BOCA DEL RÍO, VER. - Mientras su hijo pequeño duerme la siesta, Amy aprovecha ese tiempo para sí misma, sabe que su tranquilidad está a contra reloj con el regreso a casa de su esposo y las necesidades de su otro hijo. Fue por eso por lo que cuando se dio cuenta que estaba embarazada nuevamente, tomó la decisión de abortar.
Cuando era más joven, Amy soñaba con tener una familia muy grande, ahora cada retraso menstrual, o cambio en su cuerpo, la alerta de un posible embarazo, y la fantasía de tener otro bebé se esfuma.
A inicios del 2023 tomó una decisión, luego de que su menstruación se retrasó por tres días. Ella y su esposo, Pablo, tuvieron una rápida conversación después de confirmar el embarazo. ¿Lo vamos a tener? La respuesta de ambos fue no.
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El esposo de Amy trabaja en el sector de la salud, por ello, y por la experiencia personal como su pareja, confió en la solución que su esposo le dio para deshacerse del producto. Dos pastillas de misoprostol; sin embargo, el método no funcionó, pues, debido a sus dos embarazos anteriores, su útero creó un tejido fibroso más resistente.
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Fue entonces que recurrió a la ayuda de una ginecóloga, amiga de su esposo, quien le recetó un total de doce pastillas divididas en tres días.
“Si él me hubiera dicho que sí, sí lo tengo”, reconoce
Amy y su esposo formaron una familia cuando ella comenzaba el primer año de carrera, eran los primeros meses del semestre cuando le dio la noticia a sus compañeros. Iba a ser mamá, y el siguiente paso sería la boda.
Desde aquel momento, hace menos de nueve años, los planes para hacer más grande la familia era una idea constante que le compartía. “Tres o cuatro más”, siempre bromeaba con sus amigas, esperando hacerlo realidad. La familia se hizo más grande en la pandemia por COVID-19.
Ahora que está a punto de llegar a los treinta años, ocho de ellos en matrimonio y con dos hijos, sus prioridades y deseos se han ajustado a la realidad.
El más grande de sus hijos apenas llega a los ocho años, y el pequeño es un bebé, la carga de trabajo y de estrés que le produce criar a dos pequeños solo la entiende ella. Para Pablo, sus hijos no dejan de ser una alegría, pero tener otro representa más una carga económica que una carga emocional.
“Yo no tengo tiempo ni para mí, pero él dice que soy una floja, que trabaje, que él me compra todo”, dice.
Después de casarse y con un hijo pequeño, Amy continuó con sus estudios; sin embargo, cinco años después de lo previsto, aún no ha podido concluirlos. La situación es distinta para su esposo. Pablo es nueve años mayor y para cuando contrajo matrimonio ya tenía un título y un trabajo de su área académica.
Poco tiempo después, aún con trabajo y un hijo, hizo una maestría. Amy comenta que, en todo ese tiempo, además de dedicarse a la crianza de los pequeños y las labores de la casa, es una clase de empleada, ayudando en algunas tareas del empleo de Pablo.
“Él hizo su maestría, él se va a cursos y me dice que soy una floja porque no he terminado de estudiar, yo le pregunto ¿Tú me vas a cuidar a los niños?”, sentencia.
De acuerdo con el INEGI (Instituto Nacional de Estadística y Geografía) de México – Hombres y Mujeres 2019, las mujeres destinan 39.1 horas a la semana al trabajo no remunerado, mientras los hombres 14.1 horas; es decir, que por cada hora de los hombres, las mujeres destinan tres.
Con esto se entiende, que las mujeres aportan más tiempo a labores de las que no reciben un pago, como lo son, preparar la comida, hacer las labores del hogar, y el cuidado de niños y personas vulnerables.
Amy aún piensa en una familia más grande, pero la ausencia en las labores de su esposo desalienta su ilusión.
“Me gusta ser mamá, pero a veces ya no puedo más, es bonito cuando tu pareja te ayuda”.
mb