una escuela, se topó con que estas ya no existían desde 1950 y 1960.
Por azar, en Tepoztlán, Morelos, se enteró de una partera llamada Patricia Key que había estudiado en Nuevo México, Estados Unidos. Al convertirse en su maestra, Laura se comprometió a armar un círculo de estudio con su programa académico. Después, Patricia les habló sobre parteras originarias de México, y les propuso conocerlas.
“Aprendí de ellas cómo era su oficio, su quehacer y su aproximación a las mujeres de su comunidad (...) Fue una sorpresa ver que la partería en nuestro país siempre ha estado vigente (...) ver los códices de cómo las parteras tenían un alto reconocimiento en las familias”, dice con una sonrisa.
La partería como el primer nivel de atención
Y desde sus 40 años hasta hoy, que tiene 79, Laura estima haber acompañado al menos 350 partos. Es algo que le encanta, dice, ya que apreciar el cambio en las madres –que afirma no es solo físico, sino también emocional– es algo mágico.
Ver la conexión entre sus parejas –si están presentes– y su hijo, la hace sentir afortunada y agradecida. Sin embargo, Laura dice que está cansada y próxima a retirarse, ya que asistir un parto no es una tarea fácil, por lo que recientemente ha optado por hacerlo acompañada de otra partera.
El proceso de acompañamiento durante el embarazo, según explica, comienza desde que las madres se interesan por un parto respetado. Se hace el seguimiento en la salud, en el crecimiento del bebé y se aclaran dudas. Además, durante las consultas se habla sobre las emociones y los miedos de la madre.
“El modelo y el perfil de partería que yo conozco es uno que cuida el protagonismo de la mujer y del bebé y del papá, si está ahí acompañando. Cuida su entorno y al mismo tiempo estamos con la oreja, aunque sea en una habitación de al lado para no estorbarles, pero estamos pendientes”, detalla.
Las parteras, dice Laura, están capacitadas para evaluar la forma en que sucede el parto y verificar si este se mantiene dentro de los estándares normales. Por ello, puntualiza, las parterías deberían ser consideradas el primer nivel de atención, en donde no es necesario un médico ni procedimientos quirúrgicos.
“Y así sucede en los países de Europa, la mujer a donde primero va a ser revisada y valorada es con la partera. Y ya de ahí, si es necesario, la mujer va al hospital a tener interconsulta dentro de un segundo nivel de atención”, explica.
De acuerdo con cifras del INEGI del 2023, en el estado de Veracruz se realizaron 250,700 cesáreas durante el parto, en mujeres embarazadas de 15 a 45 años. De estas, el 47.4 por ciento (118,806) fueron programadas. El resto, equivalente al 52.6 por ciento (131,894) de las cesáreas, fueron realizadas por emergencia.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS) , la tasa ideal de cesárea debe oscilar entre el 10 y el 15 por ciento. A pesar de esto, sus datos apuntan a que desde 1985 este procedimiento es cada vez más frecuente en países desarrollados y en vías de desarrollo.
“La cesárea, cuando está justificada desde el punto de vista médico, es eficaz para prevenir la morbimortalidad materna y perinatal. Sin embargo, no están demostrados los beneficios del parto por cesárea para las mujeres o los neonatos en quienes este procedimiento resulta innecesario”, dice la declaración.
lm
