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El secuestro de Arturo Vázquez en Veracruz, estudiante de secundaria hallado en una fosa

A casi 5 años de haber sido secuestrado cuando iba a la escuela, Arturo, de 14 años, fue localizado en una fosa clandestina; su familia pagó un rescate millonario pero sus plagiarios se burlaron de ellos. Hoy, los restos del pequeño descansan en su natal Cacahuatal, en Amatlán de los Reyes

El secuestro de Arturo Vázquez en Veracruz, estudiante de secundaria hallado en una fosa.Créditos: Miguel León
Escrito en VERACRUZ el

XALAPA, VER.- “¿Quién es Arturo?”, gritaron cuatro hombres armados al interior de un autobús escolar. La persona que buscaban era un estudiante de tercer grado de secundaria; sabían que tenía 14 años y que su familia vivía en la comunidad de Cacahuatal. Sin embargo el miedo, o quizá la solidaridad, hizo que ninguno de los adolescentes delatara a su compañero. Las armas largas y las palabras altisonantes eran apenas el inicio de un secuestro. La vida de Arturo ya tenía precio. 

El silencio de los estudiantes estresó a los secuestradores porque estaban en un camino de terracería que es paso obligado de campesinos y transportistas. Eran alrededor de las 6 de la mañana con 40 minutos. Así que ordenaron ponerse de pie a todo aquel que tuviera tez blanca y complexión robusta. Los bajaron del autobús y les retrataron sus caras para cotejarlas con otros cómplices que conocían a su víctima. 

Arturo Vázquez Pérez fue identificado. Vestía pantalón café, una camisa a cuadros tipo polo color blanca y llevaba consigo una sudadera. Él intentó resistirse, refirieron quienes presenciaron su secuestro, pero recibió un cachazo en la cabeza. Posteriormente, contra su voluntad, fue subido a un taxi que recientemente sus captores habían robado a un conductor que abandonaron en un paraje solitario. 

Arturito”, como lo llamaban de cariño su familia y amigos, fue secuestrado el 21 de mayo de 2019 en el municipio de Amatlán de los Reyes, ubicado en la región de las Altas Montañas del estado de Veracruz. Ese martes su día comenzó como muchos otros de escuela. Se levantó muy temprano, tomó un baño y luego se terminó el licuado que le preparó su madre, Marcela.

A las 6 con 20 salió de casa donde lo recogió un autobús que trasladaba a diario a los estudiantes de la escuela secundaria técnica industrial número 129, hasta la localidad de Peñuela, ubicada a unos 20 minutos de distancia, dentro del mismo municipio. La noticia de su secuestro llegó pronto. La madre de Arturo recibió una llamada esa misma mañana. “Tenemos a su hijo y esto se trata de un secuestro. Queremos 5 millones o te iremos mandado sus dedos”, le advirtieron los plagiarios

“Uno piensa que eso solo pasa en películas, pero vivir algo así es desgarrante. Nosotros tuvimos un hermanito que falleció en un accidente y mi mamá decía que no existía un dolor más grande que perder a un hijo; lamentablemente el secuestro de Arturito lo fue, porque no sabes si come, si lo tratan bien, si le dan agua cuando le da sed, si lo martirizan”, cuenta Miriam Pérez, la hermana mayor de Arturo, una mujer creyente que, pese al desenlace de su caso, define la historia de su familia como un milagro, porque, de acuerdo a estadísticas oficiales, hallar a un desaparecido en Veracruz, después de casi 5 años de búsqueda, a eso se le parece.

Se trataba de un secuestro, nadie en la familia de Arturo tenía dudas. La misma fotografía que sus captores enviaron a sus cómplices para reconocerlo fue enviada al teléfono de su madre. Su vida valía 5 millones de pesos y no había margen en las negociaciones. 

Miriam Pérez, hermana de Arturo. Créditos: Miguel León

Miriam y sus padres decidieron recurrir a las autoridades federales y denunciaron el secuestro ante la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada. Asistidos por profesionales continuaron comunicándose con las personas que tenían a Arturo y que respondían a cada una de las preguntas que solo el menor conocía. El 5 de junio de 2019, a 16 días del plagio, la familia pactó el pago por su rescate y siguió al pie de la letra las instrucciones para entregar el dinero. Todo aconteció conforme a lo acordado pero la víctima no regresó a casa. 

“Nosotros preparamos su recámara por si regresaba; veíamos a la puerta y cuando pasaba un taxi salíamos a ver si era mi hermano. ‘Ahí viene, ahí viene’, decíamos, pero nada”, recuerda Miriam Pérez mientras sostiene un cuadro con el retrato de su hermano. Ella está segura que Arturo en todo momento luchó por su vida y que hasta pudo haber intentado convencer a sus secuestradores para que no le hicieran daño. “Conozco a mi hermanito y a lo mejor él les dijo a esas personas ‘si quieren yo puedo trabajar en algo para ustedes, pero no me hagan daño”.

Después de algunas semanas, el teléfono de Marcela, la madre de Arturo, volvió a sonar. La tormenta psicológica, entonces, cayó de nuevo sobre ella. Le pidieron un segundo pago, la ofendieron, y le aseguraron que el menor aun estaba con ellos. La familia recurrió a préstamos y vendió propiedades sin pensarlo. “Así nos quedemos en la calle pero que estemos de nuevo todos juntos”, decía don Jesús, el papá de Arturo. 

El segundo pago se realizó como fue ordenado, pero después de eso los secuestradores cortaron toda comunicación. La familia comenzó a buscar al menor de 14 años en hospitales, en servicios médicos forenses y fosas clandestinas. Las noticias de Arturo llegarían, pero el proceso sería lento; a la par, las investigaciones comenzarían a arrojar pistas sobre los responsables y con ellos se confirmaría un común denominador arraigado a este tipo de delitos: el enemigo lo tenían cerca, y uno de los probables responsables formaba parte de la comunidad de Cacahuatal, con poco más de mil 600 habitantes. Era su vecino. 

“Uno de los ahora detenidos era vecino de nosotros; él llegó a saludarme cuando me veía por la calle. ¿Quién iba a saber?”, dice Miriam, quien se apoya en su fe para decir que no guarda rencor, que a los secuestradores de su hermano les desea arrepentirse y pedir perdón a Dios. 

“Arturo, un adolescente que soñaba con ser médico y salvar vidas”

Cuando Arturo fue secuestrado estaba próximo a graduarse de la secundaria. Algunos de sus compañeros del grupo tercero “B” ya habían mandado a confeccionar sus sacos y vestidos para la ceremonia, pero, ante la ausencia de él, volvieron a solidarizarse. 

“Al ver que mi hermanito no regresaba dijeron que no importaba, que solo saldrían a la graduación con uniforme para que cuando regresara Arturo no se sintiera mal porque él no tenía su traje. Su grupo se solidarizó y después lo hicieron en los demás grupos. Lamentablemente él no regresó y en su fiesta de graduación le dedicaron poemas, rondalla y aplausos”, recuerda Miriam con una ligera sonrisa. 

A Arturo su familia lo describe como un chico cariñoso, estudioso y obediente, a quien le gustaban los antojitos de comal y las hamburguesas. “Nosotros le decíamos ‘no seas pañalón’, bromeándolo, porque le encantaba abrazarnos y darnos besos”, dice su hermana. 

La educación en casa era rígida como se acostumbra en Cacahuatal, una comunidad dedicada principalmente a la cosecha de caña de azúcar. Todos los días el adolescente iba a la escuela y al regresar tomaba un segundo baño -para mitigar el calor propio de su pueblo donde difícilmente el termómetro baja de los 30 grados centígrados-; después de comer debía hacer su tarea y ayudar a su padre en el negocio familiar dedicado al transporte. 

Los fines de semana eran para estar en familia; ir a misa en la capilla de San Isidro y salir a pasear o asar carnes en el patio de su casa, como lo hizo un día antes de que lo secuestraran. “Ese día comimos todos en familia. Recuerdo muy bien que esa tarde me abrazó mucho y me decía ‘no te vayas, hermanita”, cuenta Miriam Pérez el último recuerdo con vida de su “bomboncito”, como también lo llamaba para consentirlo. 

En septiembre de 2019 Arturo cumpliría 15 años y ya había pedido tres regalos: una guitarra para acompañar su pasión por la música; un oso de peluche “grandote” para colocarlo en su recámara -ese obsequio se lo pidió a Miriam-, y un celular, porque sus papás pensaban que a los 14 aun no tenía edad para distraerse con “esas cosas”. 

Aunque era muy joven, Arturo les contaba a sus hermanos y a sus papás que quería estudiar para ser médico o mecánico. “Él a veces decía que quería ser doctor para curar enfermos y salvar muchas vidas y otras veces decía que quería estudiar mecánica, para ayudar en el negocio de mi papá”, presume Miriam. 

Desde el patio de la casa de la familia Vázquez Pérez, Miriam abre su corazón y suelta un recuerdo. “Yo de bebé le contaba a Arturito su historia, le decía que era un cuento pero en realidad trataba sobre nosotros. Le decía de una familia que era muy feliz pero que se puso triste cuando falleció uno de los hermanitos, que después llegó un bebé y le dio mucha alegría a esa familia. Él ya de grande me seguía pediendo que le contara su cuento. Yo creo que con todo lo que ha pasado en su historia, y aun con todo lo malo que vivió, él me diría que volviera a contarle su cuento”. 

Encontrar a Arturo sepultado en una fosa: un milagro en el Veracruz violento 

Los años transcurrieron sin noticias de Arturo: 2019, 2020, 2021 y 2022. En junio de 2023, las investigaciones de la SEIDO derivaron en la detención de uno de los presuntos secuestradores. De acuerdo con datos que son públicos, Mario “N” fue capturado con una orden de aprehensión por el delito de secuestro agravado en el municipio de Monterrey, Nuevo León. El hombre fue ingresado en el Centro de Justicia Penal Federal en Almoloya de Juárez, en el Estado de México, donde aun espera una sentencia. 

Esa captura habría sido clave para dar con los restos de Arturo Vázquez. Meses después de esa detención, ya en el año de 2024, las autoridades ubicaron unas coordenadas donde los secuestradores del estudiante habrían enterrado su cuerpo, en el municipio de Cuichapa, Veracruz, a menos de 8 kilómetros de Cacahuatal. Se trataba de un lugar rodeado de cerros, flanqueado por árboles frondosos y maleza. Para Miriam, la intención de los captores era que su hermano nunca fuera encontrado. 

“A él lo enterraron muy profundo, le pusieron piedras y tierra. De hecho, durante las búsquedas, se ocuparon binomios caninos y georadares pero no lográbamos encontrarlo. Mi papá se abrazó de un árbol y le gritó 'mi amor, mi niño, si estás aquí, quiero encontrarte, quiero descansar”, comparte Miriam y asegura que las corazonadas de un padre pueden ser más efectivas que la tecnología de punta. 

La corazonada de don Jesús convenció a uno de los detectives, quien ordenó seguir buscando. Cavaron varios metros hasta que dieron con los restos de Arturo. “Nosotros lo sentimos en el corazón. Era su ropita de la secundaria y había otras prendas. Desde el momento en que se encontraron sus restos no dudamos que era él. Gracias a Dios trino y a la Virgen de Guadalupe se logró. Tuvimos que hacer reconocimiento de los restos y las pruebas de ADN lo confirmaron”, comparte Miriam lo que, para ella, se trata de un milagro. 

“Nosotros somos personas creyentes y siempre le pedimos a Dios y a la Virgen de Guadalupe encontrar a mi hermanito. Dios nos escuchó porque esto era casi imposible. Bendito sea Dios lo encontramos. Conozco infinidad de casos y es triste ver cómo tantas familias sufren y no encuentran a sus familiares. Los milagros existen”, agrega Miriam, esta vez a unos metros de un féretro blanco de madera donde yace Arturo, esta vez rodeado de flores y veladoras, donde habitantes del Cacahuatal le ofrecen rosarios. 

Miriam Vázquez es una mujer de cabello rizado, tiene ojos grandes, redondos y su rostro es de tez morena clara. Su semblante y sus ademanes dan cuenta de su rol de líder que asume en la familia. A mitad de la búsqueda de Arturo sufrió una parálisis facial de la que se repuso para dar ánimos a sus padres. 

“Ya no medía si era de día o de noche, no me daba hambre, no sentía, no me daba cuenta cuando me bajaba la presión. No pude con todo y pasó lo de mi parálisis; todo lo que nos decían que le podían hacer era muy doloroso y yo dije que necesitaba estar bien para que cuando regresara me encontrara bien”, dice la joven quien dedica unas palabras a su hermano que prometió encontrarlo. 

“Arturito, mi niño, sabes cuánto te amo, tu llegada fue una bendición para todos; nos regalaste tanta felicidad y momentos inolvidables. Eres un niño increíble, pero Dios te eligió, fuiste un mártir. Ya esta pesadilla desgarradora terminó. Tengo el corazón hecho pedazos pero Dios es sabio y con él te llevó. Descansa mi amor, descansa bebé, vuela libre hasta el cielo campeón. Vives por siempre en nuestro corazón y mente".

Por el secuestro agravado de Arturo Vázquez Pérez hay más de seis detenidos. Además de Mario “N”, autoridades ministeriales detuvieron a Vidal “N”, con domicilio en la comunidad de La Patrona; a Felipe “N”, vecino de Cacahuatal; y a otras dos personas en las localidades de Naranjal y Coetzala. Vidal “N” es exlíder cañero y exregidor del ayuntamiento de Amatlán de Los Reyes, mientras que Felipe "N" fue colaborador de la diputada local del distrito 19 con cabecera municipal en Córdoba, la morenista Lourdes Juárez Lara, y exagente municipal de Cacahuatal. En sus redes sociales, el presunto secuestrador mostraba afinidad con el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena). 

El caso de Arturo Vázquez Pérez es solo uno de los 710 secuestros que se han cometido en el actual gobierno del morenista, Cuitláhuac García Jiménez. Si bien, en seis años el estado de Veracruz retrocedió del primero al cuarto lugar nacional, el hallazgo del menor, y con ellos las detenciones, ha sido trabajo realizado por la federación y no por las autoridades estatales. Porque la familia desconfiaba de ellas cuando la desgracia los sacudió.

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