XALAPA, VER.- Graciela abraza una muñeca de tela que hoy es el recuerdo más vivo que tiene de su hija, Sandra Jennyfer Giraldi Hernández, una estudiante de universidad que desapareció hace más de 12 años en Xalapa. La figura fue bordada con un propósito: que su nombre no se olvide y las autoridades la busquen hasta encontrarla.
Graciela Hernández y otras 30 mujeres que pertenecen al colectivo Enlaces Xalapa ofrecieron este sábado una rueda de prensa para presentar el proyecto “muñecos sanadores”. Cada ejemplar tiene características de las personas desaparecidas: uniformes de tránsito, trajes de abogados, gorros de chef y hasta camisetas de equipos de fútbol.
El caso de Sandra Giraldi, desaparecida en Xalapa
En el caso de Sandra Jennyfer Giraldi Hernández, su muñeca fue confeccionada con la tela de un vestido lila que fue una de las últimas prendas que se compró antes de desaparecer. En el rostro de estambre sobresalen sus ojos grandes, sus cejas pobladas y sus labios pintados de rojo. “Es una niña carismática, alegre, sonriente, que siempre estaba de buen humor; le gustaba maquillarse, vestirse a la moda, con botas al tobillo y shorts de mezclilla”, recuerda su madre aun en medio del llanto.
Te podría interesar
Universidad Veracruzana exige aparición de Cynthia, estudiante desaparecida
La muñeca de Sandra representa un caso más de desaparición que fue antecedido por otro problema que atormenta actualmente a miles de mujeres de México, el acoso. Graciela no tiene dudas, el principal sospechoso de lo que pasó con su hija hoy está en prisión, en espera de una sentencia. Se trata de un taxista que se obsesionó con la joven de entonces 19 años, que cursaba el tercer semestre de la licenciatura de contaduría y finanzas en la Universidad de Xalapa (UX).
Te podría interesar
“Mi hija desapareció el 14 de septiembre de 2012; a ella se la llevaron en la esquina de mi casa y la desaparecieron. Un taxista es el principal sospechoso y no quiere decir dónde está; él sabe dónde la desapareció y qué hizo con ella. Él se acercó a mi hija como lobo vestido de oveja y se llevó la tranquilidad de todos nosotros”, dice Graciela, una mujer que en su rostro marcado por las ojeras refleja que la herida de una desaparición no cierra ni un poco a pesar de haber transcurrido 12 años.
De acuerdo con la madre de Sandra, la última vez que la vio con vida, su familia celebraría una tarde mexicana fuera de Xalapa por motivo de las fiestas patrias, pero ella dijo que no iría, pues debía entregar unos trabajos en la universidad.
Graciela no pudo despedirla en persona porque aquella tarde acudió al médico por un justificante debido a problemas de salud. Alrededor de las dos de la tarde le llamó por teléfono y le recomendó irse a su escuela en autobús, pues el carro que le regaló su padre cuando cumplió 18 años, un Chevy verde botella, tenía fallas en los frenos.
Madre de estudiante UV desaparecida en Poza Rica le manda mensaje a Cuitláhuac
“Yo hablé con ella todavía, la escuché apresurada, con sus taconcitos sonando en el piso. Me dijo que ya se le hacía tarde”, comparte Graciela. Sin embargo, de acuerdo con testigos, la joven no tomó un autobús, un taxi la recogió en la esquina de su casa. El conductor tenía las características de José Antonio “N”, un taxista que conoció por medio de unas amigas en la preparatoria, pero que la seguía a todas partes y, contra su voluntad, la presionaba para llevarla a su casa o a la escuela.
Sandra Jennyfer salió de su casa con un suéter en la mano, a rayas, en tonos gris con negro. Su abuela alcanzó a ver que vestía un pantalón de mezclilla oscura, quizá una blusa café clara y del cuello le guindaba una bolsa pequeña. Se llevó consigo su celular, su credencial para votar, la identificación de su escuela y sus lentes.
Ese 14 de septiembre cayó la noche y Sandra no llegó a casa. Su madre, su padre y su demás familia comenzaron a buscarla con ayuda de sus conocidos. Entonces llegó una mala corazonada para Graciela. “Una madre no se equivoca y yo sospeché inmediatamente de José Antonio, el taxista”, dice aun con impotencia.
ÚNETE A NUESTRO CANAL DE WHATSAPP. EL PODER DE LA INFORMACIÓN EN LA PALMA DE TU MANO
Sandra sufrió acoso por la persona señalada de desaparecerla
A José Antonio, Sandra lo conoció en la preparatoria, pues era conocido de un grupo de amigas suyas. “Sus amigas ahora dicen que lo que le pasó a mi niña le pudo pasar a cualquiera de ellas pero que ese hombre le puso la mirada a mi hija”, se lamenta la madre, quien reconoce que siempre trató de cortejarla.
“Una vez la invitó a un intercambio de iglesias, porque la familia de ese hombre se decía cristiana; yo le dije que no iba a ir sola, así que la acompañé y ahí conocí a su mamá. Yo no pensé que fueran unas personas malas, pero cuando mi hija desapareció fui a buscarlo y la mamá lo negó y él se resistió a colaborar en las investigaciones. Luego se dio a la fuga”, dice Graciela.
Las sospechas hacia el taxista están sustentadas para Graciela y para las autoridades porque las sábanas de llamadas de Sandra Jennyfer reflejan que José Antonio fue la última persona con la que se comunicó el día de su desaparición. Y porque al día siguiente de que la joven desapareció, el taxi de su presunto victimario fue abandonado a unos metros del lugar donde lo entregaba con su dueño todos los días.
“Él la acosaba, la seguía, la perseguía, le insistía y era muy necio. Nosotros le prohibimos tener trato con sus amigos y con esa persona. Sandra en varias ocasiones ya le había dicho que por favor ya no la molestara, pero él seguía insistiendo por teléfono, seguido le llamaba”, insiste la Graciela mientras abraza con fuerza la muñeca de su hija.
La madre está segura de que José Antonio, quien era tres años mayor que Sandra, se aprovechó de su inocencia. “Mi hija siempre fue niña de casa, no tenía malicia y, si me preguntas, ya no sabía cómo quitárselo de encima. Tras su desaparición me dediqué a investigarlo y descubrí que tenía hijos y demandas por pensión alimenticia. Aparentemente era un muchacho normal, que trabajaba en un taxi”.
José Antonio “N” fue detenido en febrero 2021 por el delito de ultrajes a la autoridad, actualmente derogado en Veracruz. Graciela se enteró de su captura, pero también que saldría en cuestión de horas de prisión. Por ello presionó a las autoridades y logró que, al salir del penal de Pacho Viejo, en Coatepec, fuera reaprehendido por el delito de desaparición forzada cometida por particulares.
Han pasado 3 años y medio y Graciela sigue en espera de que el principal sospechoso de la desaparición de su hija sea condenado. Ella dice se ha careado con él, que le pregunta dónde la dejó, pero el silencio es su única respuesta. “Solo él sabe qué le hizo a mi hija. Nuestra situación es muy injusta, porque él está en una cárcel donde tiene una cama para dormir, donde come todos los días y ve a su familia. Yo no sé dónde está mi hija, si duerma, si come, si duerma y su esté viva. Eso solo él lo sabe. Esta situación es horrible”, concluye Graciela, quien hace de todo para que el nombre de Sandra Jennyfer no sea olvidado. Hasta encontrarla.
mb