VERACRUZ, VER.- En 2016, cuando Veracruz ocupaba el quinto lugar nacional con más casos de VIH, Luisa –como le dicen sus amigos– se encontraba delgado, ojeroso y comenzaba con problemas auditivos; síntomas que él minimizó. Los problemas de la audición, explica Miguel Llinas —amigo de Luisa desde hace 12 años y presidente de la asociación LGBT+ Soy Humano—, las atribuía a un exceso de cerilla en los oídos. Sin embargo, debido a la forma en que Luisa vivía su sexualidad, Miguel y otro amigo le compartieron su temor: “¿y si tienes VIH?”.
Con timidez, José Luis Aranda López, quien ahora tiene 43 años y se identifica como género no binario –es decir, que sus pronombres pueden ser él, ella o elle–, explica que hace 8 años vivía “una sexualidad muy alocada”, lo que él traduce como mantener relaciones sexuales sin condón, lo que dice, lo llevó a contraer VIH.
Según datos del Informe Histórico Día Mundial VIH 2024, el 77.44 por ciento de los casos de VIH registrados en Veracruz corresponden a hombres, mientras que el 22.55 por ciento a mujeres. En cuanto a la forma de transmisión, el 97.7 por ciento de los casos nacionales del 2016 fueron a través de relaciones sexuales, porcentaje que aumentó al 99.6 por ciento en el 2024.
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Entre sonrisas ocasionales que demuestran ironía, Luisa cuenta: “Pues yo estaba consciente que pues, je, te podías contagiar, pero pues también veía y leía y sabía de personas que no. Entonces dije ‘bueno, ¿por qué si ellos no se contagian, por qué podría contagiarme yo?’ Jugué a la ruleta rusa, y perdí”.
De acuerdo con la Secretaría de Salud, del 2014 al 18 de noviembre del 2024 el estado de Veracruz acumula 13 mil 775 casos notificados del Virus de inmunodeficiencia Humana (VIH), lo que lo posiciona como el tercer estado con mayor número de casos, sólo debajo de México y de la Ciudad de México.
En los últimos tres años, Veracruz ha cerrado con mil 492 casos de VIH en el 2022, con mil 588 casos en 2023 y con mil 321 casos en 2024, algo que Miguel Llinas, como vocero de Soy Humano, atribuye a la disminución presupuestal para el Centro Ambulatorio para la Prevención y Atención en SIDA e Infecciones de Transmisión Sexual (CAPASITS), así como a la falta de campañas para la prevención del VIH-SIDA.
Un diagnóstico que trae estigma y negación
Luisa, de camisa gris, delgado y con una novela en mano, cuenta que, para él, su diagnóstico significó estigma y muerte. “En el momento de ver el resultado fue como un shock. Fue así como que ‘no es cierto’, te niegas a ti mismo al decir ‘no es cierto, o sea, no, no y no’, pero tu mente se colapsa, todo tu mundo se derrumba”.
“Piensas: ‘híjole en teoría me voy a morir, o sea, ya estoy condenado a muerte. Ahora soy una cifra más de los millones que hay en el mundo’”. Sus emociones las describe con claridad, fueron de enojo, ira, la desesperación y el miedo no sólo a la muerte, sino al rechazo que podrían darle su familia, amigos y conocidos.
“Pensé que todo mundo al saber que... iban a decir que me contagié por puto, por andar en cosas que no. Que me iban a decir ‘te contagiaste por andar y ser maricón’, etcétera, insultos muy feos”, explica.
Con ayuda de Miguel es que Luisa puede contar su historia, ya que, debido al VIH, Luisa perdió progresivamente su audición hasta tener una sordera profunda. Es decir, no es capaz –sin ayuda de un aparato auditivo– de escuchar sonidos a menos que la fuente esté directamente sobre su oído, específicamente sobre el izquierdo, donde tiene mayor rango de audición.
“En ese momento me vinieron a la mente imágenes de libros y películas de personas que yo había visto así, chupadas, con pus, con llagas y tiradas en cama, y yo dije ‘así voy a estar yo, me voy a morir’. Tenía ganas de gritar y de llorar, y fue lo que hice cuando llegué a mi casa”.
“Pero pues nadie es culpable más que yo, ¿me explico? O sea, ¿a quién puedo recriminarle? A nadie. ¿Contra quién me puedo enojar? Pues contra nadie, solo contra mí, porque yo lo hice sabiendo que podía contagiarme y aun así lo hice. Jugué a la ruleta y perdí”.
Aunque Luisa vive con VIH desde hace 8 años, todavía no puede decirlo. Es Miguel Llinas quien tiene que recordarle constantemente que así se llama su padecimiento, que debe nombrarlo y que, tras haber superado la tuberculosis y la muerte clínica por más de un minuto, hoy es la persona más sana y resiliente que él conoce.
Por esto es que a pesar de la pena, la vergüenza y lo incómoda que se siente al ver sus fotografías de cuando pesaba 30 kilos, Luisa se atreve a hablar; porque Miguel la ha convencido de que “allá afuera existen miles de Luisas. Miles de personas como tú que necesitan ayuda, así como tú la necesitaste”.
Un asunto personal que se llevaría hasta la muerte
La historia de Luisa es extensa, compleja y llena de resiliencia, así lo dice Miguel Llinas, quien a veces se identifica como la hermana o madre de Luisa, puesto que desde que fue diagnosticada con VIH, Miguel la ha acompañado en todo su camino, que dice Luisa no termina hasta que cumpla su sueño de ser escritor y muera de vejez.
Sin embargo, este pensamiento y determinación son nuevas en la vida de Luisa, ya que hace unos años, cuando recién comenzaba sus terapias y medicamentos en el CAPASITS, atravesó dos intentos de suicidio.
“A pesar de estar inscrito, ir a consultas y checarme, todavía no me caía el 20. Nunca, hasta hace unos años que me comencé a decir... VIH —dice en susurro–, pero nunca me ha gustado”.
“Le tiene miedo a la palabra”, añade Miguel. “Nunca me ha gustado... o sea, no me considero... Hasta hace unos años tampoco me decía enfermo. La psicóloga me dijo ‘tienes que decir con-di-ción si a ti te hace sentir mejor’”.
“Pero tampoco me decía eso. Yo me decía diferente a los demás, porque tengo algo que no debería, algo que la gente ve mal y juzga, y siempre era el temor que andando por la calle me dijeran ‘ay, tú tienes... VIH’, que me fueran a señalar”, dice con una media sonrisa.
Lo que, sumado a conocer casos que perdieron la vida en alguna enfermedad oportunista del VIH –aquellas infecciones que afectan con mayor regularidad o fuerza a personas con el sistema inmunológico débil–, hicieron pensar a Luisa: “Bueno, si voy me voy a morir de esto, prefiero matarme”.
Al intentarlo por primera vez y dejarlo por la llegada una vecina, se dijo, poco después, que lo intentaría de nuevo. “Entre lágrimas fui durante la noche a la cocina y dije: bueno, ¿es doloroso? Sí, pero pues llegan mis papás y ya me acabé. Pues qué, me suicidé por ‘x’ motivo, menos por... menos van a saber que por tener esto (VIH)”.
Pero, nuevamente, se frustró su intento. Entre lágrimas, enojo y reclamos a Dios, Luisa pensó: “si ya lo intenté dos veces y no pude, entonces significa que no me debo morir”. Por lo que continuó su vida, resignada, sin ganas e ilusiones, hasta que sus padres –con quienes Luis tenía un vínculo profundo– fallecieron.
Al pasar años sin tomar adecuadamente su medicamento por la desidia, y con la depresión aumentada por el reciente fallecimiento de sus padres frente a ella, Luisa, en el 2022, contrajo tuberculosis.
Cuando Miguel se enteró de esto, cuenta, Luisa ya había sido desahuciada por los médicos y por su familia, por lo que habló con ella y le preguntó: “Luisa, ¿te quieres morir?”. “No –respondió Luisa–. Entonces haremos lo posible para salvarte”.
”Aferrada, resiliente y valiente: así es Luisa”
"Me preguntaban si quería echarme ese paquete y yo dije que sí, pero ahora me lo pensaría un poco, la verdad”, dice entre risas. “Fue un desmadre. Marqué al Regional –porque Luisa no tiene seguro médico– y al día siguiente el doctor me dice: ‘ya te lo puedes llevar. Un paciente con su condición y con su estado ya no es para que esté aquí. Ya no la vamos a subir a piso porque las camas de piso son para gente que sí se pueda recuperar”.
Sin embargo, gracias al apoyo económico de diversas personas de la comunidad LGBT+, como de Jazz Bustamante y Alaín Pinzón de VIH LiBre, Miguel consiguió transportar en InDriver a Luisa hasta la ciudad de México para que la atendieran en el Centro de Investigación en Enfermedad Infecciosas (CIENI).
Gracias a un tratamiento experimental, dice Miguel, Luisa se recuperó. “Primero me dijeron: ‘mira, tu paciente viene muy mal, no creemos que pase la noche’, entonces yo me regresé al otro día con miedo a Veracruz, pero no me sentí derrotada, porque dije ‘bueno, al menos no se va morir sola, como me dijo en su casa’”.
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Al ver que los días pasaban y los médicos le actualizaban sobre estado de salud, Miguel pensó: “no, este puto ya aguantó. Ya no se me va a morir”, admite entre risas. Y desde entonces, dice, viven juntos como roomies.
Desde entonces hasta mayo de 2024, que Luisa murió clínicamente en medio de una operación por tener el intestino perforado, se ha encontrado perfectamente sana. Triste algunas veces al recordar la muerte de sus papás, pero fuerte ante la convicción de que su tiempo en la tierra aún no se termina.
“Él (Miguel) me ha dicho varias veces que tener VIH no es tan grave, que es como tener hipertensión o diabetes (...) Lo que me mantuvo vivo en todo el tiempo que estuve enfermo, que fueron como 8 o 9 meses en los que no salía de mi casa, fueron mis ganas de vivir”.
“Tengo cosas por hacer. Tengo sueños por realizar, o sea, quiero ser escritor”, pensaba Luisa en aquellos momentos de soledad y enfermedad. “Yo mismo me daba valor, me daba fuerzas. Me agarraba de Dios y de mi fe”, explica.
Ahora que Luisa dedica sus días a escribir en un diario que planea publicar, que acude a conciertos de música clásica y a obras de teatro, le dice a quien lo deba escuchar: “todos tenemos un propósito en esta vida, y yo creo que nadie se muere sin cumplirlo”.
“Cualquier tipo de enfermedad se puede vencer. Creo que decir ‘échale ganas sería muy simple’, pero lo principal es que tú no te des por vencido, el final sería ese, que sí se puede”, dice con una sonrisa, ya que está en proceso de volverse indetectable de VIH.
Miguel Llinas, por su parte, como amigo de Luisa y activista de la comunidad LGBTIQ+ desde hace más de una década, afirma que el apoyo emocional a las personas contagiadas de VIH marca la diferencia; principalmente en Veracruz, un estado que no sólo forma parte de los tres con mayor número de casos confirmados, sino en uno que en 2021 fue el más estado con muertes relacionadas al Virus de inmunodeficiencia Humana.
mb