El 24 de febrero, el Día de la Bandera en México, se ondea un símbolo que representa nuestra historia, luchas y aspiraciones. La bandera no es solo un emblema patrio; es la representación viva de un país que se ha construido en la búsqueda de libertad, igualdad y justicia. Es el reflejo de una nación que ha escrito en su Constitución los principios que nos definen y los derechos que protegen a su gente.
Hoy, en Los Ojos de Temis, miramos de frente un tema que muchas veces se da por sentado: la justicia en México también debe ser nacionalista.
Nuestra bandera se ondea en los tres poderes de la Unión, ejecutivo, legislativo y judicial. Es un recordatorio de que el Estado mexicano se sostiene en principios de soberanía, autodeterminación y dignidad nacional. El nacionalismo, en su sentido más profundo, es el compromiso con la protección de la Constitución, la cual le apuesta a la igualdad sustantiva, la no discriminación, la justicia social y el respeto a los derechos humanos.
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Ser juez en México implica entender y defender esa visión de país. Significa juzgar con conciencia histórica, reconociendo que cada derecho que se protege hoy es el resultado de luchas pasadas.
Un juez nacionalista no es aquel que se encierra en discursos vacíos de soberanía, sino quien comprende que defender la nación es proteger -principalmente- los derechos humanos de las y los mexicanos.
Es quien entiende que la Constitución es el pacto social que nos une y que, por lo tanto, su interpretación y aplicación deben estar orientadas a consolidar una sociedad más justa, igualitaria y soberana.
Un juez nacionalista: garantiza que la justicia sirva para fortalecer la cohesión social y no para perpetuar desigualdades; juzga con perspectiva de contexto, sabiendo que la historia de México ha estado marcada por la lucha contra la opresión, discriminación y desigualdad; protege el contenido constitucional, sin interpretaciones regresivas que debiliten los derechos conquistados; y también defiende el interés público por encima de intereses privados o extranjeros.
La justicia nacionalista no es parcial, pero sí comprometida. Comprometida con una justicia que ve en la Constitución Federal un mandato para transformar la realidad, no para mantener el statu quo. Una justicia nacionalista no se limita a proteger los símbolos patrios; sino que protege lo más valioso de la nación: su pueblo y sus derechos humanos.
Defender la nación también implica defender los derechos humanos reconocidos a nivel internacional. Lejos de contradecir el nacionalismo, la protección de los derechos consagrados en tratados internacionales ratificados por México refuerza el proyecto de país plasmado en la Constitución. Por mandato constitucional, estos tratados complementan y amplían el catálogo de derechos, fortaleciendo así la dignidad de las personas y la soberanía del Estado al cumplir con sus compromisos globales.
Una visión auténticamente nacionalista busca la protección integral de los derechos humanos, la búsqueda de igualdad sustantiva y la comprensión interseccional de la justicia.
Protección de derechos humanos: Porque un México soberano y fuerte solo puede construirse garantizando los derechos humanos de todas las personas en igualdad de condiciones. Un juez nacionalista entiende que proteger la Constitución es también proteger la vida, la libertad, la igualdad y la integridad de su pueblo. Además, entiende que aplicar estándares internacionales garantiza una protección más robusta y efectiva de los derechos humanos, por mandato de la propia Constitución, específicamente, de su artículo 1º.
Justicia interseccional: México es diverso, y esa diversidad no puede ser ignorada en las resoluciones judiciales. La justicia nacionalista reconoce que las desigualdades se agravan cuando se intersectan factores como género, etnia, clase social, orientación sexual o discapacidad. Juzgar con enfoque interseccional es juzgar con los ojos abiertos, entendiendo las múltiples capas de discriminación que atraviesan a quienes buscan justicia.
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Igualdad sustantiva: La igualdad formal, la que existe en el papel, no es suficiente. La justicia nacionalista busca igualdad real, efectiva, sustantiva. No basta con aplicar la ley de manera uniforme; se debe garantizar que quienes históricamente han estado en desventaja tengan acceso pleno y equitativo a la justicia. Esto implica adoptar medidas para corregir desequilibrios estructurales y garantizar que nadie se quede atrás.
Una justicia nacionalista, interseccional y con enfoque de derechos humanos es una justicia transformadora. Una justicia que entiende que proteger la nación es proteger la dignidad de cada una de las personas que la integran.
Nuestra Constitución no es solo un documento jurídico; es el proyecto de nación que elegimos ser. Su contenido refleja ideales de soberanía, dignidad y justicia social. Estos ideales cobran vida cuando las y los jueces los hacen valer en sus decisiones.
La justicia que México necesita es la que protege la Constitución, no la que la reduce a un simple texto. La defensa de la Constitución es la defensa de un proyecto de país libre, soberano, justo e igualitario. Cada resolución judicial que protege derechos humanos, que combate la impunidad, que enfrenta la corrupción, que fomenta la igualdad sustantiva, es un acto de lealtad a la nación.
Ser juzgador en México es una de las responsabilidades más grandes que puede tener una persona. Es cargar con el peso de la historia y las esperanzas del pueblo. Es saber que cada sentencia puede cambiar vidas, abrir caminos o perpetuar injusticias.
Por eso, la justicia debe tener un profundo sentido de nacionalidad. No basta con aplicar la ley aisladamente; hay que entender el contexto social, histórico y cultural de México. No es válido ser indiferente; cada persona juzgadora a través de sus resoluciones debe fomentar la construcción de una sociedad más justa, libre y soberana.
El juez que México necesita es el que se indigna ante la injusticia, el que reconoce las luchas históricas que nos trajeron hasta aquí y el que actúa con la convicción de que impartir justicia es también defender a la nación.
En el Día de la Bandera, recordemos que los colores que ondean en lo alto no son solo símbolos, son promesas. Promesas de libertad, igualdad y justicia. Pero esas promesas solo se cumplen si quienes tienen en sus manos el poder de impartir justicia lo hacen con compromiso, con orgullo y con conciencia nacionalista.
Porque defender la justicia es defender a México.
Porque cada sentencia dictada con perspectiva de igualdad sustantiva, enfoque interseccional y protección de derechos humanos, es un acto de lealtad a la patria.
Porque un juez que honra la Constitución honra también la bandera que hoy celebramos. Nuestra bandera mexicana no es solo tela que ondea al viento; es la memoria de quienes lucharon por la libertad, el eco de voces que exigieron igualdad y el reflejo de un país que sigue creyendo en la justicia.
Porque cuando un juez protege la Constitución, protege la patria.
Cuando garantiza igualdad sustantiva, honra el verde, el blanco y el rojo.
Y cuando actúa con justicia, mantiene viva la promesa de un México más digno, igualitario, libre y soberano.
Hoy, Los Ojos de Temis se llenan del orgullo de una bandera que nos recuerda quiénes somos y el país que aún podemos construir.
Que la justicia en México se imparta con los ojos en la bandera, el corazón en la nación y el compromiso firme de que nadie se quede atrás. Porque mientras la bandera ondee, habrá esperanza.
Mientras la justicia se imparta con perspectiva de derechos humanos, habrá futuro. Y mientras Temis abra los ojos, habrá un México que se defiende con la ley, la historia y el orgullo de su pueblo.
mb