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Antonio el “Tiburón Reyes”, medio siglo rescatando a turistas en el mar de Veracruz

Antonio el “Tiburón Reyes” es salvavidas en el puerto de Veracruz desde hace 46 años, durante todo ese tiempo ha tenido que lidiar con la necedad de los turistas quienes a veces no siguen las recomendaciones ni los reglamentos de las playas

Escrito en VERACRUZ el

VERACRUZ, VER. - Con la mirada clavada en el mar, Antonio el “Tiburón Reyesvigila cada centímetro de la playa Villa del Mar. Cuando un bañista se aleja de la orilla, sin titubear se lanza al agua, esquiva las olas y en un minuto llega hasta donde está la persona para decir amablemente que se aleje o corre el riesgo de que la corriente lo lleve mar a fondo.

Antonio Reyes García, conocido como el “Tiburón Reyes”, conoce bien las playas de Veracruz; desde hace 45 años es guardavidas y sabe cuándo el mar está en condiciones para que los bañistas se metan y cuándo es mejor permanecer en la orilla.

Este domingo 8 de octubre el paso del frente frío número 4 y las rachas de viento que alcanzaron los 52 kilómetros por hora causaron que las playas estuvieran cerradas, aunque eso no les importó a los bañistas quienes a pesar de la marea alta decidieron pasar su tarde en este concurrido lugar.

“Cuando el mar está en calma los turistas ni se dan cuenta de que hay salvavidas en la playa, porque solo estamos vigilando que no ocurra nada, pero cuando hay norte, debemos estar más cerca de ellos, decirles que no se vayan hasta el fondo. A veces se molestan, porque pues vienen a pasar su día en el agua, pero es nuestro deber”, expresa el hombre bonachón de 64 años.

Durante casi medio sigilo ha tenido que lidiar con la necedad de los turistas que no siguen las recomendaciones ni los reglamentos de las playas, por esta razón muchos  de ellos sufren accidentes, asegura.

De acuerdo con las estadísticas que tienen como guardavidas, las personas que más rescatan provienen de los estados de Tlaxcala, Puebla y México, ya que son las entidades que están más cercanas a Veracruz y de donde llegan más visitantes.

“La verdad, la gente de México es un poquito difícil. A veces se nos ponen muy pesados, no quieren hacer caso y por más que hable uno con ellos solo dicen que vienen a divertirse y no hacen caso. El problema es cuando se los está llevando la corriente y no pueden salir y es cuando nosotros tenemos que ir detrás”, comenta.

“Yo no vivo en Veracruz, vivo en el mar”

Aunque su trabajo se vuelve más peligroso en tiempo de norte, Antonio prefiere nadar cuando el mar se encuentra “picado”, porque así conoce mejor el movimiento de las olas y las corrientes. Con toda esta experiencia, enseña a los nuevos salvavidas a cómo deben actuar en situaciones de riesgo y en condiciones adversas.

Para el próximo año se jubilará, pero eso no será impedimento para que deje de trabajar, pues asegura que su casa es el mar y que prestará sus servicios hasta que el cuerpo no pueda más.

“Mi trabajo me apasiona. Yo se lo he dicho a mucha gente, yo lo disfruto, para mí no es un trabajo sino una diversión. Me encanta estar aquí, me conservo, porque ya voy a cumplir 64 años de edad y esta es mi vida”.

El primer contacto que tuvo con el mar fue a los 4 años, cuando su papá le enseñó a nadar. Él fue salvavidas voluntario durante 3 décadas y afirma que de ahí nació la pasión por este oficio, tiempo después, a los 17, también se unió al equipo de guardavidas voluntarios del municipio de Veracruz.

El “Tiburón Reyes” explica que antes los guardavidas no contaban con un sueldo como ahora, pero sí con la disposición de ayudar. Hasta 1995 comenzaron a recibir una paga por su labor, luego de que se incorporaran al equipo de Protección Civil municipal.

Durante los 18 años que trabajó como voluntario tuvo que desempeñar otros oficios para mantener a su familia. Por esta razón tiene su carrera técnica como electricista y también realiza trabajos de plomería, empleos que dejó luego de tener una paga como guardavidas.

“Yo vengo de una generación de salvavidas donde todos eran voluntarios, todo lo hacían por servir a la sociedad, sin ningún interés. Yo lo hice durante 18 años. Si antes estaba aquí sin sueldo, pues ahorita que lo tengo con mucha más razón”, expresa.

En los años que trabajó como voluntario las condiciones eran más adversas, recuerda. Aparte de que no tenían un sueldo fijo y de que se veían en la necesidad de hacer otros trabajos, también los turistas les tenían menos respeto y al no tener un uniforme que los identificara hacían casos omisos a las indicaciones.

Un trabajo con muchas anécdotas

Los guardavidas se encuentran en las playas en un horario de 10:00 de la mañana a 6:00 de la tarde. Cada jornada laboral es diferente, a veces más intensa que otras. Cada día termina cansado, tanto física como emocionalmente, pero todo vale la pena al ver que en su guardia no ocurrió ningún accidente que lamentar.

El “Tiburón” guarda entre sus recuerdos cientos de anécdotas buenas y malas, pero hay dos que se le quedaron grabadas para siempre: la primera fue un rescate que realizó de dos hermanos que se estaban ahogando en la playa Villa del Mar.

“Fue un 20 de noviembre del año 1995. Eran las 5:20 de la tarde cuando una persona me gritó: ´ ¡Tiburón, de aquel lado se están ahogando unas personas! ´ Había pasado un norte muy fuerte, me tuve que ir por arriba del pasillo del salón Villa del Mar, llegué a la escollera y me metí, le di la mano a un muchacho y él llorando me dijo: ´Mi hermano ya se ahogó´. Me sumergí y lo saqué a la superficie. Me entró la desesperación porque el oleaje estaba fuerte y traía a los dos. Como pude llegue a la orilla”, narra.

Al llegar a la playa vio que uno de los bañistas no tenía signos vitales, pese a que llamaron a la Cruz Roja de Veracruz, los paramédicos tardaron en llegar, por lo que decidió llevarlo por su propia cuenta a las instalaciones y brindarle los primeros auxilios en el trayecto. Faltaban dos cuadras para llegar y fue ahí donde el turista recobró el conocimiento.

Antonio menciona que desde ese momento la familia nunca regresó a Veracruz. La segunda anécdota fue la vez que una joven se acercó a él para agradecerle por haberle salvado la vida cuando era una menor de edad.

“Hace como cuatro, cinco años vino. Yo vi que venía una joven a lo lejos y me abrazó y me dice: ´ ¿No se acuerda de mí? ´ le dije que no la conocía, me mencionó que cuando tenía 10 años le había salvado la vida. Entonces es un sentimiento bonito”.

Cada vez que Antonio recuerda estas anécdotas, hace que todo su esfuerzo y los días festivos que trabaja, valga la pena y reafirme su pasión por salvar la vida de los demás.

mb