XALAPA, VER.- “¿Por qué me detienen?”, gritaba Karen Rodríguez Fitz con el poco oxígeno que quedaba en sus pulmones. La bota de una policía oprimía su pecho mientras otra uniformada la esposaba sobre la batea de una patrulla de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP). Había un tercer oficial, un hombre, que hacía llamadas para encerrar a la odontóloga de 34 años en los separos municipales de Xalapa y extraviar su vehículo en un corralón.
Todo comenzó la madrugada del pasado domingo 12 de marzo. Karen convivió con su amigo Édgar en un bar de Xalapa y al final se ofreció a llevarlo a casa en su carro. A mitad de camino, sobre la avenida Lázaro Cárdenas, se percató que necesitaba combustible, así que se enfiló hacia la gasolinera Ferche Gas. Lo que no percibió es que una patrulla la escoltaba sigilosamente.
Te podría interesar
Karen tuvo un descuido y tomó un circuito equivocado dentro de la plaza donde está ubicada la gasolinera. “Tomé una salida hacia el Costco, entonces apagué mi direccional y recompuse mi dirección hasta que llegué a la bomba despachadora. Vi que los policías venían detrás de mi, pero pensé que también iban a cargar gasolina. Ahí fue donde me indican que no podía cargar y que me orillara metros adelante”, recuerda la agraviada.
Eran tres policías con uniformes azules los que se acercaron al vehículo de Karen, un Kía Forte color blanco. Le dijeron que su actitud era sospechosa y que abriera la cajuela. Ella se negó. “Yo les pregunté que cuál era el motivo de que me revisaran y me rehusé a bajar. Me preguntan que si había ingerido bebidas alcohólicas yo les dije que sí pero que no iba en estado de ebriedad”.
Te podría interesar
Los policías repitieron la instrucción de abrir la cajuela y ella tal vez pensó que estaba en la capital de Veracruz, en la sede de los tres poderes del Estado, y que sus derechos se respetarían. “Ellos insistieron y les dije, la voy a abrir pero no estoy obligada a hacerlo”. La respuesta que tuvo fue violenta. Las dos oficiales -una de ellas con pasamontañas- se abalanzaron contra la profesionista hasta llevarla sometida a su patrulla.
"Me avientan a la batea; yo intento que no me pongan las esposas y comienza una mujer a aplastarme las espinillas y a decirme que me calle. A mi amigo se lo llevaron hacia un X24 -al interior de la plaza-,pero por más que le gritaba no pudo grabar por los nervios”, dice la mujer que ahora cubre su rostro con gafas por temor a represalias.
Sobre la batea la violencia no cesó hasta que las dos policías se cansaron. En ese espacio con poco oxígeno, Karen experimentó como ciudadana un sinsentido: exigir tus derechos a un policía es excitar su lado irracional y tendrás por respuesta las técnicas castrenses que aprenden durante meses hasta graduarse.
“Me aplastaban con fuerza las espinillas; yo pedía que pararan porque me estaba doliendo, una de las policías comenzó a presionarme con su bota entre mis senos y yo le decía que parara porque me estaba lastimando, me estaba doliendo mucho. Me quedé sin un poco de aire y como pude les exigí que me dijeran sus nombres, ninguna de las dos tenía sus nombres en el chaleco”, relata Karen Rodríguez y las lágrimas la invaden. Ella, asegura, no se detendrá hasta que sus agresores paguen.
Una vez sometida la víctima, el tercer policía pidió una grúa por teléfono. Ella nuevamente advirtió que no podían llevarse su coche porque no había cometido ninguna infracción. Los policías respondieron con risotadas.
El auto fue trasladado a un corralón de la comunidad de El Castillo, en Xalapa, mientras que a Karen la trasladaron, como a muchos, a los separos municipales, al Cuartel de San José. Este inmueble acumula dos recomendaciones de la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH) tras acreditarse que dos hombres, remitidos a ese lugar por cometer faltas administrativas, murieron a golpes provocados por policías del Estado. En materia de derechos humanos, los dos hombres fueron víctimas de ejecución extrajudicial.
“Con ella ya cumplo mi cuota”
Karen escuchó que la patrulla donde estaba privada de su libertad arrancó la marcha. “Hubo un momento donde se detuvieron y bajó el conductor. Yo pensé que me iban a hacer algo más -dice con importancia- pero lo único que hizo fue decirle a la mujer policía que si ya me había tomado fotos y videos. Ella dijo que sí y que conmigo ya había reunido la cuota del día”, explica la agraviada.
La cuota de detenciones es un término que ha sido acuñado por ciudadanos, haciendo referencia a un número de detenciones que presuntamente es exigido a los policías de Veracruz por sus mandos jerárquicos, hecho que nunca ha sido reconocido por las autoridades del gobierno de Cuitláhuac García Jiménez.
Aun de madrugada, Karen fue ingresada al cuartel de San José. Le dijeron que sería revisada por una doctora, entonces pensó que se entrevistaría con una profesional de la medicina en quien podía confiar.
“Yo me quejé con la doctora de que me habían lastimado las espinillas, de que me habían agredido, y ella lo único que hizo fue burlarse junto con las dos policías. La médico dijo que no me habían lastimado, que era porque yo estaba enojada en ese momento”, dice Karen. Sus lesiones no fueron acreditadas por la doctora del cuartel de San José.
La odontóloga fue ingresada a una celda donde había otras cuatro mujeres. Había dos opciones para las cinco detenidas, esperar de pie hasta que algún familiar fuera por ellas o sentarse en el suelo, con vómito y orines que se filtraban por los barrotes de la celda hasta el pasillo. “Son condiciones inhumanas. Una compañera dijo que ya no se podía orinar en ese lugar y el policía le pasa un trapeador y le dice que si quería que se pusiera a limpiar. Yo pedí un poco de agua y me contestó que sí tenía pero que solo para sus elementos”, agrega Karen.
Su salida fue posible hasta el mediodía de ese domingo, tras unas siete horas privada de su libertad. En otro hecho ilógico, le exigieron pagar una multa de 300 pesos, sin un comprobante de pago; mucho menos un documento por escrito que explicara las razones de su detención. En esa última aduana, Karen relata que fue entrevistada por un policía a quien refiere como “bueno”, a pesar de su experiencia con la corporación.
“Cuando yo salgo de la celda, el policía que cambia turno fue el único que me dio apoyo, se dio cuenta que estaba golpeada; y yo le expliqué lo qué pasó. Él asentó con la cabeza que sus compañeros habían abusado, pidió que otro doctor me revisara y avisó que yo iba proceder legalmente."
Y así fue. Karen se armó de valor -haciendo a un lado que los tres policías que la detuvieron le dijeron la calle y el número de su domicilio- y acató exhorto del gobernador Cuitláhuac García Jiménez para castigar a malos servidores públicos: presentó una queja ante la Comisión Estatal de Derechos Humanos y denunció penalmente a los policías ante la Fiscalía General del Estado (FGE).
La profesionista advierte que llegará hasta las últimas consecuencias para que su caso no quede impune. A sus agresores les dice que recuerda el acento de los tres, el tinte de cabello de quien apretó su pecho con su bota y más detalles en su piel que no dirá para que no se den a la fuga.
“Abusaron de su poder. Para mi son unos delincuentes uniformados, unos abusivos que pagarán por lo que me hicieron”, culmina.
mb