VERACRUZ, VER. - Angélica María Villalobos Larios lleva la cuenta de los días que no ve a su hija, hace más de un año la madre de 40 años, originaria de Tampico, Tamaulipas, denunció a su expareja Ernesto N., por sustraer sin su consentimiento a la menor y llevarla a vivir al municipio de Medellín de Bravo en el estado de Veracruz.
“Todos los días duele. Llevo contados los días, hasta el día de hoy son 663 los que llevo sin verla y de esos 600 no hubo comunicación por más de 200. Ha sido bien difícil, porque la niña desde que nació hasta sus casi seis años vivió conmigo”, expresa.
El viacrucis de Angélica comenzó desde diciembre del 2021, después de padecer violencia por su expareja. Ella mantuvo una relación con Ernesto desde el 2014 al 2018, durante ese tiempo tuvieron a su hija; la pareja se conoció en el trabajo, él es Ingeniero Naval y ella doctora, ambos laboraban en astilleros de Tampico.
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“Al principio todo bien, no era violento todo el tiempo, la violencia empezó poco a poco. Violencia verbal, económica. En el 2017 me quedé sin trabajo y él tuvo que mantener todo, antes de que dejara de trabajar yo ponía de mi sueldo. No tardó mucho en que se presentara más la violencia y yo no podía dejarlo porque no tenía trabajo”, relata Angélica.
La violencia escaló hasta llegar a los golpes, en mayo del 2018 afirma que la agredió físicamente, por lo que interpuso una denuncia y se separó de su expareja. Angélica y su hija se fueron a vivir a la casa de sus padres, mientras que Ernesto desapareció.
Debido a que Angélica no contaba con un trabajo estable y tenía dos menores que mantener, decidió interponer una demanda de pensión alimenticia. Luego de eso Ernesto pidió convivir con su hija. Durante un año estuvieron conviviendo de manera normal en los Centros de Convivencia Familiar (Cecofam), debido a que Ernesto tenía antecedentes de ser violento no podía estar a solas con la menor.
“A finales del 2019 dejó de dar la manutención porque renunció a su trabajo y se fue, pero no avisó al juzgado. Nunca dijo dónde iba a trabajar, ni que se fue del estado de Tamaulipas, ni que vendió la casa donde vivíamos. Viene lo del covid, a mí me dan trabajo y él regresa, para seguir viendo a la niña, aunque no había dado la pensión se comportaba de manera decente”, agrega.
A finales de julio del 2021, dice que su expareja le pidió a la menor para que pasara las vacaciones de verano con él, después le dijo que quería tenerla hasta navidad, porque la iba a llevar a un parque de diversiones.
En ese momento la madre señala que no notó comportamientos extraños por parte de su expareja, pues siempre mantuvo contacto con la menor por videollamadas y mensajes. Además de que se encontraba en proceso de capacitación para un nuevo trabajo, por lo que aceptó que la niña se quedara más tiempo con su padre, pasadas las vacaciones de navidad le regresaría a su hija, pero eso nunca pasó.
“Hasta le mandé dinero, porque me dijo que iban a ir a un parque de diversiones. En enero me empieza a mandar insinuaciones sexuales, a acosarme, pero lo rechacé. No sé si ese rechazo le generó una molestia, porque me bloqueo a mí y el teléfono donde me comunicaba con la niña, obviamente me molesté bastante. Fueron más de 200 días que tuvo el teléfono de la niña bloqueado”, cuenta.
Empezó el martirio en las fiscalías
Al ver que Ernesto no respondía las llamadas y que no sabían de su paradero, pues la casa que tenía en Tamaulipas la vendió y renunció a su trabajo, en junio del 2022, Angélica intentó interponer una denuncia en la Fiscalía General de Justicia de Tamaulipas (FGJ).
Lo único que afirma que recibió de los fiscales fue un trato revictimizante y un mal protocolo para atenderla, al final, cuando ya había hecho toda la declaración, el fiscal le dijo que, como la dirección que había dado no coincidía con la zona donde estaban las oficinas de la FGJ, no podían levantar la denuncia.
“En la fiscalía de Tamaulipas me dijeron que cuál era la dirección de la casa de mis papás, donde vivo, les dije que en Ciudad Madero, después de que había hecho toda la declaración me dijeron que la tenía que hacer en Madero y en Madero igual, los encargados bien groseros. Les tuve que pagar a los policías para la gasolina y así se apuraran con el trámite”, declara.
Al final volvió encontrase con la ineptitud de los encargados, pues le comentaron que no podían hacer nada, ya que el delito que denunció no era sustracción, pues ella había dado bajo su consentimiento a la menor, por lo que tenía que haber denunciado como delito de retención, pero el trámite debía hacerlo en el estado de Veracruz.
Viajó desde Tamaulipas a Medellín para recuperar a su hija
Angélica se enteró de que su expareja y su hija estaban en Veracruz al recordar la dirección que Ernesto tenía en una copia de su INE. En junio del 2021 viajó más de 758 kilómetros desde Tamaulipas a Boca del Río, esa fue la ubicación que logró averiguar de la credencial. Acudió al lugar que le marcaba, pero le dijeron que la familia se encontraba en Medellín de Bravo.
Como no podía estar muchos días en Veracruz, decidió regresarse a Tamaulipas. Durante cinco meses buscó por internet dónde se ubicaba el municipio de Medellín y la dirección de la casa donde vive su hija, por redes sociales logró contactarse con vecinos y personas de los alrededores, quienes la ayudaron a localizar a la menor.
Por medio de los vecinos le mandó despensa, ropa y lo que la menor pudiera necesitar, hasta que en una ocasión la dejaron hablar con ella. Para noviembre, volvió a viajar a Veracruz y también pidió ayuda al Sistema de Protección Integral de Niñas, Niños y Adolescentes del Municipio de Xalapa para que la apoyaran con la recuperación.
En diciembre regresó de nuevo, está vez para interponer una denuncia ante la Fiscalía Coordinadora Especializada en Investigación de Delitos de Violencia Contra la Familia, Mujeres, Niñas y Niños y de Trata de Personas, bajo el oficio 2968/2022.
“Yo fui a la casa donde está la niña, le llamé a la Policía Municipal, les enseñé las normas de convivencia, y no me hicieron caso. Yo fui a dejarle unos juguetitos de navidad y no me dejaron verla, ni siquiera por la ventana”, lamenta.
Angélica asegura que estar más de un año sin su hija ha sido una situación desgastante, pues no sabe si la menor se encuentra bien de salud, si llora o si necesita de atención, ya que indica que el papá se encuentra en Ciudad de México y quien la cuida es la madre de su expareja, una persona de la tercera edad.
Angélica desconocía que la violencia que sufre se le denomina violencia vicaria. Gabriela Pablos Saucedo, integrante de la Unión de Madres Protectoras, indica que este tipo de agresión es la que genera una persona por medio de sus hijos, una vez que esta relación se terminó, la manera de alargar los abusos con los hijos.
Los datos que tiene el colectivo sobre violencia vicaria arrojaron que, en Veracruz hay 70 casos documentados y más 7 mil a nivel nacional, pero la cifra puede ser mayor, ya que las mujeres desconocen que la sufren, además de que en varios estados del país no está tipificada como delito.
Hasta el momento Angélica no puede ver en persona a su hija, solo se consuela con los vídeos y mensajes que algunas veces le mandan, asegura que está desesperada y ya no sabe qué hacer para recuperarla, pero espera que las autoridades hagan su trabajo.
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