OPINIÓN

La Santa de Cábora y sus remedios paranormales

Tinta y tinte de una mujer

Créditos: Valeria Aime Tannos Díaz
Escrito en VERACRUZ el

Para el artículo de esta semana volveremos a viajar al norte para hablar de una mujer que hoy en día no es tan conocida, pero que en su momento tuvo una influencia tan grande que incluso llegó a ser conocida fuera de México como “la juana de arco mexicana”. Me refiero a “la Santa de Cábora”, pero no nos adelantemos, vayamos por el inicio.

Yo no conocía la historia de Teresa Urrea hasta que esta semana, después de haber ido a la FILU, compré un libro en el que se narra su historia y admito que me cautivó no solo por todo lo que llegó a representar sino también porque su vida llevaba esa mezcla tan surreal como solo México puede crear. 

Según los registros, el 18 de octubre de 1873, en Ocoroni, Sinaloa, nació “Teresita”, hija ilegítima de Tomás Urrea, un rico hacendado sonorense. Su madre, Cayetana Chávez, que fue “contratada” a sus 14 años por su padre, era una india “tahueca”, es decir que tenía ascendencia tarahumara y cahíta. 

De sus primeros años de vida hay poca información, aunque se sabe que en su juventud participó y ganó un concurso de belleza en Nueva York, hecho que guardó como uno de los momentos de mayor orgullo para ella. Sin embargo, no sería de lo que más orgullosa se sentía, pues desde que vivía en la casa de su padre en el Rancho Cabora, Sonora, decidió dedicar su vida a curar a los pobres. 

Sus métodos curativos consistían en remedios populares y el uso de hierbas medicinales. Su media hermana recordó que le había aplicado hierba galandrina en la nuca para la mordedura de un alacrán. Los reporteros informaron de varias curaciones, entre ellas la de un hombre con la mandíbula hinchada u otro con el brazo luxado. Aún más, hubo reporteros que le atribuían predicciones.

En todo caso, su fama como curandera creció tanto que en lugares como Tomóchic se hizo de una comunidad de adeptos que la buscaban para ser curados. Teresita los recibía a todos sin cobrar y cuando alguien se obstinaba en pagarle por sus servicios, ella repartía el dinero entre la gente más pobre. 

Esto no solo provocó que la iglesia católica la considerara una hereje, sino que en algún momento el cura de la parroquia de Tomóchic amenazó con excomulgar a los fieles, quienes en respuesta le dieron una paliza al cura y lo corrieron del pueblo. 

Esto provocó que las autoridades intervinieran. Porfirio Díaz temía que las noticias del levantamiento trascendieran a la prensa internacional y decidió mandar al ejército, quienes detuvieron a la gente del pueblo. Pronto Tomóchic se volvió un símbolo de resistencia contra el gobierno mexicano.

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Mientras esto ocurría, Teresita negó estar involucrada en estos hechos, sin embargo, Porfirio Díaz la obligó a exiliarse del país. Fue así como Teresita llegó a El Paso, Texas, donde, a pesar de nunca haber tenido una educación formal, logró codearse con la clase alta de la zona conurbada Ciudad Juárez-El Paso. 

Su fama creció y provocó que sus pretendientes, su matrimonio, su posterior divorcio y, en general, su vida ocupara las primeras planas de los periódicos de El Paso y de Juárez. Esto llevaría a que grupos norteamericanos y europeos espiritistas estuvieran al tanto de Teresita. “La Santa de Cábora” se volvió algo así como una celebridad tipo Kardashian antes del internet.

Mariana Avendaño, que sería testigo de primera mano de muchos de sus “poderes” y también la mujer que cuidaría a sus dos hijas tras su muerte, aseguró que Teresita poseía otros poderes como la “proyección astral”

En palabras de Teresita, ella creía que: “algún cuerpo astral está manifestándose a través de mí; los espiritistas dicen que el origen está en el espíritu de una persona importante y buena que vivió antes que yo. Algunos médicos dicen que mis poderes se derivan meramente de particularidades físicas o nerviosas. No afirmo tener poderes sobrenaturales, pero sí una maravillosa fuerza de voluntad”

Ciertamente, Teresita exageraba, pues según afirman testigos, a su casa en Sonora llegaron a ir más de 200,000 personas de los cuales curó a más de 50,000. De todas formas, era una cifra impresionante para una “curandera” que, a mi parecer, curaba a la gente con una mezcla de remedios indígenas, herbolaria, suerte y un poco de efecto placebo. 

En 1896, cuando en nombre de Teresa estalló una rebelión en varios pueblos a lo largo de la frontera entre México y EUA, corrió el rumor de que la joven había usado sus poderes de proyección astral para dirigir la revuelta contra los soldados de Porfirio Díaz.

El espiritismo no ha sido un tema ajeno en la historia de México. Se sabe que el presidente Madero fue un espiritista que aseguró haber hablado con el fantasma del expresidente Benito Juárez. Yo no sé si creo en esas cosas paranormales, lo que sí sé es que Teresita dejó una estela de esperanza en el norte del país, pues años después los maderistas se animarían al pensar que un solo rebelde de Tomóchic valía por diez soldados federales.

Frente a la frialdad y la indiferencia del gobierno de Porfirio Díaz, Teresita fue un faro de esperanza para las personas humildes de esta región. Además, me encantaría creer, tal como aseguraron soldados federales en Nogales, Sonora, que después de muerta Teresita se volvió a aparecer montando un caballo blanco.

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