OPINIÓN

La Justicia con los Ojos Abiertos

Los Ojos de Temis

Créditos: LSR Veracruz
Escrito en VERACRUZ el

Hola, soy Daniela Suárez, autora de Los Ojos de Temis, un espacio donde la justicia es imparcial, pero nunca indiferente.

En las últimas semanas, muchas personas —incluyendo a mis estudiantes— me han preguntado:

¿Por qué Los Ojos de Temis? ¿No debería ser ciega la justicia?

La pregunta ha sido recurrente, y no es casualidad. La imagen de Temis, la diosa griega de la justicia, es reconocible en tribunales de todo el mundo: una mujer sosteniendo una balanza y una espada, con los ojos cubiertos por una venda. Esa venda representa imparcialidad; la idea de que la justicia no debe ver rostros, condiciones ni colores.

En este espacio sostengo que esa idea necesita repensarse porque en un mundo tan desigual como el nuestro, Temis no puede ser ciega. La verdadera imparcialidad no se logra ignorando las desigualdades. Al contrario, la ceguera perpetúa la indiferencia, refuerza la desigualdad y deja desamparados a quienes más necesitan que la justicia los mire.

Hoy vengo a explicar el nombre de esta columna y a invitarles a una reflexión conjunta: la justicia debe tener los ojos abiertos.

Preliminarmente, quiero dejar algo claro: abrir los ojos a las desigualdades no significa ser parcial ni inclinar la balanza hacia un lado.

Reconozco que la imparcialidad es un pilar fundamental de la justicia; sin ella, el derecho pierde legitimidad y se convierte en un ejercicio arbitrario.

Pero imparcialidad no puede ni debe confundirse con indiferencia.

Ser imparcial no es tratar a todos por igual cuando sus circunstancias son radicalmente diferentes. Es reconocer que el punto de partida no es el mismo para todos y que la verdadera justicia exige nivelar el terreno.

Desde mi perspectiva, la labor de una persona juzgadora no es simplemente decidir entre dos partes desde la comodidad de la neutralidad absoluta. Su responsabilidad es garantizar la "igualdad de armas" en el proceso, asegurando que todas las partes tengan una oportunidad real y justa de ser escuchadas y protegidas.

La imparcialidad verdadera se logra garantizando condiciones equitativas. Ver el contexto de cada caso, entender la historia de desigualdades que acompaña a cada persona y asegurarse de que ninguna de ellas quede en desventaja frente a quien ha gozado de privilegios históricos.

La justicia con los ojos abiertos es imparcial, pero nunca indiferente. Solo así es posible proteger realmente los derechos y garantizar que la balanza no se incline hacia el poder, sino hacia la equidad.

¿De qué sirve una balanza si no sabemos lo que pesa?

¿Cómo puede equilibrarse si no se reconoce que hay quienes cargan con siglos de desventaja?

La justicia debe abrir los ojos para reconocer los contextos, las historias y las realidades de quienes comparecen ante ella. No puede medir a todos con la misma vara sin entender las barreras, violencias y opresiones que enfrentan aquellos que viven en desventaja.

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Porque no partimos del mismo lugar. Y pretender neutralidad sin reconocer las desigualdades es una forma de injusticia. Pensemos en las mujeres: La mitad de la humanidad, pero con una desventaja histórica. La justicia no puede ignorar que muchas trabajan jornadas interminables, remuneradas y no remuneradas, en un sistema que invisibiliza su esfuerzo.

Tampoco puede desconocer que enfrentan violencia en sus hogares, calles y espacios de poder.

¿Cómo puede ser justa una resolución que no ve la violencia estructural en su contra?

Pensemos en las personas indígenas:

La justicia no puede ser ciega a siglos de despojo, marginación y racismo. Sus tierras son explotadas, su cultura ignorada, sus derechos ignorados. ¿Cómo hablar de justicia sin reconocer que reparar el daño no es un favor, sino un acto de dignidad y justicia histórica?

Pensemos en las infancias:

¿Puede ser justa una sociedad donde niños y niñas crecen sin educación, salud o alimento adecuado? La pobreza que les roba el futuro es también una forma de violencia. La justicia debe ver estas condiciones y actuar para romper el ciclo de desigualdad.

Pensemos en los migrantes:

Madres cruzando ríos con sus hijos, jóvenes enfrentando muros físicos y simbólicos. Criminalizarlos por buscar sobrevivir no es justicia; es inhumanidad. La justicia con los ojos abiertos reconoce su valentía y garantiza una vida digna, sin persecución.

Pensemos en las personas con discapacidad:

El sistema que no fue diseñado para ellas les impone barreras a cada paso. Una justicia ciega no ve su exclusión; una justicia con los ojos abiertos trabaja para derribar esas barreras.

Pensemos en las personas de la diversidad sexual y de género:

La justicia debe ver los prejuicios que las condenan al silencio y actuar para protegerlas. No puede ser ciega al odio, la violencia y la discriminación que enfrentan a diario.

La verdadera justicia abre los ojos para ver, comprender y actuar con la fuerza de quienes no temen transformar lo injusto.

Temis debe quitarse la venda.

Debe ver a las mujeres que alzan la voz, a los pueblos indígenas que defienden sus tierras, a los niños que merecen un futuro, a los migrantes que buscan esperanza, a las personas con discapacidad que piden inclusión y a la diversidad sexual que exige respeto.

La justicia ciega no puede seguir siendo nuestra aspiración. Si cerramos los ojos ante las desigualdades, no estamos siendo justos, estamos siendo indiferentes.

La justicia no puede ser ciega porque solo viendo las desigualdades podremos corregirlas. Solo viendo los contextos podremos cambiar la historia.

La balanza de Temis no se equilibra ignorando el peso de las desigualdades, sino reconociéndolo y corrigiéndolo. Por eso esta columna se llama Los Ojos de Temis: Porque es tiempo de mirar lo que se ha ignorado. De ver lo que durante siglos se ocultó bajo la venda. De juzgar, no solo con la ley, sino con el conocimiento de que no todos han caminado el mismo camino.

Hoy les invito a imaginar una justicia distinta. Una justicia con los ojos abiertos, el corazón despierto y el compromiso firme de no dejar a nadie atrás.

La justicia que México necesita es la que ve. Ve la pobreza, la exclusión, la violencia y la discriminación. Ve el dolor, pero también la esperanza de quienes buscan en ella una oportunidad de dignidad.

Porque mientras haya desigualdad, la ceguera nunca será justicia. Hoy abrimos los ojos, y con ellos, comenzamos a construir un mundo más justo.

Soy Daniela Suárez, autora de Los Ojos de Temis. Esta semana, más que nunca, te invito a reflexionar conmigo la relevancia de que la justicia se quite la venda y mirelas desigualdades estructurales.

mb