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La Tía Gabina, 40 años vendiendo garnachas traídas desde Soledad de Doblado en el puerto de Veracruz

Desde hace más de cuatro décadas, Gabina viaja sola desde Soledad de Doblado hasta el puerto de Veracruz para vender garnachas, chiles rellenos y tamales

La Tía Gabina, 40 años vendiendo garnachas traídas desde Soledad de Doblado en el puerto de Veracruz
La Tía Gabina, 40 años vendiendo garnachas traídas desde Soledad de Doblado en el puerto de VeracruzCréditos: Especial LSR Veracruz
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VERACRUZ, VER.-  Gabina guarda una historia de sufrimiento detrás de cada sonrisa y taco regalado a quienes considera sus amigos y amigas. Su sentido del humor y calidez con la que trata a cada cliente –sea nuevo o viejo conocido–, muestra la resiliencia que la ha llevado, desde hace más de 40 años, a vender sus garnachas y chiles rellenos de Soledad de Doblado hasta el puerto de Veracruz

De lunes a sábado, “La Tía” –como le dicen sus clientes más frecuentes–, coloca su mesa con garnachas, chiles rellenos, tortas de papa, coliflor, patas de cerdo, venas y piernas con huevo sobre la calle 22 de marzo en la casi esquina Orizaba, una cuadra atrás de la terminal de autobuses.

De 10 de la mañana a 1, 2 o 3 de la tarde, con su sombrilla de playa, su mesa, sus banquitos y sillas de plástico que refugian a sus amigos choferes, taxistas, doctores, abogados, maestras, periodistas, vecinos y vecinas, del sol abrumador de Veracruz.  

Sus clientes no sólo acuden por su sazón, sino por su calidez demostrada a través de risas y amor al despachar. Ni los problemas personales, ni el hambre por no haber podido comer su gordita de dulce y vaso de atole, han logrado que estas se esfumen. 

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Contexto: bondad traída desde Soledad de Doblado 

“La cocina es bonita, pero es mucho trabajo”, dice Gabina sin quejarse mientras despacha un chile relleno con tortillas y arroz colorado. Después de vender hasta la última garnacha de pollo y papa, y de regalar lo que le haya sobrado del agua de jamaica, guarda su mobiliario en casa de una amiga, se va a la terminal de ADO con sus cubetas y trastes sucios donde llevaba su venta. 

Diario, a excepción de cuando la acompaña su nieto de 13 años, Gabina va sola al puerto de Veracruz para conseguir el sustento de su hijo –que no puede trabajar–, su nuera, su nieto y el suyo.

Su puesto está a dos calles de la central de autobuses ADO, por lo que el trayecto que recorre no es largo. Ahí toma su camión y luego de casi tres horas de camino, llega a su casa a cocinar la venta del día siguiente. 

A veces son tamales de habichuela o pipián que vende sobre pedido, y otras, las garnachas y chiles rellenos que vende de forma diaria. Hierve la jamaica –que admite entre risas y de forma sarcástica, para su buen sabor la prepara con agua del río de Soledad donde “las muchachas se bañan”–, cena y se acuesta a dormir. 

Al día siguiente, su mañana comienza a las 4 de la madrugada para continuar la preparación de alimentos, salir 7:40 de su vivienda y llegar al centro de Veracruz al veinte para las 10. “Cada vez que oigo el reloj y veo que son las 4 digo ‘ay Dios’. Pero al mal tiempo, buena cara”, dice con una sonrisa. 

Nunca se le ha dificultado venir. Ni cuando estaba soltera, ni cuando fue madre, ni ahora, que es una mujer de la tercera edad operada de la pierna derecha.  

“Yo traía a mi niña aquí (en el brazo). Traía yo garnachas, traía yo la cubeta de tamales, traía atole. Y mi niña de 2 años”, dice orgullosa mientras se jacta de, a sus 76 años, nunca haber conocido el cansancio ni el estrés

Ella es así, relajada. No toma personal cuando un cliente llega a desquitarse consigo, ni se preocupa cuando las ventas están bajas; siempre confía en que saldrá la venta de comida. La abundancia que percibe en su vida, reflejada a través de clientes fieles en los que encuentra apoyo y compañerismo, se debe a su bondad

De forma diaria regala algunos chiles rellenos y al menos un vaso de agua de jamaica, que entre risas y de forma sarcástica, les dice que está hecha con agua del río de Soledad “de donde se bañan las muchachas”. 

“Le doy su taquito porque hoy por ellos, mañana por mí”, dice en voz baja luego de regalar algunos chiles rellenos a “vienes vienes” o personas sin hogar que se acercan a hacerle favores o a preguntarle el precio de su comida. 

El “don” para las ventas 

Gabina Álvarez Tabal, mejor conocida como “La Tía”, Doña Gabina o Doña Gabi, es una mujer que no sabe hacer cuentas en papel pero que nunca falla al momento de cobrar. Los números están en su mente, y en sus palabras la fluidez con la que explica el total de la cuenta

Esto lo aprendió desde niña, ya que no tuvo la oportunidad de estudiar al ser “regalada” por su madre a una mujer adulta. Con 8 –10 años, Gabina inició su vida laboral al limpiar casas ajenas porque, la mujer que la crió y que fue una madre para ella, sufría de reumas que le hinchaban las manos y los pies, limitándole trabajar

Lavaba trastes en las casas. Iba yo con los Yunes, nomás que los Yunes me dicen “la monina”. Yo iba a ganarme mi taquito con doña Chelo, doña Blanca, yo iba. Todos me conocen. Toda una vida de trabajo”. 

Además de contar con una gran sonrisa que desde niña trabajó en la limpieza del hogar en la casa de la familia Yunes, Gabina explica que también se subía a los ferrocarriles a vender garnachas, enchiladas, tamales y alimentos varios que preparaba junto a su madre adoptiva.

“Yo creo que sí traigo la venta en las venas, Diosito me bendició con eso”, dice entre risas. Con voz baja, admite: “a veces mi mamá no tenía nada para darnos de comer”. Cuando esto sucedía, su madre hacía tortillas con cal en el comal. Les echaba yerba morada o quelite y un poco de sal, para después acompañarlo con agua de limón. 

“Y ahí anduve, sufriendo, vendiendo, lo que tú quieras”, puntualiza. Sin embargo, esto nunca la llenó de rencor. Por ello, su trato amable y su singular sentido del humor con sus clientes. “¿Qué quieres, papá?”, “¿qué quieres, amor?”, “hasta mañana, mi vida”, les responde a todos y todas siempre.  

En algunas ocasiones, cuando son muchas garnachas o chiles rellenos los que le quedan, Gabina le escribe a Genaro, uno de sus amigos en el puerto. “Ve, llévalo al Regional y yo te lo pago”, le suele decir cuando pasan de las 2 de la tarde y las ventas no han ido bien. 

Una mujer conocida 

Gabina es reconocida incluso en otras ciudades del estado. Debido a que siempre se ha ubicado cerca de la estación de autobuses ADO del centro de Veracruz, ha formado una amistad con choferes –que a veces ya no le cobran el pasaje hacia Soledad de Doblado– desde la terminal.

En el municipio de San Andrés Tuxtla, hace años, Gabina fue saludada con un “oye Gabi, ¿y dónde dejaste los tamales?”, lo que la extrañó e hizo reír. Su fama no se remonta solo a cuando vendía encima de los ferrocarriles –donde conoció a su esposo– o de cuando vendió en la esquina de la terminal con una mesa y un cartón como techo, sino de cuando estuvo en la casa color aqua que ahora tiene derecha. 

El lugar lo rentó por 13 años y, después de afianzar su clientela y de hacerla crecer, con ella trabajaron tres mujeres que, junto con ella, viajaban de forma diaria desde Soledad de Doblado hasta Veracruz para vender garnachas, tamales y milanesas, las conocían como “Las Choleñas", por su lugar de origen.

Dentro de la casa tenía mesas de plástico y otra mesa, del tamaño de todo el frente, donde ella sólo se dedicaba a cobrar. Fue una mala época económica y la necesidad del dueño en ocuparla, que Gabina regresó a la asera de la calle 22 de marzo. 

Fueron las rentas altas y la necesidad de un aval, lo que, hasta el día de hoy, le ha impedido regresar a un establecimiento fijo. Además, luego de cambiar su ubicación un par de ocasiones más y de parar de vender durante dos años por su operación en la pierna, Gabina ha perdido clientes

“Después de la pandemia esto murió, como que ya no hay dinero”, comenta con una de sus clientas cuando explica sus cambios de ubicaciones. Sin embargo, insiste, mientras tenga vida y necesidad económica, Gabina continuará en Veracruz para vender sus tamales, chiles rellenos y garnachas de Soledad de Doblado, consideradas por muchos veracruzanos, las mejores de México.

LM