OPINIÓN

Dependencia económica ¿Libertad u opresión?

Tinta y tinte de una mujer

Créditos: Valeria Aime Tannos Díaz
Escrito en VERACRUZ el

En los últimos años, he tenido la gran dicha de poder leer a muchísimas mujeres de diferentes géneros literarios, aunque sin duda alguna, me he concentrado en ensayos feministas; entre las diversas autoras que me han enamorado se encuentra Marta Lamas, Irene vallejo, Catalina Ruíz Navarro, Nuria Varela, Bell Hooks y Roxane Gay. Tengo muchas favoritas, pero decidí mencionarlas a ellas por un tema en específico. 

Me ha llamado la atención cómo ellas han abordado (en mayor o menor medida) el tema económico cuando se habla del género y es increíble el análisis que todas ellas han hecho en sus ensayos o novelas. La dependencia económica es uno de los temas con mayor dificultad que he leído. Soy feminista y el debate en cuanto a las mujeres y su dependencia económica como opresión o libertad es complejo.

Por un lado, muchos grupos radicales afirman que las mujeres no podemos depender de nadie porque sería regresar a los valores conservadores y opresores que se están intentando romper, por el otro lado, hay feministas seguras de que se trata de un tema de liberación y de privilegio en el que es bueno no tener esa carga para vivir sin mayores preocupaciones de las que ya tenemos. El fundamento es que, si ya aguantamos mucho por ser mujeres, este es un privilegio bien merecido.

Seguramente tú tienes una opinión al respecto, pero sea cual sea nuestra valiosa opinión, la realidad es que en el mundo actual las cosas han cambiado y estamos regresando a esos valores conservadores en los que las mujeres están felices y cómodas bajo ese esquema económico. 

Desde los inicios de la cuarta ola del feminismo, llegó un término nuevo llamado “supermujer” (algo así como la wonderwoman) en el que las mujeres pueden hacer de todo; tener éxito profesional, vida social, salud física y mental y además continuar con los cuidados de la familia. 

Eso sonaba fantástico hasta que se dieron cuenta de lo agotador de esas actividades, entonces muchas mujeres optaron por quitarlo de su vida y hacer cosas que las hicieran sentir más cómodas. Desde hace algunos años y bajo la mirada del empoderamiento de la mujer, la “supermujer” empezó a ser vista como algo que no iba acorde a las nuevas ideas de la liberación femenina. Al contrario, lo empezaron a ver como un medio de opresión. 

Otras de las razones por las que las mujeres llegaron a esta dependencia económica fue por el modelo laboral actual en el que hay menos derechos laborales e incluso discriminación hacia las mujeres. Trabajos mal pagados, inestables o poco satisfactorios en los que se preguntaron si era necesario aguantar abusos laborales en un trabajo que ni siquiera paga lo justo.

Los videos de TikTok y los trends que están haciendo las mujeres más jóvenes e influencers me ayudaron a entender. Encontré algunos trends como el “Soft life”, el cual habla de llevar una vida más confortable y de priorizar el bienestar personal, familiar y económico bajo el argumento de depender económicamente de otro proveedor o el “Tradwife”, que es cuando la mujer abraza los roles de género y del matrimonio tradicionales, acepta los roles del hogar como un privilegio y permite que el esposo sea el proveedor y el jefe de familia. 

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Ese último es el que he visto replicado en muchas parejas, incluso se asume como una suerte de situación ideal, lo vemos en algunas familias famosas como la del gobernador de Nuevo León, Samuel García, y su esposa Mariana Rodríguez, una familia medio política y medio influencer. 

Por último, está la “feminidad radical” la cual trata de cumplir todo lo que el conservadurismo ofrece; reglas claras, roles definidos y estabilidad emocional y familiar. Las mujeres deciden abrazar esa feminidad que tanto ha dicho el conservadurismo que tenemos y en la que, por cierto, yo no creo, y regresan a los roles de los años cuarenta o cincuenta en los que las mujeres tenían bien definido cuál era su lugar tanto en casa como en la sociedad y es, básicamente, lo que estamos viendo hoy en día con mujeres jóvenes. 

Soy consciente de los obstáculos laborales que tenemos y que los cambios que se han hecho para mejorarlo van despacio, entiendo también que no es justo llenarnos de cargas y tratar de ser todo el tiempo la “mujer maravilla” mientras que de los hombres no se espera que sean superhombres. Históricamente, la carga social nunca ha sido la misma para hombres y mujeres.

También creo que, ya que vivimos en un modelo neoliberal, todo se trata de “el que paga manda”, es decir, que los lujos y las comodidades son cosas a las que todos tenemos que aspirar. Encontrar a una persona que pueda ofrecernos eso a cambio de adoptar las tareas del hogar, como un pago justo ¿Es libertad? ¿Existe la manera de llevarlo a cabo sin que haya opresión y sin que tengamos que entrar en la sumisión? ¿Estamos dispuestas a regresar a la idea conservadora de lo que se entendía por una mujer? 

Esta reflexión me ha llevado a pensar en el rotundo retroceso que se hace al querer adoptar, nuevamente, lo que las olas feministas han tratado de derribar; un sistema patriarcal y machista en el que se nos otorgan roles de género. Creo que me pongo en el medio de ambas situaciones y veo lo bueno y lo malo de depender económicamente de una pareja o un esposo. Imagino que si las oportunidades laborales fueran diferentes para nosotras tendría una postura muy clara. Lamentablemente, no es así. 

Lo que sí tengo muy claro ahora es que depender económicamente de alguien significa sacrificar cosas y aunque nadie me pidió un consejo, yo sí les diría a las mujeres más jóvenes que no regresen a los antiguos valores que durante tantas décadas nos oprimieron. Creo firmemente que el conservadurismo se fue encargando de reprimir las libertades y los derechos de aquellos que no encajan en su esquema y, obvio, se ha encargado de enaltecer el modelo neoliberal en el que ahora gira nuestra vida. 

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