PODER JUDICIAL

Dónde está mi aquelarre

Solo si renuncian los que están en funciones podrán tener derecho a su haber de retiro

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Escrito en VERACRUZ el

En los agitados tiempos de suspensión parcial de labores a la que se orilló al Poder Judicial de la Federación, no dejo de pensar en la caza de brujas que comenzó en la edad media y tuvo su auge en la edad moderna. Debo confesar que siempre he tenido cierta fascinación por el mundo de fantasía de brujas y magos, por lo que en algunas ocasiones he expresado —con un poco de vanidad— que de haber vivido en aquella época… hubiera sido quemada en la hoguera.

Es sabido que la Santa Inquisición investigaba, juzgaba y sancionaba a quienes eran acusados de herejía, fomentando el miedo y la represión. Las acusadas solían ser las curanderas, mujeres que sabían usar las hierbas para sanar, aunque las acusaciones de brujería eran utilizadas también para resolver conflictos sociales y para encarcelar o desaparecer a personas incómodas —las que pueden englobarse en cualquiera que manifestara una visión contraria a la doctrina oficial de la iglesia, por supuesto, incluidos intelectuales y científicos—. Los inquisidores encargados de juzgar eran los mismos que investigaban, recolectando testimonios, rumores y cualquier tipo de evidencia que apuntara a la culpabilidad de la persona acusada. Ellos mismos determinaban si era necesario el encarcelamiento, lo que ejecutaban de manera pública para intimidar a la comunidad; era recurrente usar la tortura para obtener una confesión y quienes eran acusados pocas veces tenían oportunidad de defenderse; se dictaba la sentencia con sanciones que iban desde penitencias religiosas hasta la muerte en la hoguera, sin pensar en las formalidades esenciales del procedimiento que conocemos hoy y mucho menos en los derechos humanos. ¡Cuánto bien hubiera hecho el juicio de amparo en aquella época!

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Actualmente, en México se está discutiendo una reforma judicial propuesta por el presidente de la República con la cual está culminando su mandato; sin embargo, preparó a la comunidad durante todo su encargo para que esa reforma fuera aplaudida. A diario en su conferencia matutina denominada «La mañanera» se encargó de acusar de manera abierta a jueces y magistrados federales, señalándolos de corruptos, lejanos al pueblo, favorecedores de delincuentes y cualquier otro calificativo que se le ocurriera en ese momento, sin pruebas, pero con una habilidad mayúscula para que millones de mexicanos, hartos de las injusticias que imperan en el país, le creyeran.

Es cierto, el reclamo social es legítimo, yo también quiero vivir en un país libre de corrupción y con un sistema judicial más eficiente; no obstante, ya que hablamos de magia, pienso que al poder ejecutivo también le gusta, pues ofreció a la sociedad mexicana una solución mágica: Toda la corrupción del país se acaba cambiando a los jueces federales que obtuvieron sus cargos con exámenes de oposición, precedidos de una larga y probada carrera judicial, por otros jueces elegidos mediante voto popular, los cuales van a ser mejores en capacidad y en honestidad por el solo hecho de que el pueblo los elegirá —que dicho sea de paso, esa elección equivale a cuando se le da a elegir a un niño qué ropa ponerse dándole un par de opciones previamente aprobadas—, pero en la que muchos creyeron ciegamente. El verdadero remedio es mucho más grande y difícil que esa solución ofrecida cual  hechizo con varita mágica. Se requiere mejorar fiscalías, policías, poderes judiciales de los estados; colegiar abogados, invertir más en la justicia, transparentar más el actuar de esas instituciones, etc. Eso no es popular. Eso parece y es complicado realizar. Eso es lo que de verdad se necesita, una reforma judicial. Sí, pero estudiada minuciosamente. No aprobada con prisas y parchada en el camino.

El Poder Judicial de la Federación tiene sus errores, pero tiene muchas más fortalezas. Es una institución llena de gente estudiosa, educada, honesta, con vocación de servicio, que está siendo acusada y juzgada por una sociedad enojada, que necesita quemar a alguien en la hoguera para calmar un poco esa frustración de años y años de injusticias. ¡Y el jefe del ejecutivo ofreció a los jueces federales como herejes! ¿Por qué precisamente a los jueces federales si son estudiosos y honestos? Por el mismo motivo que los quemaban antes, por no ser serviles a la doctrina oficial. Por osar ser independientes ante un gobierno al que le incomoda que se tenga una visión contraria a la suya. ¡Porque son jueces de verdad! Estos jueces independientes no tienen miedo de resolver según el caso lo amerite, después de estudiar las pruebas y revisar el procedimiento. A través del juicio de amparo corrigen las arbitrariedades de las autoridades, sí, entre ellas las que pudieran hacer los poderes legislativo y ejecutivo, que ya son uno.

Los tiempos han cambiado y en lugar de exhibirlos y difamarlos en las plazas públicas, se hace en conferencias, noticiarios y redes sociales. Los jueces están acostumbrados a no ser populares ni queridos por todos. Un buen juez no es el que condena a todo el mundo; un buen juez normalmente tiene variedad de criterios, condena a los culpables y libera a quienes no se les probó su culpabilidad, por lo que quien no resulta favorecido con sus decisiones es comprensible que lo tache mínimo de un mal juez. Pretender que los jueces federales sean responsables de todos los males que hay en México también conllevaría magia, pues requerirían del don de la obicuidad, para que los poco menos de 1,700 jueces federales que tiene el país tramiten o vigilen de principio a fin los conflictos jurídicos de alrededor 132 millones de mexicanos. Eso no es humanamente posible, para eso hay distribución de competencias, estructuras institucionales y una cantidad inmensamente mayor de operadores jurídicos que intervienen en los procesos, mismos que son responsables de sus actos.

En este contexto, dos valientes jueces federales concedieron una suspensión provisional en contra de un acto relacionado con el dictamen de reforma judicial para poder analizar como cualquier acto de autoridad si resulta o no violatorio de los derechos fundamentales de las personas que pidieron el amparo, determinación que puede ser revisada mediante un recurso legal. Sin embargo, los legisladores en lugar de agotarlo optaron por amenazar con solicitar un juicio político y presentar una denuncia penal en contra de los jueces en cuestión, lo cual claramente demuestra que en mi país ya se persigue a quien tiene una visión diversa al oficialismo.

No es el único país que lo hace, hay registro de persecución de jueces en Venezuela, Hungría, Polonia, Turquía, Bolivia, Nicaragua, El Salvador, entre otros, y todo me hace pensar que si esto avanza, aprobada la reforma, cuando inicie en funciones el Tribunal de Disciplina Judicial se oficializará la cacería de brujas y cada quien tendrá que decidir si continuará o no bajo la línea que se marque. El problema no acaba ahí, decidieron: ¡NO ACATAR LA SUSPENSIÓN DE UN JUICIO DE AMPARO!

¡ESO NO ES ESTADO DE DERECHO! ¡ESO ES AUTORITARISMO! ¡ESO ES DELITO!

Lo cierto es que los jueces mexicanos no estaban preparados para vivir bajo un constante discurso de odio e insultos permanentes, porque la gran mayoría no tenían ningún contacto con la política en donde ese lenguaje es común; ellos hablan un lenguaje jurídico no político y mucho menos de agresión.

Todo eso lo sé porque soy una de ellos, soy una juzgadora de carrera judicial a la que diariamente le dicen corrupta, sin una sola prueba. Así que tal parece que la vida me dice «al cliente lo que pida» y estoy viviendo junto con mi aquelarre judicial lo más cercano a la caza de brujas.

¡¿Dónde está mi aquelarre?! A ese aquelarre que en estos momentos de ataques me ha cobijado más que algunos familiares, le grito: NI UN PASO ATRÁS, SIGAMOS ADELANTE CON DIGNIDAD, con la frente en alto, sabiendo que las acusaciones en nuestra contra no tienen sustento; que nos quieren quitar de en medio porque estorbamos para un poder absoluto; orgullosos de proteger a todo aquel que se queje con justicia, caminemos con los brazos entrelazados y con la esperanza firme de que prevalecerá la razón. Estudiantes universitarios, abogados y ciudadanos conscientes salieron a defendernos.

NO ESTAMOS SOLOS.

Sé que hay muchos otros ciudadanos que están indiferentes, nos ven disimuladamente, algunos nos desean lo mejor de lejos, pensando que es nuestra lucha, que los perjudicados seremos solo los jueces que quieren destituir y no alcanzan a comprender que si un solo poder maneja los 3 poderes de la unión, quitando de en medio a todo aquel que pretenda revisarle o contradecirle, los perjudicados seremos todos, incluidos ellos, porque ya no tendremos ni un solo juez independiente, ni un solo juez que se atreva a decirle al gobierno que viola derechos, que haga las cosas bien. A ellos les digo: DESPIERTEN. No se esperen a que eso pase. Alcen la voz ahora que todavía pueden. Ahora que todavía no está perdida la lucha. Sean protagonistas de la salvación de la democracia de su país… después será tarde. Me dirijo a ellos, porque a los otros ciudadanos, esos cegados por el resentimiento de algún fallo en contra, envidias o simplemente porque creen en el grupo de poder, solo me queda decirles que cuando despierten a la realidad, cuando comiencen las traiciones en ese grupo, cuando no encuentren un juez de verdad para salvarse de alguna arbitrariedad, llevarán en sus conciencias no haber estado del lado correcto de la historia.

En los últimos días, los juzgadores aprendimos a levantarnos de nuestros escritorios, quitarnos los lentes y agarrar los micrófonos. ¡Aprendimos a gritar, así que ahora no nos vamos a callar!